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La increíble historia del pingüino que vivió en el colegio Saint George en los 70: habla el profesor que lo adoptó

La increíble historia del pingüino que vivió en el colegio Saint George en los 70: habla el profesor que lo adoptó

Tom Michell no es una estrella de cine ni un reconocido activista ambiental, al menos no en un sentido tradicional. Es un profesor británico –ya retirado– , un viajero curioso y, sin buscarlo, el protagonista de una historia que cruzó continentes. En los años 70, Michell era un joven veinteañero que recorría Sudamérica en una moto Gilera y hacia 1975 trabajaba como docente en el instituto St. George, prestigioso internado en la Argentina, fundado en 1898 en la localidad de Quilmes.

Un día, durante unas vacaciones en Uruguay, fue testigo de una triste escena: una playa llena de pingüinos muertos por un derrame de petróleo. Pero, entre ellos, uno solito se movía, apenas con vida. El pícaro Michell hizo lo que haría un niño: se lo llevó al baño del hotel donde se alojaba y lo bañó con shampoo hasta que el animal quedó como un señorito inglés. Nada menos.

El pingüino, más tarde bautizado como Juan Salvador por el Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach, no solo sobrevivió, sino que se rehusó a volver a su vida anterior: pese a los reiterados intentos de Michell por devolverlo al mar, esta ave marina lo siguió a sol y sombra como un perrito faldero. Más bien como un pingüino faldero. Al punto de que cruzaron el charco juntos, Tom Michell y Juan Salvador, escondido este en un bolso de mano semiabierto. De Uruguay a Buenos Aires en ferry, estos dos terminaron como roommates en el campus escolar británico-bonaerense para chicos bien.

Trailer de "Lecciones de un pingüino"

Años después, hace una década, esta historia fue llevada al papel por el propio Michell en el libro Lo que aprendí de mi pingüino (The Penguin Lessons) y adaptada al cine en la película Lecciones de un pingüino, dirigida por el británico Peter Cattaneo (conocido por la exitosa The Full Monty). El film se estrena en cines el jueves 10 de julio en Argentina, y mezcla humor, ternura y reflexión, con el trasfondo sociopolítico de la última dictadura militar y las desapariciones.

Para quienes no salen del asombro, hay una filmación en YouTube, de dos minutos, que muestra al pingüino en la pileta del St. George (un pequeño fragmento se incluye al final del film).

A los 73 años, Tom Michell, que vivió en el país entre 1975 y 1979, atiende a Revista Ñ por Zoom, desde su casa de Cornualles, al sudoeste de Inglaterra. Ya no convive con un pingüino, pero sí con su perro Milly – nombre que homenajea la casa que ocupa, otrora un molino de viento (un "windmill”, en inglés)– y con algunos gansos que graznan puertas afuera de su home sweet home.

La última vez que este británico pisó el país fue en 2018, cuando visitó su antiguo lugar de trabajo para ver si allí podía concretarse la adaptación del film. Finalmente, por cuestiones impositivas, la película se filmó en Barcelona y Gran Canaria.

El actor Steve Coogan y el profesor y escritor Tom Michell durante la filmación de "Lecciones de un pingüino". Foto de Rory Aitken, productor del film. El actor Steve Coogan y el profesor y escritor Tom Michell durante la filmación de "Lecciones de un pingüino". Foto de Rory Aitken, productor del film.

–¿Qué lo motivó inicialmente a rescatar al pingüino en esa playa contaminada de Uruguay?

–Era un animal en apuros. Cualquiera trataría de ayudarlo. No habría importado si hubiera sido un perro, un gato o un poni. Traté de ayudar, eso es todo lo que hice. Pero el pingüino no quería volver al mar cuando intenté soltarlo. Me seguía, así que no tuve opción. Tuve que traerlo de vuelta a Argentina. Pero para hacer la película hubo que hacer algunos cambios.

