Mazón se defiende a sí mismo como defiende a los valencianos
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Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hay pocos deportes de riesgo más peligrosos que no dimitir después de obstinarse en merecerlo. Pierde uno, en los meses siguientes, el centro de gravedad y, por tanto, tiene más dificultades en mantener el equilibrio. Se le deja a uno solo, con el punto de crueldad que tiene siempre la política, y se expone a cometer más errores. Obsérvese a Carlos Mazón en el Ritz de Madrid, foro Nueva Economía, su oscura aparición en un escenario lujoso meses después de la dana: ni Feijóo ni Ayuso, los sheriffs del PP en la capital, estuvieron con él. En Valencia huye de actos públicos para no ser abucheado; en Madrid, a donde va a ser querido, huyen de él quienes podrían aplaudirle.
Se entiende así que este lunes, en una deriva sin compasión de sí mismo, Mazón haya decidido por primera vez enseñar su listado de llamadas de la tarde del 29 de octubre, concretamente desde las 17.37 de la tarde, con el Cecopi ya reunido y dos horas y media después que la Generalitat pidiese la primera intervención del UME. Es decir, como si antes, ese mediodía, esa mañana o el día anterior no estuviesen ya la alerta e incluso sus propios cargos suspendiendo actos o la propia universidad sus clases. No se sabe, viendo con detalle esas llamadas, si las expuso un abogado defensor, como se pretendía, o un fiscal. Aparece una llamada a un alcalde, de un pueblo, Cullera, que ni siquiera es de la zona cero de la dana, y cuenta que en esa llamada preguntó por las lluvias, pero en Cullera no llovió. Y se sabe, ahora, que a las 19.43 no estaba aún en el Cecopi porque una de las llamadas que enseñó fue a la consejera de Emergencias que sí estaba allí. Hasta ahora se creía que había llegado tarde, mucho, sobre las 19.30: pues tampoco, salvo que la haya llamado con ella a su lado, que también puede ser: hay gente que por no mirarse a la cara hace cualquier cosa.
Con todo, acaso lo peor no es el desconcertante movimiento de defensa de Mazón, sino el pitorreo populista de alejarse 400 kilómetros de Valencia para decir que allí no dedica un segundo a defenderse a sí mismo, sino a los valencianos. Donde le piden explicaciones, en el Parlament, no las da; donde no se las piden, en el Ritz, va a darlas. Y las da con tanto detalle que, obvio, le perjudican. Que a los valencianos los defiende con el mismo empeño y suerte que se defiende a sí mismo ya quedó claro el día de autos. Que a los valencianos hay que defenderlos de él lo sabe hasta su propio partido, que lo ha abandonado con la habitual pátina de desolación sin principios que manda en quienes dejan caer o abandonan a su suerte. Que, en fin, hay mejores maneras de acabar una carrera política que prorrogar, no digamos ya de gira, el recuerdo de su gestión en la dana, también lo debe saber ya a estas alturas.
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Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.
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