Las ferreterías hacen caja con el caos: de Filomena al apagón
Nada más abrir, en la ferretería de Diego de León ya había clientes. «¿Dónde tenéis las linternas?», preguntaba en la caja un hombre, que venía buscando algún aparato más para añadir a su colección. Después del apagón del lunes tiene claras sus prioridades: estar equipado para situaciones de emergencia. Durante toda la jornada en la que encender una bombilla no era posible, cientos de personas se acercaron al local para llevarse linternas, pilas, hornillos e incluso un generador para poner en funcionamiento un respirador para una persona que le hacía falta.
Este negocio, situado en la calle de Francisco de Silvela y regentado por Maximino Sordo, iluminó a todo un barrio en una situación sin precedentes. «Las colas eran larguísimas y no dejaba de llegar gente. Ni siquiera nos dio tiempo a irnos a casa a comer», señala el dueño a este periódico. De hecho, el pedido de pilas que hizo el asturiano hace más o menos un mes con la intención de que les durara más de un año ya está agotado.
Iluminados con unos focos que se encendían gracias a unas placas solares, atendían a los clientes, que llegaban de distintas partes de la ciudad pensando en la noche. Pero también sirvieron de ayuda para situaciones de emergencia: «Vinieron preguntando por un generador de electricidad para una persona con dependencia respiratoria. Se llevó un grupo electrógeno para que con gasolina pudieran arrancarlo», relata Maximino mientras recoge el desorden derivado de una jornada caótica.
Las ferreterías de toda la capital fueron un punto esencial para los ciudadanos durante el apagón que comenzó a las 12.33 horas del lunes. El nerviosismo y la incertidumbre de si la luz no volviera al anochecer llevó a que los madrileños se aglomeraran en la entrada de los negocios de este tipo que permanecieron abiertos.
En la ferretería Indo, ubicada en el número 9 de la calle de Bolivia, en Chamartín, la situación que se vivió fue parecida. El agobio de los clientes se transmitió al interior de la tienda, donde Encarni coordinaba la situación sola. «Se agotaron todas las linternas, tanto las de pilas como las recargables. Tampoco nos quedan hornillos de gas para calentar comida. Tenía una batería solar, pero esa me la he quedado para mí», señala la dueña a este periódico.
La situación fue tan complicada que decidió colgar carteles que enumeraban los productos que ya se habían llevado. «Sobre todo me preguntaban por radios para saber lo que estaba pasando y cuándo iba a volver la luz. Pero no quedaba ni una en el barrio», cuenta la dependienta a este periódico. Los pocos que tenían una la fueron colocando en las calles, donde se formaron corrillos.
Lo esenciales que son estos negocios tradicionales no solo ha quedado retratado estos días. Durante Filomena, cuando la capital quedó en enero de 2021 cubierta por la nieve, la ferretería de Maximino Sordo, que abrió sus puertas hace casi 55 años, también fue de gran ayuda.
«Esos días sí que vendimos como nunca», señala, a pesar de que ayer el pico de ventas también fue importante. Recuerda que todas las palas que tenía se agotaron rápidamente y su negocio se encargó de suministrar unidades a las demás ferreterías de Madrid para que los madrileños pudieran quitar la nieve de sus puertas o de sus garajes. «Pusimos nuestro granito de arena para ayudar a salvar la ciudad», relata Maximino. Así, con un tráiler con unas 2.000 palas llegadas desde Asturias, consiguieron servir a la población durante otro acontecimiento histórico.
ABC.es