Bruce Wagner: buscando lo sagrado en Hollywood

Aunque nació en Wisconsin en 1954, Bruce Wagner creció en Beverly Hills, Los Ángeles, el contexto que más tarde replicaría en sus libros y guiones. Luego de abandonar la escuela, se convirtió en chofer de limusina, como el personaje de Robert Pattinson en Maps to the Stars (2014), que escribió para la película de David Cronenberg. Y empezó a escribir. A mediados de los 80, sus servicios eran muy requeridos en Hollywood, y bajo el ala del director y productor Wes Craven fue responsable de parte de la saga Pesadilla en Elm Street y de otras producciones que no le gusta revisar. Para Wagner, que considera que en sus historias de personajes violentos y perversos se suele perder de vista lo sagrado, el lenguaje del cine disminuye el poder de la prosa. Ha firmado quince novelas, de las cuales El universo maravilloso es la primera en llegar a librerías argentinas.
–El universo maravilloso es tu primera novela editada en el ConoSur. ¿Qué significa que sea la novela introductoria a tu obra para los lectores de esta región?
–Tengo un enorme cariño por esa parte del mundo: su literatura y su gente. Tuve una larga relación con Carlos Castaneda, lo que impregnó aún más esas pasiones. Además, con 15 novelas escritas, El universo maravilloso es la única que contiene elementos de realismo mágico, aunque toda mi obra es como una variante de realismo mágico, ya que explora las ilusiones implícitas en ser humano y caminar sobre la tierra durante el breve tiempo que lo hacemos. El libro fue cancelado debido a su “contenido problemático”, por lo que la versión en español dará a los lectores la oportunidad de ver la novela en el contexto de la cultura de la censura: un movimiento que surgió para suprimir el arte, el lenguaje y los escritores.
–Se te considera “el escritor de Hollywood de tu generación”. ¿Tu obra forma un corpus coherente o la ves como algo divergente?
–Considero que mi obra aspira a lo trascendente. Ese aspecto de mi obra –lo sagrado– a veces se pasa por alto debido a la morbosidad y la crudeza de las narraciones. Es mucho más fácil enredarse con los aspectos sórdidos o casi pornográficos del mundo que con lo sagrado. Muchos han leído el Infierno de Dante, pero nadie se molesta en leer el Paraíso.
–Además de escribir novelas, has escrito guiones de cine y TV. ¿Qué vino primero?
–Siempre me consideré un escritor de prosa, incluso desde los 11 ó 12 años. David Cronenberg me dijo que estaba mucho más influenciado por los libros que por el cine. Empecé a escribir guiones por casualidad y para ganar dinero. Fui un “empleado de Hollywood” durante años y finalmente comencé a explorar la escritura en prosa como un antídoto contra el veneno que me estaba matando. Influenciado por las historias de F. Scott Fitzgerald sobre un guionista alcohólico y fracasado –The Pat Hobby Stories–, escribí Force Majeure, una colección de cuatro relatos que finalmente se convirtieron en mi primera novela. La colaboración con otros es la naturaleza de escribir para cine. La ficción es la antítesis de eso, y debido al uso tan específico del lenguaje, que es mi mayor pasión, gravité naturalmente hacia eso, en lugar del uso amorfo y en su mayoría irrelevante del lenguaje en el medio cinematográfico.
–¿De dónde obtenés la información y las observaciones para crear a tus personajes, que tienen una gran cuota de realismo pese a las tramas extrañas y grotescas?
–Tengo un buen oído para el uso cotidiano del lenguaje y un buen ojo para las pequeñas palabras identificables y los detalles mundanos que preceden a la tragedia operística.
–En El universo maravilloso hay un vínculo entre la fama y la transformación. ¿Por qué aparecen juntas?
