Materialistas: La comedia romántica y la madre que la parió (****)

La comedia romántica es de todos los géneros cinematográficos el más denostado, el más peligroso, el más machista, el más idiota y, por todo lo anterior, uno de los más disfrutables por sencillamente insoportable. Sí, aceptémoslo, un placer es mucho más placentero si, además, es pecado mortal. El truco, por así decirlo, es el grado de implicación. Se trata de admitir la mentira, aceptar las reglas del juego (es nada más que eso) y dejarse engañar. Digamos que de todas las modalidades de cine, la romcom (comedia romántica en abreviatura boba) es la más consciente del embuste que encarna, representa y relata. Y, pese a ello o por ello, todo su valor y sentido reside en su capacidad para convencernos de que lo que sucede en la pantalla debería ser verdad. No es tanto la formulación de un deseo, que también, como la representación de la propia facultad de desear, del deseo mismo. En cualquier otra modalidad de cine, el engaño es evidente y se diría que es usado como un bálsamo por el espectador. Nadie que contempla una comedia o una película de terror se las cree del todo. Sería demasiado vergonzoso o demasiado insoportable. En la comedia romántica, sin embargo, el mecanismo de identificación lo es todo. Hay que creérselas, pese a que sepamos que no es verdad. Y así.
Materialistas es comedia romántica, aunque en verdad sería más justo llamarla metacomedia romántica. Es decir, la nueva película de Celine Song es, en sentido estricto, una comedia romántica sobre la propia posibilidad del romanticismo o, apurando, sobre la posibilidad de la comedia romántica como género a fecha de hoy cuando ya sabemos, como le escuchamos hace poco a Blanca Lacasa, que Pretty Woman es, en verdad, una película de terror. La gracia, sentido y oportunidad de la película de la directora canadiense de origen coreano consiste básicamente en reducir al absurdo las reglas que han presidido la romcom antes incluso de que Hugh Grant empezara a balbucir chistes de solteros. Y desde ahí --desde la aceptación compartida de que eso del amor romántico no es más que la invención más torpe, cruel y perniciosa del patriarcado cutre, cursi y rancio que, en sentido literal, nos parió--, Materialistas propone un cuento de hadas increíble que, en verdad, no es más que la exaltación de, en efecto, la propia comedia romántica. Le pierde un poco y le resta en emotividad (pilar de todo esto) la propia brillantez del planteamiento, pero ahí queda.
La película, para sorpresa de la concurrencia, arranca en la prehistoria de manera literal. Allí, una mujer y un hombre, los dos velludos, se aman. Y lo hacen como pueden. Es decir, a lo bruto, sin ser conscientes de que para amarse haya que haber leído antes Romeo y Julieta o haber contemplado mil veces Historias de Filadelfia o La boda de mi mejor amigo. Acto seguido saltamos a un presente plagado de estrellas de la Marvel (Dakota Johnson, Pedro Pascal y Chris Evans) en el que una arreglacitas profesional (también conocida como matchmaker, casamentera o celestina de toda la vida) vive en sus propias carnes los rigores de su profesión. Ella, que sabe perfectamente que eso de emparejarse es una cuestión estrictamente financiera, asistirá estupefacta a que las cosas no son tan deducibles como parecen. Cuidado que la película no es una tesis doctoral. Es, ya se ha dicho, una comedia romántica y, por tanto, se trata de admitir la mentira de todo, de absolutamente todo.
La virtud de la nueva propuesta de la directora de la soberbia, preciosa y precisa Vidas pasadas consiste en dejar todo a la vista. En explicar con gracia, ingenio y sentido de la fatalidad que todo eso que creíamos que era el amor no es más que una herramienta más del Excel y que, sin embargo, hay algo que se escapa del cuadrante. No sabemos qué ni por qué ni siquiera para qué, pero algo hay. Y ese algo conserva la suficiente impredecibilidad, duda y sospecha para, como poco, resultar interesante. Sí, ya no hablamos del amor como exaltación sino más bien como consuelo, pero, y aquí el quid, seguimos hablando de él.
Bien es cierto que a Song acaba por deslumbrarle su propia premisa hasta el punto de hacer que asuntos tan básicos como la verosimilitud o, ya se ha dicho, la emoción se resientan. Por momentos, da la impresión de que la directora no se cree del todo lo que está contando. Pero, por otro lado, y aquí sí que no queda otra que entusiasmarse, Materialistas discurre por la pantalla con una extraña y profunda ligereza entre naif y algo venenosa capaz de hacer que tiemblen las convicciones más firmes sea a favor o en contra tanto del género como del propio romanticismo. Y es ahí, en la madre que parió a la duda culpable, llamémoslo así, donde se hace grande y hasta enamora.
El resultado se antoja tan rigurosa y conscientemente falso que no queda otra que creérselo. Sin duda, la metacomedia romántica del año, de éste y de cualquier otro.
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Directora: Celine Song. Intérpretes: Dakota Johnson, Pedro Pascal, Chris Evans, Marin Ireland. Duración: 109 minutos. Nacionalidad: Estados Unidos.
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