Gran ovación a Sabina Puértolas tras sustituir ‘in extremis’ a Nadine Sierra en ‘La traviata’

“Cantar La traviata”, al margen de la expresión irónica y coloquial, es una empresa de enorme dificultad. La soprano española Sabina Puértolas lo sabe bien, ya que anoche interpretó La traviata de su vida en el Teatro Real, donde sustituyó en el último momento a la estrella estadounidense Nadine Sierra, afectada por una indisposición en las cuerdas vocales a causa del calor seco de Madrid. Puértolas había interpretado este popular título de Giuseppe Verdi por última vez en el Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera en mayo de 2024, pero anoche salió al escenario del coliseo madrileño sin ensayo previo y tras visualizar una filmación de la exigente producción escénica de Willy Decker.
La soprano aragonesa (Zaragoza, 52 años) no es ninguna desconocida para el público del Teatro Real, pues ha participado en once producciones desde su debut en 2006 como Rosita en Luisa Fernanda, de Moreno Torroba. Sin embargo, es una cantante con una valentía y versatilidad asombrosas a la hora de afrontar el reto que supone sustituir a una colega en una producción.
Lo hizo en 2019 con Brenda Rae en L’elisir d’amore de Donizetti, y también con Lisette Oropesa en Il turco in Italia en 2023. El evento más parecido al de anoche lo protagonizó en enero de 2018, cuando sustituyó a Lucy Crowe en la producción de David McVicar de Rigoletto de Verdi en el Covent Garden de Londres. “En aquella ocasión me llamaron cuando estaba comprando unas botas de fútbol para mi hijo en el Carrefour, que se le habían roto, y en pocas horas estaba subida en un avión de camino a Londres”, recordaba la cantante por teléfono este lunes por la mañana.
En este caso, la cancelación de Nadine Sierra no se confirmó hasta este domingo, el mismo día de la función, a las 12:30 del mediodía. En ese momento, Puértolas acababa de llegar al aparcamiento de la Plaza de Oriente desde su casa en Villafranca del Castillo, a media hora de Madrid. “Me llamaron la noche anterior para decirme que Nadine no se encontraba bien, pero yo estaba convencida de que al final no cancelaría”, prosigue la soprano, que ayer tenía previsto volar a Nueva York en compañía de su marido, comandante de Air Europa.
Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, explicaba a esta mañana por WhatsApp todos los detalles de la sustitución. “Habíamos convocado a Sabina por la mañana para un ensayo al piano y, tras confirmarse la cancelación de Nadine, se organizó un ensayo de escena. Tuvo que aprenderse la complicadísima producción en un tiempo récord. Es impresionante su capacidad de trabajo”, reconoce. La cantante añade que no conocía la producción y que la asistente del director de escena le dio unas pautas sobre el escenario mientras le ajustaban el vestuario: “Después pedí que me dejaran dormir media hora con mi mantica. Cuando desperté, a las cuatro, comí un mini de jamón y una manzana, ya que tenía el estómago cerrado. Luego me dediqué a ver el DVD de la producción de Salzburgo que cantó Anna Netrebko”.

Matabosch se deshace en elogios hacia la cantante: “Ha logrado convertir la decepción del público por no estar en el escenario la artista anunciada en un triunfo personal apoteósico. No hay elogios suficientes para hacer justicia a lo que ha hecho”, admite. El ambiente antes de la función no era el más propicio, ya que muchos espectadores se enfadaron al enterarse de la cancelación de Nadine Sierra. “Yo había venido por ella y para verla con Juan Diego Flórez”, aseguraba una espectadora indignada desde un palco.
De hecho, el Teatro Real evitó el anuncio por megafonía y tampoco se incluyó una nota al respecto en el programa de mano; todo se limitó a un comentario en la web, un comunicado a los abonados y una indicación en las pantallas de subtítulos donde se leía: “La soprano Nadine Sierra sufre una indisposición que le impide participar en la representación. El papel de Violetta lo interpretará Sabina Puértolas. El Teatro Real le agradece su disposición para incorporarse a última hora”.
Comienzo con nerviosPuértolas comenzó el primer acto, en el que aparece sobre el escenario desde el inicio del preludio, visiblemente nerviosa. Sin embargo, esta es la parte del papel más adecuada para su voz lírico ligera, y fue capaz de sortear las dificultades del movimiento escénico con la ayuda del coro y de su compañero, el tenor Juan Diego Flórez, que cantaba su tercera y última función como Alfredo. El gran cantante peruano quizá no tiene el timbre ni el volumen idóneos para ese personaje, pero lo llevó a su terreno belcantista y fascinó al público con fraseos y matices admirables, desde el inicio del dúo con Violetta del primer acto, Un dì, felice, eterea. Por su parte, Puértolas se mostró vocalmente segura en la cabaletta final, que coronó con el famoso mi bemol sobreagudo que Verdi nunca escribió, pero que suele ser un buen cierre para animar al público.

