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Cautelas invisibles

Cautelas invisibles
La punta de la lengua
Columna

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Vista general del Congreso de los Diputados durante la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el pleno del 9 de julio de 2025
Vista general del Congreso de los Diputados durante la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el pleno del 9 de julio de 2025Javier Lizón (EFE)

lgunas personas muestran una grave dificultad para reconocer los mensajes moderados, y por ello suelen borrar de su memoria, una vez leídos o escuchados, los vocablos que aportaban matices, salvedades, dudas; como si esas palabras se hubiesen desvanecido tras enunciarse.

Sucede en nuestros debates cotidianos, en las relaciones con los amigos, en las discusiones familiares o en los comentarios improvisados. Alguien procura escoger con cuidado cada término para no ocupar todo el espacio de la discusión, con la idea de reflejar prudentemente los hechos, intentando que las palabras con las cuales se narra algo no juzguen por sí mismas aquello que se relata. Sin embargo, ciertos interlocutores apartan todos los matices expresados, y preparan de inmediato su contestación; pero no a lo que se ha dicho sino precisamente a lo que no se quería decir.

Esto se aprecia también en muchas reacciones frente a los artículos o análisis, y ante las opiniones de especialistas, incluso si se han mostrado muy cuidadosos.

Numerosas respuestas que se ven en las redes y en los medios de comunicación prescinden de que en el mensaje al que se contesta figurasen expresiones como “creo que”, “generalmente”, “quizás”, “tal vez”, “acaso”, “lo más probable”, “más o menos”, “a veces”, “se puede interpretar como”…

Es decir, esos destinatarios incorporan a su memoria la conjetura transmitida pero excluyen la distancia que el emisor inicial había tomado respecto de lo que él mismo expresaba, como si no hubiera ofrecido ninguna posibilidad de desacuerdo y se hubiera manifestado con un lenguaje tremendamente asertivo y válido para cualquier situación. Es decir, como si hubiera hablado en la tribuna del Congreso.

Una frase como “no sé si estaré equivocado, porque yo no soy especialista, pero a mí lo que sostiene Garamendi me parece muy acertado”, puede que sea respondida así: “¿Cómo asegura usted que eso que sostiene Garamendi es muy acertado?”.

Esto viene favorecido por lo que podemos denominar “el sesgo del desacuerdo”: puesto que necesito diferir de la idea comunicada, aunque se haya expuesto con moderación, necesito verla tajante, manifestada sin reservas ni cautelas. De ese modo podré yo mostrarme también contundente y asertivo, descortés incluso. Por tanto, necesito imaginar un contrincante sin dudas, un contrincante como yo. Si yo aceptase sus vacilaciones, tendría que suprimir mi dureza.

Este fenómeno se expresa con toda claridad en la política y los medios polarizados. Las reacciones de unos y de otros –pero más las de los unos, porque no podemos presentar como simétrico lo que es desigual; ustedes ya sabrán interpretar esto– nos inducen a pensar que algunos carecen de comprensión verbal. Ponga usted en el debate una idea ponderada y verá lo que hacen con ella.

Cuando alguien es poseído por las ganas de discutir, desecha toda posibilidad de conexión, desoye las precauciones de los interlocutores, confunde comparar con equiparar, lo verosímil con lo veraz, busca la bronca por encima de los matices que la evitarían.

Nuestra vida pública y privada sería mejor si apreciáramos las inusuales palabras que dejan espacio al otro para sus argumentos, que incorporan la duda en espera de una actitud recíproca; las palabras de quienes saben que a menudo se equivocan, que no pretenden tener razón sino tener debate y lograr acuerdos.

A veces la verdad no reside en lo que dos defienden, sino en lo que ambos pactan.

Álex Grijelmo

Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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