En el libro describo lo que veo o lo que pienso. Y eso no sucede en la película, porque ese monólogo tiene que convertirse en un diálogo. Para tener un diálogo, necesitás tener a alguien con quien hablar. Así que hay personajes inventados. La novia de la película es un invento. Estaba solo con el pingüino. Tampoco los demás miembros del personal. El pingüino nunca fue a clase.

–No, porque... hacen sus necesidades por todos lados. Pero había una terraza en mi apartamento y allí vivía el pingüino.

–Y allí lo veían los alumnos.

–Iban a darle de comer y a ayudar con esa limpieza.

Tom Michell y el pingüino Juan Salvador, compañeros inseparables.Tom Michell y el pingüino Juan Salvador, compañeros inseparables.

–¿Cómo fue la reacción de los estudiantes al conocer a Juan Salvador?

–Como todos los niños con animales. Los animales son muy buenos para ellos. Les da la oportunidad de ejercer una responsabilidad. Los animales son geniales para que los niños que crecen entiendan cómo cuidar algo y asumir la responsabilidad con otro ser vivo. No me faltaron voluntarios para ayudar a cuidarlo, especialmente entre los que no eran tan buenos en el rugby o en lo académico.

Los alumnos que no tenían que ir a practicar para los partidos de equipo tenían más tiempo y Juan Salvador era muy bueno para ellos. Cuando la película se estrenó en Londres, uno de los chicos que estudiaba en St George's cuando yo estuve allí, estaba en Londres y vino la noche del estreno. Fue un lindo encuentro. Próximamente, nos juntaremos para almorzar y ponernos al día.

Telón de fondo

–¿Ha regresado a la Argentina?

–Sí, en 2015 y 2018, con el objetivo de escribir para la película. Y para hablar con la escuela, a ver si era posible grabar el film allí. En el colegio aceptaron, pero, por motivos económicos, finalmente se registró en España porque los impuestos son más accesibles que en Argentina. Se rodó en Barcelona y Gran Canaria, lo cual fue una pena, porque hubiera estado bien hacerlo en Argentina.

Film "Lecciones de un pingüino". Film "Lecciones de un pingüino".

–¿Cómo influyó la situación política y social de Argentina en los años 70 en la historia que relata?

–Fue una época difícil, pero yo vivía en el St. George y estaba aislado de los problemas. Antes del golpe, nada funcionaba y la inflación era horrible cada mes. Era una situación caótica. Al principio, después del golpe, todo parecía mucho mejor. Pero poco a poco supe del secuestro de personas. Las Madres de los desaparecidos en Plaza de Mayo me parecieron increíblemente valientes.

Yo era un joven que quería explorar Sudamérica. St. George me dio esa oportunidad. Y disfruté mucho durante cuatro años. Su país es maravilloso; Sudamérica es maravillosa; los gobiernos militares no lo fueron. Y ver a esas mujeres protestar en la Plaza de Mayo fue increíblemente emotivo.

–La película da cuenta de aquel contexto.

–En el libro describo un poco esos antecedentes, pero no mucho. El film aborda más ese trasfondo. La razón es que escribí el libro hace 10 años, y el mundo era un lugar más bonito entonces que en la actualidad. Ahora me preocupa mucho más el fascismo de lo que me preocupaba hace una década. Así que cuando hicimos la película, todos queríamos mostrar más sobre la violencia y la brutalidad de los gobiernos fascistas para recordar a la gente lo malo que puede ser ese tipo de gobiernos. Y lo estamos viendo de nuevo ahora, mucho más que hace 10 años.

La historia de la nieta de María [la actriz Vivian El Jaber] es ficción, pero es una forma de mostrar y explicar lo que sucedía. En la película, Tom [el actor Steve Coogan] es lo suficientemente valiente como para desafiar a estos agentes militares. Pero cuando yo era joven no me habría atrevido a decir nada al ejército o a la policía, estaba demasiado asustado. Como el actor es mucho mayor que lo que era yo, fue posible ponerlo cara a cara con uno de estos agentes.

Clarin

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