Seleccione idioma

Spanish

Down Icon

Seleccione país

Spain

Down Icon

Las seis huidas de la familia Hijazi en Gaza: “Pensábamos que el último desplazamiento sería el definitivo, pero llegaron nuevas órdenes de evacuación israelíes”

Las seis huidas de la familia Hijazi en Gaza: “Pensábamos que el último desplazamiento sería el definitivo, pero llegaron nuevas órdenes de evacuación israelíes”

Al atardecer del miércoles, mientras el sol se ponía sobre el horizonte destrozado por las bombas en el sur de Gaza, Omar Hijazi descargaba sobre la arena las últimas pertenencias de su familia desde un camión destartalado. Mantas, unos tablones de madera y cuerdas enrolladas: materiales para construir una tienda improvisada en el campo de Al Mawasi, una estrecha franja costera al oeste de Jan Yunis que se ha convertido en un vasto y creciente campamento para los desplazados. Hijazi, de 35 años, se ha convertido en un nómada involuntario. Esta es la sexta vez que él y su familia se ven obligados a huir desde que comenzó la guerra, en octubre de 2023. “Pensábamos que el último desplazamiento sería el definitivo”, afirma. “Pero entonces llegaron las nuevas órdenes de evacuación israelíes”.

A principios de mayo, Israel lanzó lo que denominó Operación Carros de Gedeón, una ofensiva militar más intensa con el objetivo de desmantelar lo que el Gobierno de Benjamin Netanyahu considera la infraestructura de mando restante de Hamás, el movimiento islamista que gobierna en Gaza. La magnitud de la destrucción y el número de víctimas (al menos 54.000 palestinos, según el ministerio de Salud de la Franja) ha provocado una condena internacional sin precedentes.

Es como echar un dedal de agua sobre un incendio forestal. Necesitamos cientos de camiones al día, no gestos simbólicos

Iyad Al Saqa, director de ONG local

Tres días después de que el ejército israelí emitiera sus últimas advertencias a los residentes de Jan Yunis el 19 de mayo, Hijazi se rindió. Había esperado hasta última hora un alto el fuego que le evitara tener que buscar dinero para financiar otro desplazamiento. Pero, mientras los misiles seguían cayendo sobre Jan Yunis, acabó pidiendo prestados más de 300 dólares (263 euros) para pagar el camión, una suma imposible para alguien que lleva 19 meses sin trabajo, porque nadie puede trabajar como taxista en una Gaza bombardeada, sin carreteras y sin apenas combustible.

“Este ha sido el desplazamiento más duro”, dice Hijazi. “Hemos gastado hasta la última moneda, hasta la última gota de fuerza, tanto física como mental. Estamos muriendo aunque sigamos vivos”.

Su esposa, Malak, de 31 años, se acurruca cerca de él sobre un montón de ropa, demasiado débil para hablar mucho tiempo. Su hijo de cuatro años, Muhammad, se aferra a su padre. “¿Por qué nos obligan a vivir así? ¿Qué hemos hecho, nosotros civiles, para merecer esto?“, pregunta Malak, alzando la voz con angustia. ”¿Este es su plan, obligarnos a abandonar Gaza por completo?“.

Hemos gastado hasta la última moneda, hasta la última gota de fuerza, tanto física como mental. Estamos muriendo mientras seguimos vivos

Omar Hijazi

Los Hijazi son solo una de los miles de familias que ahora duermen sin refugio en el sur de Gaza. Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA), a fecha de 20 de mayo, el 81 % del territorio de la Franja se encuentra dentro de zonas militarizadas por Israel o ha sido objeto de órdenes de desalojo. “Se estima que unas 599.100 personas (el 29 % de la población) se han visto desplazadas de nuevo desde el 18 de marzo” cuando Israel puso punto final al alto el fuego en vigor, estiman los cálculos de la ONU. Solo entre el 15 y el 21 de mayo, 161.000 personas se vieron obligadas a huir y a intentar buscar un lugar más seguro.

Malak Hijazi ve el miedo cada día en los ojos de su hijo. “Antes se reía. Ahora apenas habla. Mira al cielo como si estuviera esperando que se nos cayera encima”, dice.

El hambre como arma

En el extenso campo de Al Mawasi, las familias hacen cola durante horas cerca de las tiendas de campaña de las organizaciones benéficas para recibir un plato de arroz, lentejas o pasta. Pero con el aumento diario de la población en esta zona, ni siquiera eso está garantizado. En un punto de distribución de alimentos visitado por EL PAÍS, la cola serpenteaba a lo largo de varias manzanas. Al mediodía, no quedaba nada.

Ahmed al Najjar, de 82 años, regresó a su tienda con las manos vacías. “Diez días sin pan”, dice, levantando la tapa de una olla vacía para mostrárselo a sus nietos. “No solo estamos desplazados. Estamos humillados, destrozados, mendigando migajas”.

Ahmed al Najjar muestra una olla vacía. Ha hecho cola para recibir alimentos, pero no lo ha conseguido.
Ahmed al Najjar muestra una olla vacía. Ha hecho cola para recibir alimentos, pero no lo ha conseguido.Mohamed Solaimane

Al Najjar huyó de Bani Suheila, una localidad al este de Jan Yunis, a principios de esta semana. Como muchos otros, se ha visto obligado a cambiar de refugio varias veces desde octubre de 2023. “Esto no es una guerra, es un exterminio. He vivido muchas guerras en Palestina, pero ninguna como esta. El hambre, los bombardeos, el desplazamiento... Es más de lo que cualquier ser humano puede soportar”, exclama.

