‘¿Hay algo que no esté en crisis?’: nuevas miradas sobre arte, tecnología y crisis contemporánea

¿Hay algo que no esté en crisis? (Siglo XXI), antología compilada por el artista Carlos Huffmann y el investigador Tomás Borovinsky, que lleva por subtítulo “arte y pensamiento en la era del cambio acelerado y sin fin”, tiene como origen las Terceras Jornadas de Arte y Estética denominadas “Fallas y fronteras. Disrupción y precariedad en el arte y el pensamiento contemporáneo” organizadas en la Universidad Torcuato Di Tella en noviembre de 2022.

En estos encuentros quince artistas e intelectuales realizaron sus intervenciones que compila el presente volumen, a saber: Thomas Moynihan, Margarita Martínez, Martín Plot, Rafael Toriz, Alejandro Galliano, Yuk Hui, Benjamin Bratton, Javier Villa, Cecilia Palmeiro, Nina Power, Graciela Speranza, Marcelo Faiden, Syd Krochmalny, además de los propios Huffmann y Borovinksy.
Dividido en tres partes (“Pensar el tiempo”, “Pensar los nuevos límites” y “Pensar el arte”), el libro, como toda antología, reúne posiciones heterogéneas, dispares y difícilmente convergentes desde una unidad común.
Quizá un elemento aglutinador de la diversidad de las posiciones sea, tal como sostienen los compiladores en la introducción, la emergencia de nuevas y silenciosas configuraciones conceptuales que dejan por detrás distinciones obsoletas entre lo natural y lo tecnológico o el gran arte y el arte popular para avanzar hacia una dinámica social y estética que al mismo tiempo que pone en crisis la idea del artista como aquel individuo que crea “contenido original”, paradójicamente, permite la irrupción de sensibilidades que caen en esencialismos identitarios.
El marco de la llamada “nueva normalidad”, noción de Bratton de la cual los antólogos se sirven, tal vez sea la forma más nítida para comprender la sensación permanente de riesgo y colapso, visibilizado en la pandemia, de un orden categorial que a todas luces ya resulta estéril para pensar el mundo y el arte del siglo XXI y que nos impulsa a recurrir a nuevas nociones e imágenes que permitan capturar el presente con mayor lucidez.
De las intervenciones de la primera parte se destaca el artículo de Borovinsky que partiendo del diagnóstico de la aceleración del tiempo en Occidente sitúa como el momento del gran reset a 1989 como el año del denominado “fin de la Historia” fukuyamista desde el cual se arriba al momento de la administración gubernamental por sobre el conflicto que fue seguido, contrariamente, por el agotamiento de esa etapa fría para pasar a un momento de calentamiento y aceleración potenciado por el 2020 pandémico.
En este sentido, como dice el autor: “Necesitamos un nuevo experimentalismo pluralista y democrático para enfrentar el caos que implica la crisis climática y la disrupción tecnológica”. Por su parte, el texto de Martín Plot se centra en la pregunta por Borges como pensador político, pero yendo más allá, dando cuenta del equilibrio entre la multiplicidad y el orden en lo borgeano, algo verificable, según marca Plot en la diversidad de recepciones del autor de Ficciones: la local desde la crítica literaria o la internacional (particularmente, la francesa) desde la filosofía (Foucault y Deleuze).
De este modo, lo antiperonista, que resulta un rasgo no menor en la mirada hacia nuestro Borges desde el Río de la Plata, se pierde en la concepción borgeana “desperonizada”, taxonómica y ontológica, que leemos en Las palabras y las cosas o en Diferencia y repetición.
En cuanto a la segunda parte, se trata de artículos donde se trabaja la cuestión del límite entre el concepto y la estética. Aquí los textos de Galliano sobre el realismo especulativo como el pensamiento de nuestro presente, de Yuk Hui en torno a la materialización del arte digital (en una lectura ciertamente hegeliana de los artistas conceptuales contemporáneos) y de Bratton interrogando el vínculo entre la “inteligencia” y la “artificialidad”, es decir, la idea de un discurso sin sujeto y una política de la simulación, resultan los más destacables.
De la última sección de la antología, centrada propiamente en la cuestión del arte, las perspectivas de Carlos Huffmann y Nina Power iluminan dos zonas muy atractivas. Por un lado, el primero destaca la producción de obras en el marco de la “alucinación digital” que lleva al procesamiento de experiencias sensibles desde el desafío de la IA, reconfigurando el lugar del artista como “creador de contenido original” y pensándolo como “acelerador” o “facilitador” de estas formas.
Por otro lado, es muy refrescante la recuperación de la figura del gran Diógenes de Sínope para pensar el arte contemporáneo desde “lo pícaro”, vale decir, la risa cínica, la provocación, el escándalo y el exhibicionismo son herramientas necesarias que tanto el artista como el crítico de arte deben incorporar para salir de la moralización y reconducir la experiencia estética desde la incomodidad y la valentía de la verdad propio del ejercicio de la parresía cínica frente al poder.

Bien dice Power: “la crítica debe tener el coraje de decir cosas indecibles, de habitar las zonas grises y las paradojas. Aprender de la filosofía, pero sin someterse a la disciplina, o aceptarla, pero lúcidamente”.
En definitiva, el compilado de Borovinsky y Huffmann habita en la tensión entre la producción de nuevos imaginarios estéticos y el cambio vertiginoso que parecería impedir toda posible fijación o invariante respecto del arte contemporáneo.
Quizá el desafío tanto para el pensamiento como para el arte en estos tiempos acelerados e inciertos residirá en desarrollar nuevos conceptos y perceptos que no caigan ni en lo identitario ni en la certeza buscada producto de la desesperación sino, por el contrario, en asumir el lugar de la crítica a las certidumbres banales (el dinero, el reconocimiento en redes sociales, la opinión pública). La belleza ya no proviene más del artista como genio sino más bien de una ascesis que se verifica en la relación tensa que se establece entre los cuerpos y los nuevos materiales del orden digital.
¿Hay algo que no esté en crisis?, de Carlos Huffmann y Tomás Borovinsky (Siglo XXI).
Clarin