–La fama es una de las ilusiones supremas. Es una distorsión mítica de la necesidad primordial de ser visto, escuchado y reconocido. La idea de transformación, en su pureza, es la antítesis de eso: uno busca trascender las ataduras del cuerpo, del mundo cotidiano y, podría decirse, la prisión del ego y la identidad. Así definida, la idea de la transformación y el aprendizaje son sagrados. Es una forma de reconciliarnos con nuestra mortalidad, cuando la sociedad suele presentarla como anatema, fea, perturbadora. Es una forma de reconciliarnos con la propia muerte. Pero los seres humanos son perversos y buscan constantemente maneras de desafiar o escapar de la muerte.
–En El universo maravilloso, la enfermedad es una forma de trascendencia, y a la vez tiene cierto poder de atracción sexual. ¿Qué lugar creés que ocupa la enfermedad en el mundo hoy? ¿Por qué tiene un rol importante en tus historias?
–Me dedico a iluminar nuestros mayores miedos, porque esos miedos son heredados, culturalmente. Siempre es el Día de los Muertos, como siempre es el Día de los Vivos. No veo la diferencia. La enfermedad es un portal que nos permite acceder a formas de ver diferentes y esenciales. La enfermedad, en ese sentido, es como soñar mientras dormimos. Es como el arte. Es como el sexo. La enfermedad permea, instruye, informa. Y a menudo mata. La enfermedad, como el arte y el sexo, nos recuerda nuestro pequeño lugar en el cosmos.
–El personaje de Trixanna es víctima de una alucinación derivada de X-Men. Aquí, el presidente Milei es muchas veces retratado como Wolverine. ¿Cómo creés que está actuando la inserción de los relatos fantásticos modernos en la conciencia colectiva actual?
–Trixanna padece esquizofrenia, algo que la sociedad parece haber adoptado, abiertamente. Existe algo conocido clínicamente como “psicosis ChatGPT”, que afecta a quienes se familiarizan demasiado con la IA. La intimidad con la IA está en un arco exponencialmente ascendente; al final del arcoíris, habrá algo que no es ni bueno ni malo, pero que no se parecerá a una olla de oro. La IA se está convirtiendo en el inconsciente colectivo. Las películas taquilleras que reflejan el mito son un tema secundario, una distracción, una reflexión, pero sin trascendencia.
–En Endgame se refleja el clima de época de la cultura de la cancelación. ¿Por qué te pareció importante explorar el tema desde la ficción? ¿Qué observaste durante estos años de purga autoinducida en Hollywood?
–Esas purgas continúan. De nuevo: es un aspecto de la humanidad que me llamó la atención. Que El universo maravilloso fuera cancelado por “lectores sensibles” no era ni siquiera irónico. Quería escribir algo sobre lo que llamo el Pabellón de la Cancelación; algo que reflejara las complejidades involucradas. La cultura de la cancelación fue una maravillosa síntesis de una antigua tendencia histórica a la perversión de quienes custodian las puertas del arte, y más aún: quienes usan la palabra fascismo con indiferencia y buscan su eliminación (algo imposible porque tiene la misma gravedad en el ADN humano que lo sagrado) se convierten en apasionados defensores de la tiranía y la masacre, tanto metafórica como literal.
–¿Qué efecto tuvo esa experiencia en vos, y en la escritura del último libro (Endgame)?
–El libro se terminó y se publicó en internet gratuitamente, y su cancelación no implicó ninguna escritura ni reescritura. Irónicamente, es la única novela mía que nunca se descatalogará. De hecho, ya existen muchas ediciones, y no recibo ningún dinero por su publicación, por decisión propia.
–La novela combina una mirada algo nihilista y una búsqueda de la trascendencia. Eso me lleva a preguntar por tus creencias. ¿Creés que hay un orden posible en el mundo, o ejercés el pesimismo activo?
–No me considero cínico en absoluto. También busco la trascendencia. No tengo creencias, porque la perversión del ser humano consiste en construir una jaula con esas creencias e invitar a otros a entrar en ella, o creer que uno está fuera de ella, mirando hacia dentro. Mis reflexiones sobre esto se exploran en The Met Gala y en Tales of Saints and Seekers: Two Novellas.
El universo maravilloso. Historias de origen, Bruce Wagner. Walden Editora, 504 págs.
Clarin