Toda la población de la franja de Gaza, es decir, 2,1 millones de personas, se enfrenta a una inseguridad alimentaria aguda y cerca de medio millón va a estar en una situación catastrófica de aquí a septiembre si las condiciones de vida en la Franja no cambian, según las últimas cifras del índice que mide el hambre en las poblaciones y es elaborado por expertos independientes, a instancias de la ONU y otras organizaciones internacionales.

Desde el 2 de marzo, las autoridades israelíes impusieron un asedio total sobre Gaza e impidieron la entrada de cualquier tipo de suministro, incluidos alimentos, medicinas y combustible. El 18 de mayo, y gracias a la presión internacional, las autoridades israelíes permitieron que la ayuda humanitaria entrara a Gaza a cuentagotas. El organismo del Gobierno israelí que se ocupa de los territorios palestinos (COGAT) informó de que el viernes habían entrado en la Franja 83 camiones con “harina, comida, medicinas y material médico”. Es una cantidad insuficiente, vista la magnitud de las necesidades y sobre todo si se compara con los 500 camiones que entraban cada día a Gaza antes del inicio de esta guerra. En aquella época también se necesitaba asistencia humanitaria y bienes de primera necesidad, debido al bloqueo israelí, en vigor desde 2007.

Esto no es una guerra. Es un exterminio. He vivido muchas guerras en Palestina, pero ninguna como esta.

Ahmed al Najjar

“Es como echar un dedal de agua sobre un incendio forestal. Necesitamos cientos de camiones al día, no gestos simbólicos”, afirma Iyad Al Saqa, director de la Sociedad para el Desarrollo de Al Mawasi, una entidad humanitaria local. Según este responsable, más de 500.000 palestinos están hacinados en la zona de Al Mawasi. “No hay comida, agua potable, saneamiento ni electricidad. Y, sin embargo, la gente sigue llegando, decenas de miles más cada día”, lamenta.

No hay zonas seguras

Paralelamente, y a pesar de las afirmaciones israelíes de que Al Mawasi es una “zona segura”, hay datos de ataques cerca o dentro de esta zona. “Los bombardeos no cesan”, afirma Mohammed Abu Jarada, de 40 años, que huyó del norte de Jan Yunis con su esposa y sus dos hijas pequeñas. “Casi no salimos vivos del último ataque. Ahora estamos a la intemperie, sin tienda de campaña, sin comida y sin certeza de que sobreviviremos a la próxima noche”, afirma.

Abu Jarada, que antes de la guerra era herrero, lo ha perdido todo y teme que la situación siga empeorando. “Pero no tenía otra opción, tenía que huir para protegerlas”, dice, mirando a sus hijas mientras estas picotean migajas de pan duro.

Tiendas en el campo de Al Mawasi, donde cientos de familias buscan refugio luego de ser nuevamente desplazados por la nueva ofensiva de Israel que comenzó a principios de mayo.
Tiendas en el campo de Al Mawasi, donde cientos de familias buscan refugio luego de ser nuevamente desplazados por la nueva ofensiva de Israel que comenzó a principios de mayo.Mohamed Solaimane

El 19 de mayo, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) denunció los ataques recurrentes contra tiendas de campaña de desplazados y hospitales. Este patrón “indica que se está prestando poca o ninguna atención a la protección de la vida de los civiles en Gaza”, detallaron en un comunicado en el que mencionan “ataques deliberados e indiscriminados”. Según la ONU, desde el 1 de mayo de 2025, se han registrado una media de dos ataques al día contra tiendas de campaña de desplazados, que han causado la muerte de más de 160 personas, entre ellas más de 30 niños.

Éxodo masivo, sin refugio

“La magnitud de este desplazamiento forzoso es abrumadora”, afirma Al Saqa, director de la Sociedad para el Desarrollo de Al Mawasi. “Se trata de una limpieza étnica disfrazada de operaciones para garantizar la seguridad. No se puede obligar a los civiles a huir repetidamente, destruir sus hogares, matarlos de hambre y llamarlo defensa”, asegura.

Este responsable explica que su organización, activa desde 2002, ya no puede llevar a cabo ni siquiera las operaciones mínimas. “No hay material en el mercado, ni combustible, ni reservas de alimentos. Teníamos la esperanza de poner en marcha un proyecto financiado por España para proporcionar apoyo psicológico y alimentos a los niños, pero no encontramos lo básico para llevarlo a cabo”, detalla.

Porque para niños como Muhammad Hijazi, de cuatro años, o Dima Abu Jarada, de tres, la vida diaria es dormir en la arena y despertarse con las sirenas antiaéreas. Unicef calculó que un millón de pequeños en Gaza, es decir, prácticamente todos, necesitan apoyo psicológico y según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el trauma provocado por esta guerra se añade a otros, acumulados tras casi 18 años de bloqueo israelí y ofensivas militares.

Cuando se les pregunta qué es lo que más necesitan, las familias desplazadas en Al Mawasi responden de manera prácticamente idéntica: comida, refugio y que cesen los bombardeos. Pero, sobre todo, piden que se les vea como seres humanos. “No necesitamos compasión”, dice Al Najjar. “Necesitamos justicia. Y necesitamos que el mundo deje de fingir que no ve nada”.

EL PAÍS

EL PAÍS

Noticias similares

Todas las noticias
Animated ArrowAnimated ArrowAnimated Arrow