Ser uno mismo… y fracasar en todo lo demás
%3Aformat(jpg)%3Aquality(99)%3Awatermark(f.elconfidencial.com%2Ffile%2Fbae%2Feea%2Ffde%2Fbaeeeafde1b3229287b0c008f7602058.png%2C0%2C275%2C1)%2Ff.elconfidencial.com%2Foriginal%2F10a%2Fdf8%2F238%2F10adf82383b075b8d7428173223e4c4e.jpg&w=1920&q=100)
El mayor acto de coraje acaso consista en ser uno mismo cuando todo conspira para lo contrario. Lo sabían —sin necesidad de formularlo— los personajes que desfilan por
No figuran en estas páginas héroes oficiales ni mártires de manual. Alvi reúne una constelación de erráticos sublimes: el jefe apache —Gerónimo— que sobrevive convertido en atracción de feria; el general alemán —Von Zeppelin — que pretendía envolver las nubes con tela; el aristócrata francés —el conde de Saint Germain— que pretendió convertir la alquimia en el camino hacia la inmortalidad. Cada biografía celebra la anomalía con la misma naturalidad con que otras consagran la obediencia.
Entre los perfiles más insólitos aparece Florence Foster Jenkins, la soprano sin voz, emperatriz del desafine, icono involuntario de la honestidad artística. Llenó teatros cantando con más fe que oído. No fue víctima del ridículo, sino su soberana. Cantaba convencida de su don, ajena a la burla, protegida por una autoestima inquebrantable. Mientras el público se reía, ella se consagraba. Terminó ovacionada. No por cómo cantaba, sino por haber cantado a pesar de todo.
Las hermanas Fox fundaron sin quererlo el siglo de los espíritus. Se comunicaban con los muertos mediante golpes en la mesa. Simularon el prodigio y crearon una religión. Más tarde confesaron el engaño, pero ya habían puesto en marcha un delirio colectivo imparable. El espiritismo ya no les pertenecía. Habían sido el canal. La impostura resultó más fecunda que muchas revelaciones verdaderas. El mundo las creyó, y en ese acto de fe quedó sellado su lugar en la historia.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F8c4%2F3b3%2F104%2F8c43b31043ddecab274df938d19b69d7.jpg)
Gene Tunney representa un caso opuesto. Su excentricidad no radicaba en el exceso, sino en la disciplina. Campeón mundial de los pesos pesados, boxeador refinado, lector de Shakespeare y de Marco Aurelio, Tunney convirtió el cuadrilátero en un templo del autocontrol. Jamás perdió los nervios ni la compostura en el ring. Su violencia era una sinfonía. Su rareza consistía en no parecer un luchador, en practicar un arte noble con espíritu de erudito. Vivió como pensaba y golpeó como escribía.
La extravagancia de Frederick Rolfe, más conocido como el Barón Corvo, reviste un tono diferente. Su delirio fue clerical, vengativo, visionario. Se creyó víctima de conjuras vaticanas. Soñó con ser papa. Escribía cartas en latín pidiendo limosna y redactaba novelas como venganzas.
En la fantasía novelada de
Lo que en otros habría sido impostura, en ellos fue esencia. No actuaban. Eran
Todos estos retratos comparten una cualidad: la intransigencia con lo convencional. Ninguno de estos personajes pretendía provocar. Tampoco buscaban atención ni ruptura. Su diferencia era estructural, constitutiva, irrenunciable. Lo que en otros habría sido impostura, en ellos fue esencia. No actuaban. Eran.
La mirada de Alvi no es condescendiente ni irónica. Tampoco hagiográfica. Es una mirada de entomólogo moral. Describe sin juzgar. Extrae belleza del desequilibrio. Reivindica la utilidad de lo inútil, la claridad del delirio, la precisión de lo absurdo. Su prosa es afilada y sobria. Retrata sin dramatismos. Encuentra sentido donde otros verían patología o ridiculez.
Algunas de las figuras más singulares del libro son mujeres. No por cuota ni por moda, sino por justicia narrativa. Mujeres como la princesa Caraboo, impostora políglota, vendedora de sanguijuelas, desafiaron la pasividad que se les reservaba. Tomaron la palabra. Se inventaron a sí mismas. Su excentricidad fue una forma de poder. En una sociedad que les asignaba silencio, ellas eligieron ruido.
'Excéntricos' actúa como espejo invertido. Muestra lo que no queremos ver. Rechaza la normalidad como valor. Celebra el margen
Excéntricos actúa como espejo invertido. Muestra lo que no queremos ver. Rechaza la normalidad como valor. Celebra el margen. Rehabilita la diferencia. En tiempos de algoritmos, de estética repetida, de identidades certificadas, la rareza se vuelve incómoda. Alvi la convierte en virtud.
Este no es un libro de monstruos. Es un libro de posibilidades. La posibilidad de vivir sin pedir permiso. De fracasar con estilo. De no adaptarse por convicción. En un mundo que exige encajar, los protagonistas de Excéntricos decidieron no hacerlo. No se escondieron. No se disimularon. Fueron fieles a su forma de estar en el mundo, aunque el mundo no les hiciera sitio.
Excéntricos no es un homenaje. Es una advertencia. La rareza no ha muerto. Solo ha sido desplazada al terreno de lo inofensivo, de lo estético, de lo vendible. Pero los verdaderos excéntricos siguen vivos, agazapados en los márgenes, ajenos al espectáculo. No buscan atención. Buscan sentido.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fdc2%2F59a%2F3b5%2Fdc259a3b5a1e2732754b4a013447a5b6.jpg)
Geminello Alvi los ha rescatado con la precisión de un relojero. Y con la piedad de un hereje. “Los excéntricos no son monstruos. Son lo contrario: la advertencia y la imagen de la libertad”, nos advierte el relator.
El Confidencial