La humanidad llega a la Luna y da comienzo la era espacial

Un pie se descuelga por las escalerillas del módulo lunar posado en el Mar de la Tranquilidad. Desciende; toca la punta de la bota el fino polvo que hay debajo. Es la primera vez en la historia de la humanidad que el hombre camina sobre la Luna. Armstrong da pasos cortos; carga todo su cuerpo sobre los pies, como queriendo cerciorarse de la firmeza del suelo.
Son las 3.56 (hora española) y cientos de ojos siguen atónitos y sorprendidos el increíble momento. El astronauta inicia el paseo, soltándose por fin de las escalerillas del módulo, único elemento que lo unía aún a la Tierra. Confiado, quizá aturdido por el instante que vive, Armstrong ha puesto su pie en otro mundo, al tiempo que sonaba el comienzo de una nueva era para la humanidad.
«Esta arena es como un polvo muy fino. Es prácticamente como pisar la arena del desierto». Así resumen Armstrong y Aldrin su primera sensación del suelo lunar, una de cuyas primeras fotografías, tomadas directamente desde el satélite, aparece sobre estas líneas. El paseo duró dos horas veinticuatro minutos. En este tiempo ambos astronautas desarrollaron una gran actividad, sin que faltara el aspecto humano en la aventura felizmente culminada: «Dad gracias cada uno a vuestra manera», dijeron en su mensaje a toda la humanidad. Una de las primeras operaciones realizadas fue la colocación de la bandera de los Estados Unidos en el punto de aterrizaje, a la que ambos astronautas saludaron militarmente.
Al habla con el presidente Nixon, Armstrong dijo: «Es un gran honor y un privilegio para nosotros estar aquí representando no sólo a los Estados Unidos, sino a los hombres de paz de todas las naciones del mundo». La histórica conversación telefónica subrayaba la felicitación norteamericana y de las gentes de todo el orbe.
Si en esta estación de seguimiento de los vuelos Apolo hay algún técnico cardíaco, debería solicitar el traslado de inmediato. Por lo menos, el presente vuelo del Apolo XI está resultando un maratón de ansiedades experimentadas por todo el mundo a través de esta gigantesca antena, que mantiene por turno la unión de los astronautas con el Centro de Control de Houston.
Fresnedillas captó el sábado el difícil momento de la entrada en órbita lunar; ayer esta estación transmitió igualmente el momento solemne del alunizaje; esta tarde había que registrar el autolanzamiento del módulo lunar hasta entrar en órbita e iniciar la operación de ensamblaje con el módulo de mando, tripulado por el solitario Collins.
Después de la emocionante madrugada pasada, la estación de seguimiento entró en un período de distensión. A las seis y cuarto de la mañana los dos astronautas cerraban la escotilla del módulo y después de comer y hacer unas últimas comprobaciones se aprestaron a dormir unas ocho horas. Houston dio las buenas noches a Aldrin y Armstrong, a quienes indicó que Collins, en órbita alrededor de la Luna, dormía ya en esos momentos como un bendito.
«Gracias -respondió Armstrong-. Ha sido un día muy largo».
En uno de los monitores de la sala de Prensa de esta estación se podía seguir el ritmo cardíaco de Armstrong. El primer hombre que ha pisado la Luna no podía dormir. Han sido ocho horas de sueño intranquilo y sobresalto. A las dos de la tarde el Centro de Control ha despertado a los astronautas, quienes después de comer -Aldrin y Armstrong han comido cuatro veces en el curso de las veintiuna horas y media que han pasado en la Luna- se han puesto a ultimar los preparativos de la operación más dramática de todo su viaje.
El Águila (módulo lunar) se había posado ayer en la superficie de la Luna con nido y todo. Hoy tenía que levantar vuelo y dejar precisamente en la Luna el 'nido'; (entiéndase la plataforma base del módulo lunar). Era una operación nunca realizada en un ambiente lunar; el encendido de estos motores había sido probado mil veces en Tierra; los técnicos habían puesto un duplicado de todas las piezas. Todas estas seguridades no espantaban el fantasma de un posible fallo.
Fresnedillas había entrado ya en contacto, una vez más, con los astronautas Armstrong y Aldrin. (La vecina antena de Robledo de Chavela permanecía en contacto con Collins). La operación debía comenzar a las siete menos cinco minutos.
La cuenta atrás se inició: en el módulo de mando, en Houston, en todo el mundo, gracias a la conexión en directo en esos momentos de la televisión, los números iban bajando. La voz de 'cero' no se pudo oír; un tremendo rugido del motor ascendente del Águila inundaba todos los canales de comunicación. Pronto se dejó oír la voz de Armstrong, inflexible, aseguradora, y, como siempre, comunicando una buena noticia:
-Ascendernos suavemente. Todo marcha bien.
A través de unos paneles de control en uno de los monitores se podía observar una línea blanca, la brillante trayectoria del imponente Águila, que subía a una velocidad de 6.000 pies por segundo.
El encendido de los motores duró siete minutos catorce segundos, en los cuales la nave lunar consumió 4.989 libras de combustible. El objetivo se había cumplido: después de seguir una trayectoria vertical, el Águila entró en una órbita elíptica de nueve kilómetros por cuarenta y nueve.
Un segundo encendido a las ocho menos tres minutos ha colocado al Águila en una altura óptima para realizar el ensamblaje con el módulo de mando, operación lograda a las 10.32 de esta noche. Cuatro horas más tarde, el módulo lunar será desenganchado y soltado en el espacio. Collins, testigo de excepción de la hazaña de sus dos compañeros, será el primer humano en felicitar a los 'lunautas' Armstrong y Aldrin. Poco tiempo se podrá dedicar a emociones. La tripulación tendrá que ultimar los preparativos antes de que mañana, a las 5.57, enciendan el motor del módulo de servicio para poner a la nave Apolo XI en una trayectoria hacia la Tierra.
ABC.es