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La biblioteca de Frederic Amat: una constelación de amigos

La biblioteca de Frederic Amat: una constelación de amigos

La describe como una biblioteca expandida, porque la casa de Frederic Amat –que compró al volver de Nueva York en 1989 y tiene una fachada llena de cuernos encastados (él es tauro)– también es su estudio, “y la biblioteca está en todas partes”. Bajo una mesa con libros que está leyendo, en una cesta con limones, dormita un gato de diecisiete años. Da la bienvenida el perro Argos, el único que reconoció a Ulises al volver a Ítaca en la Odisea , “la primera gran novela de Occidente”, dice Amat. En el 2010 le ofrecieron ilustrar la versión de Carles Riba y sintió que le hacían un doble regalo; su padre, a quien solía acompañar al mercado de Sant Antoni, le dio la edición de la Bernat Metge cuando tenía la edad que ahora tiene el gato.

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La fachada de cuernos encastados de la casa de Frederic Amat

Àlex Garcia / Propias

El jardín conecta los diferentes espacios de la casa. En uno, Amat pinta frente a un ventanal asomado a Barcelona, en otro hace libros con la diseñadora mexicana Estela Robles, con quien tiene dos hijos. Fuera, de la boca de una rana de piedra, brota agua si la acaricias.

“Hay que enseñar el misterio, pero nunca explicar el secreto”, comenta al subir una escalera con pinturas de Keith Haring, fotos de Colita, un cartel firmado de Robert Motherwell, una reproducción de La ventada del somni , de J.V. Foix, “son amigos que me acompañan”. Arriba, de diseño propio, la biblioteca tiene un tragaluz para que el sol no deteriore los libros. Aquí lee y escribe. En las colecciones heredadas de su padre, un punto de oro en el lomo de los que fueron sus preferidos.

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Frederic Amat en su biblioteca

Àlex Garcia / Propias

A Amat el orden alfabético no le sirve: “Esto es un cosmos de constelaciones con sus propios magnetismos”. Frente a Llull, el Rector de Vallfogona, Woolf y Verdaguer, hay un infinito dedicado al “maestro Lorca, que me marcó como un tatuaje”. La primera edición de Poeta en Nueva York que hizo Bergamín, publicada en 1940; Poema del cante jondo , Bodas de sangre : “Más que fetichismo, es un amor profundo”. Para él fue un lujo llevar a la pantalla Viaje a la luna en 1998, el único guion que hizo Lorca. Aquí están los dibujos de la storyboard y los bocetos de Amat para la escenografía de El público , estrenada en Milán en 1986 bajo la dirección de Lluís Pasqual.

Cine, fotografía, arquitectura, Picasso, Miró. “Todo esto es Brossa”, muestra. Hicieron juntos Tal i tant y el poeta le dedicó Frègoli ; cuando Tàpies lo visitó, le puso una dedicatoria en el mismo libro. Son su academia, “yo soy fruto de esto; he tenido la suerte de tener muy buenos interlocutores”. Conoció a Octavio Paz y a su mujer Marie-Jo mientras preparaba una exposición en 1978; su amistad duró hasta que murieron. El poema Blanco le fascina y lo llevó a escena con las voces de Mario Gas, Lluís Homar, Paco Ibáñez y el propio Paz.

Breve autobibliografía parcial

De una palabra a la otra: los pasos contados, de Octavio Paz, dedicado a Pere Gimferrer, con prólogo de Aurelio Major (Vaso Roto)Encuadernadas por su padre, las felicitaciones que J.V. Foix enviaba a familiares y amigos ilustradas por Dalí, Mompou, Guinovart, Obiols, Tàpies, Miró, entre otros; fue la primera colaboración de Amat con Foix, en 1972, dedicada a la memoria de Gabriel Ferrater, que murió ese año (existe el facsímil Ho sap tothom i és profecia. Nadals, Caps d’Any, Natalicis)Las mil y una noches (Galaxia Gutenberg), “una de las grandes experiencias editoriales de mi vida”; Iluminaciones, Arthur Rimbaud (Galaxia Gutenberg); L’odissea, Homero (Enciclopèdia)What is poetry?, Lawrence Ferlinghetti (City Lights); Tal i tant, Joan Brossa (Polígrafa); Historia naturae (Vegap)Setenta y tres páginas 73 de setenta y tres libros que Estela Robles ama

“Otro grande es Alejandro Rossi, y también Guillermo Cabrera Infante”. Están Robert Walser, Marguerite Duras, el Manifiesto Dadá, cubiertas que Amat ha hecho, obras conjuntas con otros autores. “Ahora lo importante es labrar y plantar; ya llegará el tiempo de la cosecha”.

No solo en los libros. También en cada objeto hay una historia. Por ejemplo, en su escuela no daban medallas, el reconocimiento era una piedra con una placa: “A mí me la dieron por ser quien era”. Antes iba a otro centro donde le hacían tocar la corneta (que también conserva), pero allí era un niño triste. En la experimental Betània-Patmos tenía un profesorado de lujo, “y eso me cambió la vida”. Quien había detrás era Emili Teixidor. Guarda carpetas con postales suyas, artículos que le escribió, un retrato que le hizo.

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El ventanal del estudio de Frederic Amat asomado a Barcelona

Àlex Garcia / Propias

Muchos libros tienen documentos entre sus páginas, las necrológicas de los autores. Durante el confinamiento, Amat ordenó el contenido de unas cajas, algunas llevaban cerradas más de medio siglo. Al abrirlas, lo primero que le llegaba era el olor. De India, o de Oaxaca. Sacaba fotos y correspondencia al azar, y era un viaje: “Yo soy lo que fui”, dice, “yo soy fui; y lo más divertido es que aún no he sido”.

Quemó algunas cosas, creó Papers de cendra . Aparecieron sus apuntes de geometría descriptiva y se hizo un traje. Al cumplir 73 años, Estela le regaló la página 73 de setenta y tres libros que ama. Amat dice que necesitaría días de 48 horas y lamenta: “¡No acabaremos esta biblioteca en una tarde!”. Porque es el retrato de su obra y de su persona, “el cultivo de toda una vida cuyo testimonio son los libros”, concluye: “Es una constelación de amigos”.

lavanguardia

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