Carta exagerada a Hidrogenesse

El pudor es una herramienta, y cuando uno escribe una película en la que el amor y el dolor campan a sus anchas ha de sentir miedo a a que el resultado esté estrangulado por el sentimentalismo. A mí me tranquilizaba tener claro que el amor y el dolor compartírían espacio con el misterio llegado de otros mundos, con el miedo de ver una calle cortada por la falta de información y el deseo (esto es importante) de recuperar la normalidad anodina junto a la persona amada, en vez de querer revivir una luna de miel. También me tranquilizaba saber de antemano que, durante la primera escena donde se cumplía ese ideal de rutina en pareja en forma de paseo por el centro, sonase El beso, de Hidrogenesse. Una canción de cuya letra no me podía apropiar (es una invocación del malogrado Alan Turing), pero que siempre me pareció desbordante de emoción sin recorrer ninguno de los senderos de las canciones de amor, sino en forma de conjuro electrónico proyectado contra cierta bóveda celeste.
El pudor es un obstáculo, y aunque Genís Segarra y Carlos Ballesteros llevaran tantos años pareciéndome inalcanzables en tantos sentidos, me alegro tanto de haberme atrevido a pedirles mucho más que una canción, que cubriesen toda la película con la misma delicadeza y mismo sentido de la belleza, y así librarme de golpe de todas las maldiciones que amenazan las bandas sonoras tradicionales. Como son un fetiche, también tuve el descaro de pedirles ser un objeto dentro de la película y que tocaran para todos nosotros (los presentes en el rodaje y los personajes de ficción) Escolta la tempesta, otra canción prodigiosa de la que, esta vez sí, podía robar la letra, convirtiéndola, sin cambiar una coma, en gran parte lo que quisimos contar con esta película.
El pudor de los otros es un misterio, y un día recibí la maravillosa noticia de que Beatrice Grannó, cantante italiana que, mira por dónde, protagoniza Daniela Forever, e Hidrogenesse iban a quedar una tarde en Roma para grabar una versión de ese mismo tema como cierre de la película y del disco con la banda sonora que acaban de editar bajo su sello discográfico, Austrohúngaro. El resultado es una hermosa venganza a título personal. Si yo quise hacer mía esta canción, ahora es ella la que se apropia de mí para siempre. Del recuerdo de todas las alegrías y todas las incertidumbes que me provocó esta película. De todo el amor y la tristeza que la inspiraron y embadurnaron. Nunca la escucharé sin que me atraviese por la mitad el orgullo y el placer de haber trabajado con Carlos y Genís. Y el estupor de que me hayan cedido un hueco en su historia, que lleva tiempo siendo leyenda.
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