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La familia y otros animales

La familia y otros animales

En uno de los sofás de la librería Finestres, un canapé de color verde victoriano que sería una ensoñación en el salón de casa, se acomoda un señor calzado con brogues, esos zapatos de cordones tipo Oxford, con pequeñas perforaciones en la puntera y los laterales, a quien aludimos porque lanzará una pregunta clave al final de la velada. Estamos a miércoles. La representación de la editorial Anagrama – Silvia Sesé, Isabel Obiols, Maria Teresa Slanzi – y el público desplegamos las antenas para captar todos los matices de un motivo literario inagotable: la familia. Apoyo emocional y un plato de macarrones sobre la mesa, sí, pero también reproches y esas heridas, ay, que tal vez nunca cicatrizan.

Llucia Ramis coloca sobre el tapete tres de sus referentes en la materia: José Carlos Llop (“cada familia es el mundo”), Ignacio Martínez de Pisón (“los crímenes familiares no prescriben”) y Natalia Ginzburg (cada clan articula un léxico intrínseco con el que interpreta el mundo). A partir de ahí, la escritora desbroza mediante preguntas los caminos que conducen hacia el meollo de Los ilusionistas, la nueva novela de Marcos Giralt Torrente, donde el autor ajusta cuentas, por así decirlo, con la rama familiar materna; o sea, la estirpe que viene del abuelo Gonzalo Torrente Ballester, un hombre complejo que, desde Madrid, escribía a diario cartas de encendido erotismo a su primera mujer, Josefina Malvido, quien permaneció en Galicia a cargo de los cuatro hijos. “Llegaron a quedar a medio camino para poder acostarse”, confiesa el nieto.

Giralt Torrente ahonda en las sombras de su linaje durante la presentación de ‘Los ilusionistas’

Al enviudar, el autor de Los gozos y las sombras, el abuelo tótem, funda una nueva familia, que dio siete vástagos, desentendiéndose de la camada previa. Ahí se esconde la almendra del asunto: cómo aquellos cuatro primeros hijos, los ilusionistas, desarrollaron vidas a salto de mata –el tío Gonzalo atracó bancos– aun cuando fueron cultos, carismáticos y guapetones. El desclasamiento. Es por eso por lo que, en el turno de preguntas, el caballero de los zapatos con agujeritos lanza un dardo a Giralt Torrente: “¿Ha probado usted el psicoanálisis?”. Pues no, porque cuesta una pasta y porque quizá funciona mejor la literatura, que formula preguntas en lugar de responderlas.

Cuando la familia se tambalea, cuando la pareja se descuajaringa, ahí llegan al rescate (o no) los amigos, esos seres “con quienes no necesitas estar explicándote continuamente”. ¡Bingo! Anoto la frase en la libreta durante la celebración, el lunes, de un sarao en torno al ensayo La passió dels estranys, de Marina Garcés, una fiesta de exaltación de la amistad, ese vínculo para el que no hemos construido institución alguna, a decir de la filósofa. Se suceden sobre el escenario el periodista Xavier Grasset , el escritor Pol Guasch , la pianista Clara Peya y la cantante Lídia Pujol en un evento cuyos beneficios se destinan a Xamfrà, entidad que trabaja para la inclusión social a través de las artes escénicas. Más de 300 personas congregadas en la sala Paral·lel 62, en lo que fue en su día Studio 54 –¡qué torrente de recuerdos!–, en ausencia del editor de Galaxia Gutenberg, Joan Tarrida, a quien ocupan en Madrid otros asuntos. Ya se sabe: cuando el gato no está, los ratones bailan.

Marcos Giralt Torrente y Llucia Ramis durante la presentación el miércoles en Finestres

Andrea Martínez

“Yo os pido un poco de amistad y ese mínimo de respeto que hace posible la convivencia entre personas durante algunas horas”, dijo a sus supuestos alumnos Juan de Mairena, heterónimo de Antonio Machado, a quien, por cierto, se rindió homenaje el miércoles en la biblioteca Guinardó–Mercè Rodoreda. La Red de Ciudades Machadianas convocó, entre otros, al catedrático Manuel Aznar Soler ; a Monique Alonso, creadora de la fundación del poeta en Cotlliure; y al periodista Josep Playà Maset , quien disertó sobre los últimos días del poeta en Barcelona y sus columnas en esta cabecera antes de partir hacia el exilio. Un viaje sin retorno.

lavanguardia

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