Durante el descanso tras el primer acto, todavía se escuchaban por los pasillos las quejas de algunos espectadores que preguntaban por el nombre de la sustituta. Sin embargo, durante la hora y media del segundo y tercer acto, que en esta producción se interpretan sin pausa, Puértolas terminó de convencer a todos, quizá en la parte del personaje más spinto y menos adecuada para su voz. “En realidad, debuté como Violetta en 2001, pero he cantado muy pocas traviatas, a diferencia de Gilda de Rigoletto. La canté en 2012 en Lieja, en 2024 en Jerez y ahora en el Teatro Real. Es un personaje que considero muy cercano, pero todavía estoy en shock y no me creo lo que ha pasado”, reconocía la cantante.
En la primera escena del segundo acto, la química teatral con Flórez funcionó mucho mejor. Pero, a continuación, en su extenso y dramático dúo con Germont, la cantante aragonesa comenzó a recrearse en el legato y en su manejo del pianísimo, ayudada por la magnífica proyección acústica que tiene la escenografía semicircular blanca de Wolfgang Gussmann. Ella fue lo mejor de ese acto, con un excelente Amami, Alfredo, muy por encima de Flórez y del barítono albanés Gëzim Myshketa, un Germont de voz cálida y redonda en el centro, que fue muy aplaudido a pesar de los problemas que exhibió en el registro agudo. Pero también de la aburrida dirección del maestro húngaro Henrik Nánási desde el foso.
Puértolas se echó sobre los hombros el resto de la representación con un aplomo admirable y convirtió el tercer acto en algo difícil de olvidar. Su interpretación del aria Addio del passato, exquisitamente dolente e pianissimo, y especialmente la segunda estrofa, con una modulación dramática ideal, impactó al público del Teatro Real. Poco importaron aquí las leves imprecisiones en el texto o que se precipitara en una entrada, pues su interpretación elevó el pobre acompañamiento orquestal con una entrega que el público supo premiar con una de las ovaciones más largas que se recuerdan en el coliseo madrileño. La cantante española no pudo evitar salirse del personaje y, llorando, agradecer de pie los aplausos y bravos que, durante casi cinco minutos, fueron atronadores.

“Fue un momento impresionante, ya que me preguntaba desde el suelo si era real lo que estaba pasando”, recordaba la cantante. “Creo que el maestro quería que hiciéramos un bis, pero yo no podía verlo porque estaba llorando”. Y prosigue con más detalles: “Nunca había cantado la segunda estrofa de esa aria, pues suele suprimirse y me aprendí el texto poco antes de salir a escena. Una auténtica locura. De hecho, suelo ponerme para cantar una cinta de la Virgen de Covadonga, y pedí que me la añadieran al vestuario, pues iba a necesitar toda la ayuda del mundo”.
Puértolas agradece la ayuda de todos los integrantes del coro y los solistas, que la asistieron en todo momento, pero tiene unas palabras especiales para el personal técnico del coliseo madrileño: “Una de las cosas que más me emocionaron fue que vinieran al final a aplaudirme todos los técnicos, pues para mí es tan compañero quien canta conmigo como quien me maquilla o me pone una taza en el escenario”.
EL PAÍS