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Arreglando

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Recuerdo que hace bastantes años me habían contactado algunos empresarios que querían discutir conmigo sobre el desarrollo de sus negocios. En dos casos me dijeron que les habían pedido ser ministros, que se lo habían pensado mucho y, aunque no les atraía, consideraban que no podían negarse. Uno me dijo: “Intentaré rodearme de gente muy válida y pasar el puesto de ministro a alguien muy capaz y yo volver a mi empresa a seguir mis planes”.

Aquellos ministros empresarios se preocuparon de ayudar a que se estableciesen en España unos cuantos fabricantes de automóviles que crearon miles de puestos de trabajo. Estas industrias lograron abaratar y facilitar su adquisición y muchos ciudadanos accedieron a uno. Bastantes de ellos, que tenían vehículos con unos cuantos años de vida, pasaron sus coches antiguos a la venta y se compraron los fabricados en nuestro país.

Nuestros estados deberían tener más recursos ante una eventual crisis

Recuerdo que mi padre se pudo comprar un pequeño coche que ya tenía muchos años de vida para repartir los productos textiles que importaba (puntillas y bordados) en mercerías.

Con 10 años yo iba a los Escolapios de Travessera de Gràcia/Balmes y los jueves por la tarde teníamos fiesta. A mí me gustaba acompañar a mi padre en su distribución de paquetes de puntillas y bordados. Mi padre cargaba su cochecito, un Morris Van, llenísimo de paquetes a repartir, cada vez que podía conseguir importar de Francia o Suiza las puntillas y bordados.

Una vez que fui en aquel coche con mi padre y él me recordó la importancia de estudiar bien, el hecho de que él venía de una familia pobre de un pequeño pueblo de Aragón y que además se tuvo que ir a la guerra con 16 años para evitar que en su pueblo matasen a sus padres, que no tenían ni posición ni siquiera formación elemental sobre temas políticos. Cuando llegábamos a un cliente suyo, él bajaba con un paquete y yo le esperaba.

Mi padre fue avanzando, consiguió acceder a importaciones, a satisfacer a buenos fabricantes de prendas de mujeres vendiéndoles bordados y puntillas y fue extendiendo sus ventas por toda España. De sus tres hijos, uno se dedicó a ayudarlo, y los otros dos nos dedicamos a estudiar y logramos ser admitidos en el programa doctoral de la Harvard Business School en Boston. Ese programa era dificilísimo y poquísimos españoles habían podido hacerlo. Sus dos hijas también hicieron esfuerzos para ayudar a nuestro padre vendiendo a fabricantes de prendas.

Todo esto me lleva a pensar que vivimos situaciones parecidas en nuestros días, con personas que han entrado en el país como inmigrantes y están dispuestos a trabajar muchas horas con una compensación muy modesta. Los avances económicos ayudan a las personas a vivir mejor y mejorar sus necesidades. Tendríamos que lograr que nuestros estados, en lugar de cargarnos unos impuestos y estar sin recursos, lograsen tener a un buen volumen de recursos guardados para facilitar una buena reacción ante una eventual crisis. Debería haber menos empleados públicos y que los que estén sean fenomenales y los tratemos bien económicamente.

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