El Nuevo Orden creado por la OTAN

El flamante acuerdo de la OTAN rubricado esta semana restaura la carrera de armamentos de la segunda posguerra mundial y la guerra fría, pero sin el crecimiento y la alegría económica de los treinta gloriosos de 1945 a 1975. Es un nuevo orden en el que, pese a las declaraciones rimbombantes, la realidad es que Europa asume las presiones de Donald Trump, acepta la sangría económica y se sateliza bastantes grados más. Si no les quedaba alternativa, deberían decírselo a sus conciudadanos en lugar de fabricar argumentos sin fundamento. Mark Rutte, el neerlandés secretario general de la OTAN y los que hayan echo algo parecido, deberían enseñar sus mensajes privados al emperador. ¿Dónde está, pues, la crisis de hegemonía de EE.UU.?
La élite política europea, anonadada con los ultraavanzados bombardeos norteamericanos sobre Irán, ha aceptado poner en riesgo las ya de por sí debilitadas bases del Estado de bienestar a cambio de un supuesto entendimiento estratégico con EE.UU. Pagará la mayor parte del impuesto exigido a cambio del paraguas armamentístico con la esperanza de mantener abiertos los mercados norteamericanos a sus productos, especialmente para los automóviles alemanes.
Donald Trump y Mark Rutte durante la cumbre de la OTAN de esta semana
LUDOVIC MARIN / ReutersPara Trump y EE.UU. el acuerdo tiene tanto de estrategia militar y de relaciones internacionales como de política comercial. El objetivo del 5% de gasto se ve desde Washington como un enorme cartera de pedidos. Y como un reforzamiento del papel del dólar, pese a su crisis fiscal.
Un paquete de hasta un billón de dólares adicionales cada año. Una gran parte del cual impulsará sus empresas de defensa, tiene una cuota del 40% de las exportaciones mundiales y contribuirá al descenso de su déficit comercial. Europa formará parte del nutrido grupo de países compradores masivos de armas, al modo de los regímenes del Golfo, especialmente el de la casa de Saud, en Arabia Saudí. Para Europa, esta refundación de la OTAN supone un giro histórico equivalente al de la propia creación de esa alianza militar, no en balde este incremento de gastos ha sido el deseo de varias administraciones norteamericanas, desde George Bush a Joe Biden.
El Reino Unido de Keir Starmer, acosado por las críticas en su propio partido a sus recortes de servicios de asistencia y ayuda social, ya ha anunciado la compra de 12 aviones F-35 A, con un coste de unos 2.000 millones. Igualmente, el canciller alemán, Friedrich Merz, ha anunciado un programa de compras que incluye también aviones F-35, además de 60 helicópteros Chinook, ya encargados, por importe de 8.500 millones, y misiles Patriot. La lista incluye misiles Arrow 3 a Israel, en plena carnicería en Gaza y Cisjordania.
El populismo ultra que emergió tras la crisis del 2008 se apresta a llegar al poder con este nuevo impulsoComo es obvio, el partido socialdemócrata alemán, el SPD, aliado menor del Gobierno de coalición con los cristianodemócratas, muestra síntomas de grave división. La primera economía europea, que se encamina hacia su tercer año de recesión continuada, ha pasado de rechazar la modernización de sus infraestructuras para revitalizar su economía a incrementar un 100% su presupuesto militar en tres años.
La consecuencia más dramática, dejando al margen la propia carrera armamentística, será el desvío de ingentes recursos públicos a la compra de armas a EE.UU. que dejará exhaustos los presupuestos públicos. A cambio, promesas de un enorme beneficio por el desarrollo y el crecimiento económico que, sin embargo, no tiene ningún soporte en las enseñanzas de la historia. Una campaña de persuasión de la opinión pública se ha puesto en marcha para forjar un nuevo consenso en torno a las ventajas del rearme, no solo necesario e inevitable, también muy beneficioso.
Se impone la conclusión de que las élites políticas que dirigen Europa no han sacado apenas conclusiones de la última crisis financiera, la del 2008, y de las consecuencias que las políticas de austeridad que se aplicaron: la descomposición de las democracias y de la legitimidad de los sistemas políticos en ella insertados.
La élite política europea ha aceptado poner en riesgo las ya débiles bases del Estado de bienestarLa ingente cantidad de recursos que se quiere destinar al rearme solo estará disponible elevando aún más la enorme montaña de deuda pública que ya atenaza las cuentas de los estados y, sobre todo, reduciendo la calidad de sus servicios básicos. Las pensiones, la enseñanza y el sistema de salud son los candidatos principales a paganos de la fiesta. Las pensiones, objeto de deseo. Pese a los elementos de oportunismo político que pueda incorporar, la argumentación de Pedro Sánchez contra esa dinámica de gasto desbocada reconoce los principales peligros de alcance social y político.
A plazo, crisis fiscal del Estado, salvo recortes o subidas de impuestos. Estas últimas provocarán la insurrección, en este caso, de las élites económicas, ya muy encaminadas hacia esa vía, y un hundimiento aún mayor de las clases medias.
Y, sobre todo, bancarrota política, el impulso definitivo que necesita la ultraderecha populista, alimentada por el mismo fenómeno tras el 2008. Un enemigo político de la democracia que se nutre especialmente de la desesperación económica de esa clases medias para buscar falsos culpables y carcomer la confianza ciudadana.
Ese populismo que difunde que los culpables de la futura escasez serán los inmigrantes, los diferentes (culturales, lingüísticos, territoriales), las supuestas élites intelectuales y el sistema político a través del cual la ciudadanía expresa sus necesidades y opciones. En realidad, esa ultraderecha se limita a operar sobre el terreno abonado que le roturan los partidos que, desde el gobierno, no extraen lecciones del pasado más inmediato. Y ya acaricia su llegada al poder. Un escenario que ha preparado especialmente el propio Trump. Es paradójico que los políticos europeos crean haber frenado al presidente de EE.UU., justo cuando está poniendo las bases para que el enemigo llegue al poder.
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