Saltan las alarmas tras el robo en el Louvre: ¿hay riesgo de sustracción en el Museo del Prado?
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El espectacular robo de las joyas napoleónicas en el Museo del Louvre ha dejado perplejo al mundo y ha sacudido al ámbito del arte. La madrugada del domingo, un grupo de ladrones accedió a la Galería Apolo a través de una zona en obras, empleando una plataforma elevadora y herramientas eléctricas para cortar una ventana. En apenas cinco minutos lograron sustraer nueve piezas históricas de valor incalculable, entre ellas un collar, un broche y una tiara que pertenecieron a la emperatriz Eugenia de Montijo.
El golpe, ejecutado con precisión milimétrica, recuerda a los métodos de las bandas organizadas que operan en Francia desde hace años. Aprovechan las rehabilitaciones o los cambios estructurales en los edificios para planificar entradas rápidas y fugas inmediatas. La magnitud del suceso ha generado una ola de preocupación que ha traspasado fronteras, llevando a muchos a realizarse una inquietante pregunta: ¿podría ocurrir algo similar en el Museo del Prado o cualquier otra pinacoteca española?
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En España, los grandes museos cuentan con protocolos avanzados y medidas de seguridad tecnológicamente sofisticadas, pero el robo del Louvre ha servido para poner a prueba la confianza en estos sistemas. Expertos consultados, como José María Luzón, exdirector del Museo del Prado, aseguran que “sería inimaginable” que algo similar ocurriera en Madrid. “Tenemos muchas medidas de seguridad. Unas se ven, otras no”, explicaba recientemente. Luzón subraya la existencia de una coordinación estrecha entre el museo y las fuerzas de seguridad del Estado, además de sistemas tecnológicos de protección que, por motivos de confidencialidad, no se detallan públicamente.
El Prado y sus viejos fantasmas de inseguridadPocos recuerdan que el Museo del Prado, símbolo del patrimonio cultural español, no siempre fue una fortaleza inexpugnable. En los años sesenta, dos periodistas llevaron a cabo una arriesgada “hazaña periodística” para denunciar la falta de medidas de protección del museo. Con un notario como testigo, planearon extraer un cuadro para demostrar lo sencillo que era sustraer una obra. Uno de ellos accedió al interior del edificio y descolgó una pintura; el otro, vestido con mono de albañil, aguardaba con una escalera junto al Paseo del Prado para recibir el lienzo, mientras un fotógrafo capturaba la escena.
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Aquel episodio no terminó en delito, pero sí evidenció una debilidad que empujó a reforzar la seguridad del museo. Décadas más tarde, la institución cuenta con controles exhaustivos: cámaras de última generación, arcos detectores, vigilancia presencial y protocolos actualizados frente a emergencias. Los expertos coinciden en que el Prado aprendió de sus errores y se ha convertido en un referente internacional en materia de protección artística.
Hoy, sus medidas incluyen no solo barreras visibles para el visitante, sino sistemas de alarma internos, detección de movimiento y supervisión permanente. Además, las colecciones más valiosas se encuentran en espacios vigilados físicamente las 24 horas, siguiendo las normas del Consejo Internacional de Museos (ICOM).
Un patrimonio bajo vigilancia constanteEl riesgo cero no existe, pero España ha avanzado de forma notable en la prevención del tráfico ilícito de arte. Operaciones como Pandora, liderada por la Guardia Civil en colaboración con Europol e Interpol, han permitido recuperar miles de bienes culturales en los últimos años. Los museos nacionales revisan de forma continua sus protocolos y aplican simulacros cronometrados para detectar vulnerabilidades.
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Sin embargo, los expertos recuerdan que el mayor peligro no siempre está fuera. Algunos casos, como el del robo del Códice Calixtino en la Catedral de Santiago, demostraron que las amenazas internas son igualmente preocupantes. “En los museos, a veces las piezas desaparecen desde dentro”, advierten voces del sector.
Otros museos españoles bajo el focoEl robo en el Louvre ha obligado a reflexionar sobre la seguridad en el resto de instituciones culturales del país. El director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, Guillermo Solana, ha asegurado que su pinacoteca “no tiene ninguna razón especial” para reforzar la seguridad tras los sucesos de París. El centro dispone de arcos de detección, máquinas de rayos X y un sistema de vigilancia presencial en todas las salas, algo que —según él— se mantiene “por acuerdo original entre la familia Thyssen y el Gobierno español”.
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El Museo Arqueológico Nacional, por su parte, protege piezas únicas como el Tesoro de Guarrazar o el Tesoro de Aliseda con protocolos que incluyen cámaras acorazadas y medidas antirrobo específicas. Este tipo de colecciones, formadas por objetos pequeños y de gran valor, son especialmente vulnerables, por lo que su seguridad se revisa con frecuencia y bajo estándares internacionales.
En el Palacio Real de Madrid, donde se conservan las joyas de la Corona y las “joyas de pasar” de la Casa Real, la custodia se realiza en dependencias de alta seguridad. Aunque parte de las piezas están expuestas en la Sala de la Corona, otras permanecen guardadas en cámaras acorazadas, a las que solo se accede en actos oficiales.
Aunque los museos españoles pueden presumir de ser seguros, los expertos insisten en que la seguridad absoluta es una quimera
El espectacular robo del Louvre ha servido, al menos, para reavivar un debate que parecía dormido: la fragilidad del patrimonio europeo frente a la audacia del crimen organizado. España, por el momento, puede presumir de museos seguros, aunque los expertos insisten en que la seguridad absoluta es una quimera. Tras lo ocurrido en París, el reto no es solo blindar las vitrinas, sino mantener la vigilancia constante sin que los visitantes dejen de disfrutar del arte. Porque, si algo ha quedado claro, es que la historia del arte sigue siendo, también, una historia de ladrones y guardianes.
El Confidencial