3 verdades que todo fundador aprende a las malas

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De niños, la mayoría nos criamos con unos pocos valores fundamentales: ser respetuoso, trabajar duro, ir a la escuela y buscar un buen trabajo. Ese tipo de consejo tenía su razón de ser, hasta que entraste en el mundo del emprendimiento .
Una vez que empiezas a crear empresas, a gestionar riesgos y a tomar decisiones que impactan el sustento de otras personas, te das cuenta rápidamente de que gran parte del manual de estrategias del mundo real no se transmitió en la mesa. Hay reglas que nadie te enseñó: lecciones que solo se aclaran con la experiencia, los fracasos y algunos golpes en el camino.
Aquí hay tres verdades que tu madre probablemente no mencionó, pero que todo emprendedor aprende eventualmente.
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1. Las relaciones importan más que el dinero: no quemes puentesEl dinero recibe mucha atención. En los negocios, suele considerarse el factor decisivo. Pero pregúntale a cualquiera que haya pasado por múltiples ciclos —auges, caídas, salidas, reinicios— y te dirá lo mismo: las relaciones son la verdadera moneda a largo plazo.
Demasiadas personas, al principio de sus carreras, tratan los negocios como un juego de suma cero. Ganar el trato. Superar a la competencia. Exprimir cada centavo. Pero lo que no comprenden es que los negocios son una maratón, no una carrera de velocidad. Y los puentes que quemas ahora podrían ser los que tengas que cruzar más adelante.
La gente recuerda cómo los hiciste sentir. Recuerdan cómo te presentaste cuando las cosas iban bien y cómo te comportaste cuando no. He visto a personas increíblemente talentosas marginadas, no por falta de habilidades, sino porque dejaron tras de sí un rastro de relaciones frustradas.
Los negocios no se basan solo en el capital, sino también en la confianza . Cuando cambie la situación, no serán tus márgenes de ganancia los que te salven. Serán las personas que confían lo suficiente en ti como para volver a apostar por ti.
En resumen: Protege tu reputación. No pierdas la oportunidad. Mantén el contacto con quienes te ayudaron desde el principio. Y nunca subestimes el valor de la lealtad, la humildad y la constancia.
La mayoría de las personas están acostumbradas a buscar estabilidad. Un trabajo con sueldo, un puesto, quizás beneficios. Pero emprender requiere una mentalidad diferente: una que se centre no solo en el siguiente puesto, sino en la siguiente dirección.
Si siempre miras al frente, reaccionando a lo que tienes delante, te perderás el panorama general . Los mejores fundadores no se preguntan simplemente: "¿Qué debo hacer ahora?". Se preguntan: "¿Qué tipo de vida quiero construir? ¿Qué impacto quiero tener?".
Mirar hacia arriba significa identificar una visión más amplia. Significa rechazar las decisiones a corto plazo que no contribuyen al futuro. Significa pensar en términos de legado, no solo de tareas.
Toda gran empresa nace de alguien que no se conformó con el statu quo. Alguien que se negó a conformarse con un trabajo más y, en cambio, optó por arriesgarse con una idea más grande. Si te tomas en serio el emprendimiento, tu trabajo no es perseguir oportunidades, sino darles forma.
Deja de preguntar qué hay disponible. Empieza a preguntar qué es posible.
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3. Ve a la universidad, pero no por las razones que creesDesde niños nos han dicho: "Ve a la universidad. Es la única manera de tener éxito". Y claro, si planeas ser médico, abogado o ingeniero, ese consejo sigue vigente. ¿Pero para el resto de nosotros? El verdadero valor de la universidad tiene poco que ver con el diploma y mucho que ver con las personas.
La universidad no es solo un aula. Es tu primera red de contactos. Tu primera experiencia en relaciones, en aprender a presentar una idea, en convencer a otros para que se unan a tu visión y en fracasar públicamente, para luego recuperarte. Eso no es algo que se aprende en un aula.
Algunos de los fundadores más exitosos de nuestro tiempo no terminaron la universidad, pero fueron lo suficientemente inteligentes como para sumergirse en un ecosistema social donde confluían ideas, ambiciones y personalidades audaces. La universidad es donde encuentras a tu tribu. A tus cofundadores. A tus primeros patrocinadores. A tus futuros socios comerciales.
Así que, si vas a invertir en la universidad, no lo hagas por un título pretencioso. Hazlo por los cuatro años de capital social que nunca recuperarás. Evita los clubes de relleno de currículums y busca los círculos donde se cuestionan ideas, se asumen riesgos y se forjan relaciones.
Porque dentro de diez años nadie te va a preguntar qué nota obtuviste en Economía 101, pero sí te preguntarán con quién construiste algo.
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El emprendimiento es uno de los caminos más difíciles y gratificantes que puedes tomar. Pero no viene con un manual, especialmente uno que tus padres hayan tenido. Las lecciones que necesitas para triunfar a menudo contradicen la sabiduría convencional.
Así que deja que esta sea tu guía actualizada:
Priorizar a las personas sobre las ganancias .
Piense en décadas, no en trimestres.
Y reconoce que tu inteligencia social a menudo te llevará más lejos que cualquier título.
Tu mamá te enseñó lo básico. Ahora te toca aprender el resto y escribir tu propio manual.
De niños, la mayoría nos criamos con unos pocos valores fundamentales: ser respetuoso, trabajar duro, ir a la escuela y buscar un buen trabajo. Ese tipo de consejo tenía su razón de ser, hasta que entraste en el mundo del emprendimiento .
Una vez que empiezas a crear empresas, a gestionar riesgos y a tomar decisiones que impactan el sustento de otras personas, te das cuenta rápidamente de que gran parte del manual de estrategias del mundo real no se transmitió en la mesa. Hay reglas que nadie te enseñó: lecciones que solo se aclaran con la experiencia, los fracasos y algunos golpes en el camino.
Aquí hay tres verdades que tu madre probablemente no mencionó, pero que todo emprendedor aprende eventualmente.
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