Todos los retos de Xabi Alonso: ganar, transformar al Madrid y cohabitar con Vinicius, Mbappé y Florentino Pérez

La presión estimula a Xabi Alonso. Presión en todos los sentidos, en el campo y fuera, futbolística y mediática. No hay mejor forma para mantener la tensión, que es a la competición como el pulso sanguíneo a la vida. Es perceptible, incluso, en su cuerpo, apretado, compacto, pese a no ser ya un futbolista en activo, o en su mandíbula de guerrero medieval. El desafío del tolosarra, a sus 43 años, no es únicamente entrenar al Madrid, colocar a sus futbolistas en el campo y transmitirles instrucciones. No. El desafío es contagiarles esa tensión corporal sin la que su fútbol no tiene sentido. En un club que ha girado, salvo contadísimas excepciones, sobre el eje formado por el liderazgo de las estrellas y el presidente, no es cualquier cosa. La expectación no está, pues, en si el Madrid de Xabi Alonso ganará o no ganará títulos, porque este equipo siempre los gana, sino en si será capaz de llevar a cabo una transformación que implica que los mejores corran como los peores.
En un calendario de locos, rota la pretemporada por el Mundial de Clubes, el Madrid ha mostrado indicios, únicamente, del nuevo camino. El principal cambio es la presión colectiva, algo que era anatema en este equipo, como si sus futbolistas no pudieran hacerlo. Una estupidez. La realidad es que Carlo Ancelotti, de una generación de entrenadores anterior, era partidario de que los talentos ahorrasen energía para emplearla en hacer la diferencia. La fórmula le fue de maravilla, y también al Madrid. El planteamiento tenía sentido, pero cuando los entornos competitivos se igualan, como sucede con los grandes de la Champions, con muchos jugadores de talento capaces de hacer esa diferencia, la presión es la que empieza a marcar las suyas. Como ejemplo, el PSG de Luis Enrique.
Xabi Alonso la puso en práctica en un equipo-probeta perfecto, como es el Bayer Leverkusen, lejos del primer foco, con plena autoridad y futbolistas jóvenes con ganas de crecer. El resultado fue inesperado para todos, con un doblete en Alemania, por encima del aristocrático Bayern, y un récord de partidos invicto que perdió en el día menos indicado, la final de la Europa League.

Ese juego coral, en lo defensivo y ofensivo, no libra a nadie de servicio, por lo que Vinicius y Mbappé deben contribuir al trabajo. Los jugadores lo han entendido de ese modo, porque el mensaje del club es unívoco. Es importante que no cambie cuando sople el viento en contra. El club es Florentino Pérez.
Superados los 20 años al frente del Madrid, en dos etapas, la cohabitación del presidente con los entrenadores ha sido controvertida, especialmente en su primera época, con un carrusel en el banquillo que recordaba al Atlético e Jesús Gil. Basado el modelo en las estrellas que «cebaban la bomba», en palabras de Florentino, consideraba al entrenador un «mal necesario». La bomba vuelve a estar cebada, con la llegada de Mbappé el año pasado, pero con fichajes que responden a las urgencias futbolísticas, como Trent, Huijsen o Carreras. Libre de contrato el primero, el Madrid ha invertido por los otros dos, de 20 y 22 años, respectivamente, y españoles, más de 100 millones. Inaudito en otro tiempo.

La llegada de Xabi Alonso obedece, asimismo, a las necesidades de un mensaje nuevo que el equipo pedía en el campo. En todo lo demás, Ancelotti era perfecto para Florentino, buen negociador de egos, paciente y respetuoso y temeroso de la autoridad. El encaje funcionaba, aunque nadie se libre de la crítica del César. Lo que dejó de funcionar fue el equipo.
Las piezas de Florentino y Ancelotti casaban bien, pero la verdadera identificación del presidente se produjo con José Mourinho, porque el portugués, un gran entrenador devorado por el personaje, hizo suyas sus guerras y su maniqueísmo: estar contra mí es estar contra el Madrid. Xabi Alonso fue uno de sus pilares, identificado con muchas de las cosas que hacía: «Era el entrenador que el Madrid necesitaba en un momento determinado». No obstante, quienes esperen de Xabi Alonso otro Mou se equivocan. Tomó del portugués la línea recta y el apretón, de Pep Guardiola el alambique y el cartabón, y de Rafa Benítez el Excel.
Un carácter frontalLa frontalidad, un rasgo de la idiosincrasia vasca, no necesitó imantarla de Mou, porque forma parte de su personalidad. La comprobó Benítez, con el que acabó mal por decidir quedarse con su mujer antes de un parto, y la conoce bien la Hacienda española, a la que llevó hasta el Supremo con riesgo de entrar en prisión. Ganó. En el Madrid, pues, están avisados, presidente y vestuario.
La intención de Xabi Alonso era empezar tras el Mundial de Clubes, pero las necesidades del Madrid cambiaron los planes, por lo que el periodo de preparación ha sido extraño. Lo peor es el poco descanso, que es ya la pandemia del fútbol actual. En lo táctico, los jugadores actuales están capacitados para asumir los planteamientos rápidamente. No hablamos de juveniles, sino de superprofesionales, aunque algunos no lo parezcan por su edad, como Mastantuono, presentado, ayer, a la vez que soplaba las 18 velas.
Güler, excitación e incógnitaEl perfil joven de la plantilla, con una media de 25 años, es una ventaja para lo que pretende hacer. Hay futbolistas, como Güler o Camavinga, que necesitaban un entrenador más didáctico y generacionalmente más próximo para evolucionar. Ello encaja con la línea del Madrid de incorporar talentos jóvenes.
El turco es, por ahora, el gran brote verde, junto a Huijsen. Sin que el Madrid haya entrado en la operación de un gran mediocentro, Xabi Alonso ha utilizado a Güler como canalizador del juego con buenas sensaciones. Hay que verlo bajo el fuego real. Sin Bellingham, convaleciente para tiempo tras su intervención en el hombro, es pieza clave en la zona que mejor conoce Xabi Alonso, un ex mediocentro de vista larga, rapidez y pierna dura. Así quiere a su Madrid.
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