¿Contiene plomo la carne de caza silvestre?

Ingo Rottenberger es armero de profesión, estudió ingeniería mecánica y trabaja como investigador asociado en el Instituto Federal de Evaluación de Riesgos (BfR). Lleva cuarenta años practicando la caza; antes, de niño, iba de caza con su abuelo.
Sí, la carne de caza puede contener plomo, pero el nivel de contaminación depende del entorno natural y de cómo se abatió al animal. Si un ciervo, un venado o un jabalí se caza con munición de plomo, incluso con el mayor cuidado en el procesamiento de la carne pueden quedar diminutos fragmentos metálicos. Los estudios han demostrado que las muestras de animales cazados con balas de plomo presentaban niveles de plomo más elevados que la carne de animales abatidos con balas sin plomo.
Sin embargo, incluso las balas sin plomo pueden contener trazas de este metal, por ejemplo, como elemento de aleación. En estos casos, los niveles de plomo esperados en la carne de caza son significativamente menores. También se pueden ingerir trazas de plomo a través de la alimentación de animales de caza, ya que diversos metales pesados están presentes en nuestro entorno. Estudios del Instituto Federal Alemán de Evaluación de Riesgos (BfR) han demostrado que esta contaminación geogénica tiene una importancia menor en comparación con la contaminación de la carne de caza por disparos.
El principio ALARA se aplica al plomo: tan bajo como sea razonablemente posible. Esto significa que la ingesta debe ser mínima, ya que cualquier cantidad de plomo es problemática. El Instituto Federal Alemán de Evaluación de Riesgos (BfR) ha determinado que, para quienes consumen carne de caza entre dos y cinco veces al año, cada una con entre 100 y 200 gramos de carne, la exposición al plomo es insignificante. Sin embargo, los grupos de riesgo deben ser más cautelosos o incluso abstenerse por completo de consumir carne de caza. Estos grupos incluyen a mujeres embarazadas, madres lactantes, niños y mujeres que planean un embarazo, ya que el plomo puede ser perjudicial para el feto, causar defectos congénitos y afectar el desarrollo infantil, por ejemplo, reduciendo la capacidad intelectual. Los efectos tóxicos del plomo se desarrollan gradualmente; puede provocar anemia, daño renal, problemas de memoria y concentración, y daño nervioso como parálisis, temblores y convulsiones.
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