Este es el botín robado en el Louvre (y podría ir a parar a los que disfrutan de lo invendible)
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“Los ladrones lo tenían bastante claro. Han ido a por piezas muy específicas y se han dejado otras incluso más valiosas como el Regente”. Lo cuenta a El Confidencial Ana Trigo, tasadora de arte, antigüedades y libros antiguos, autora de Joyas Malditas (La Esfera de los Libros) y que en noviembre publicará, precisamente, el ensayo Ladrones de arte (Ariel). Los expertos que han birlado las ocho piezas de la sala Apolo del Louvre -cayéndoseles la corona de Eugenia de Montijo por el camino- han ido a por joyas del siglo XIX, muchas de ellas pertenecientes a la época del Segundo Imperio, y dejándose otras mucho más antiguas y con no pocos diamantes. “Podría ser un robo encargo, sí, aunque hay que ver qué dicen las investigaciones”, asegura Trigo.
Esta experta que ha trabajado en galerías y casas de subasta internacionales conoce bien las obras que se han llevado y que además tienen una historia particular. En 1870, con la guerra franco-prusiana y la derrota de Francia, cae el Segundo Imperio. Los emperadores, Napoleón III y la española Eugenia de Montijo, salen al exilio y se declara la III República. Y todas sus joyas se quedan en Francia. Sin embargo, el nuevo Estado no sabía muy bien qué hacer con ellas ya que simbolizaban demasiado a la monarquía por lo que las sacan a subasta. Se quedaron con muy pocas piezas por su inmenso valor (como el Regente, el gran Mazarino o el Hortensia). Las que salen a subasta en 1886 son malvendidas. Entre ellas se encontraban todas las que han robado ahora y que habían sido recuperadas a lo largo del siglo XX gracias en gran parte a los esfuerzos económicos de la Asociación de Amigos del Louvre. Por eso volvían a refulgir en la sala Apolo de la gran pinacoteca francesa. Por eso habían vuelto a ser Patrimonio nacional. Habían hecho el viaje desde la monarquía a la subasta y vuelta al Estado (republicano).
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La más valiosa de las robadas es la corona que se les cayó en la huída. Según cuenta Trigo, fue realizada en 1855 para que la emperatriz Eugenia de Montijo la luciera en la Expo Universal de París de aquel año. Es de oro y cuenta con 56 esmeraldas y 1354 diamantes. Había sido recuperada por el museo en 1998.
Le sigue en valor la tiara de perlas y diamantes (también de Eugenia de Montijo) que había sido encargada por Napoleón III para su boda en 1853. Es obra del joyero Lemmonier y se convirtió en una de las joyas favoritas de Eugenia. Aparece con ella en numerosos retratos. Fue subastada por 78.100 francos (malvendida) y recuperada en 1992 por la Asociacion de Amigos del Louvre. Tiene muchísimos diamantes (4 o 5 quilates) de talla antigua que se han vuelto a poner de moda porque el anillo de boda de Taylor Swift también es de talla antigua.
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Después tenemos un broche lazo de corpiño. Tiene forma de lazo y se llevaban entonces en los vestidos antiguos con corsé. Se sujetaban ahí para atraer la mirada hacia las cinturas estrechas. Es una pieza de 1855 que creó el joyero François kramer. También perteneció a Eugenia de Montijo y regresó al Louvre de 2008 a través de Christie's que gestionó la venta en privado.
Otra de las piezas robadas es el broche de relicario. Es la única que no se vendió en la subasta de 1886 porque tiene forma de cruz, muchos diamantes que cuelgan y al ser un motivo religioso decidieron no venderla y reservarla. También era de Eugenia de Montijo.
Los ladrones se han hecho a su vez con un parure de zafiros, es decir, un conjunto de tres piezas: tiara, un collar y un pendiente (solo se conservó uno). Pertenecieron a la reina María Amelia de Borbón, esposa de Luis Felipe I y a Hortensia, la madre de Napoleón III. También fue subastado y se recuperó para el Louvre en 1985.
Por último, se han hecho con el conjunto de esmeraldas de Maria Luisa, la segunda esposa de Napoleón I. Es un collar y los pendientes, obra del joyero de la corte François Nitot, y ejemplo de la época Imperio. Fue el regalo de bodas de Napoleón a Maria Luisa. Regresó al Louvre en 2004.
La única manera de recuperarlas enteras es que se pida un rescate por ellas
Para Trigo, además del posible encargo, pueden ocurrir otras dos cosas con estas piezas robadas que tal y como están son “invendibles” porque nadie las va a comprar en el mercado legal. Una de ellas es que se destrocen y salgan piezas por separado. La otra, que se pida un rescate por ellas. Sería la única manera en la que se podrían recuperar enteras. Pero si han sido por encargo y entran en el mercado negro pueden acabar en manos de lo que los británicos llaman gloater. No tiene una traducción concreta en castellano pero define a aquellas personas que disfrutan de poseer algo en exclusividad aunque nadie más lo pueda ver o solo unos pocos. Para este tipo de personas quizá esté destinado este alucinante robo.
“Los ladrones lo tenían bastante claro. Han ido a por piezas muy específicas y se han dejado otras incluso más valiosas como el Regente”. Lo cuenta a El Confidencial Ana Trigo, tasadora de arte, antigüedades y libros antiguos, autora de Joyas Malditas (La Esfera de los Libros) y que en noviembre publicará, precisamente, el ensayo Ladrones de arte (Ariel). Los expertos que han birlado las ocho piezas de la sala Apolo del Louvre -cayéndoseles la corona de Eugenia de Montijo por el camino- han ido a por joyas del siglo XIX, muchas de ellas pertenecientes a la época del Segundo Imperio, y dejándose otras mucho más antiguas y con no pocos diamantes. “Podría ser un robo encargo, sí, aunque hay que ver qué dicen las investigaciones”, asegura Trigo.
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