Visita al centro adventista del creacionismo a orillas del río Paraná

La Argentina contemporánea está compuesta por la superposición de peculiaridades geológicas, culturales y museísticas. Los museos, como se sabe, responden a oleadas, modas que imponen un estilo arquitectónico, una gráfica o la mera necesidad de poseer una colección.
Réplicas y hallazgos arqueológicos en Entre Ríos.
El itinerario nace por las orillas del Paraná visitando creaciones muy recientes como el Malba Puertos, emplazado en 2024 en un estrato de cemento del siglo XXI. Luego, cruzando el río por un complejo ferrovial con trenes abandonados en sus rieles y árboles asomando por las ventanas. Un poco más adelante, se atravesarán los médanos entrerrianos del Ibicuy y, esa misma, tarde se llega a Libertador San Martín, a Puiggari o a cualquiera de las prósperas aldeas de los alemanes del Volga arribados a fines del siglo XIX. En San Martín, se recomiendan los museos alojados en la Universidad Adventista del Plata, la sede del sanatorio y de la famosa clínica de vida sana.
A pocos metros, desde 2023, se halla el Centro de recursos creacionistas y el de historia de la colonia y la obra adventista en el país. Ambos, con un diseño impecable, están instalados en las casas de los profesores que, en otras épocas, llegaban de los Estados Unidos para enseñar en la escuela agrícola y de religión transformada en universidad en 1990 y reconocida por la CONEAU durante la catástrofe argentina de 2001/2.
Ese emplazamiento, llamado Bella Vista, había sido creado en 1898, aunque también se lo conocía como “Colina de la Esperanza”, ciudad hermanada con Loma Linda, California, donde casi la mitad de los residentes son miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. En 1904, esta iglesia, fundada en 1863 y guiada por Elena White, compró un complejo en esa zona de los Estados Unidos para crear un sanatorio, una escuela de enfermería y, en 1905, Loma Linda Foods, otra actividad en la que se destacan globalmente, incluso en San Martín la cual, según el censo de 2022, tiene unos 9500 habitantes, que se incrementan gracias a los 3400 alumnos de la universidad.
El museo, como parte de la misma, fue bautizado en honor de David Rhys (1915-2014), nacido en el seno de una familia bautista de Gaiman, Chubut y que, convertida al adventismo, envió a David a Entre Ríos. En la década de 1940, Rhys se interesó por la geología y la paleontología de esta zona, que desde el viaje de Charles Darwin y Alcide D’Orbigny, es una de las mecas fosilíferas del país. Empezó a coleccionar restos de mamíferos extinguidos mientras obtenía sus diplomas en la Escuela Normal de Paraná y luego, el de teología y arqueología del Cercano Oriente en el Seminario Adventista de Washington y el doctorado en geociencias en Riverside, California.
En los jardines. Mastodontes, tigres, dientes de sable y gliptodontes.
El Museo Rhys alberga parte de su colección, así como las de otros aficionados y profesionales de la región, como las del tucumano Carlos Federico Steger (1925-2018), graduado en teología en el Colegio Adventista del Plata, profesor en Ciencias Económicas del Instituto Nacional del Profesorado, museólogo, rector de la Sede Sudamericana del Instituto de Investigaciones en Geociencias (GRI) de la UAP, miembro de la Asociación Paleontológica Argentina y de la Asociación de Ciencias Naturales del Litoral. Steger, hasta su muerte, recorrió la Argentina y el extranjero dictando conferencias sobre la confrontación entre el evolucionismo y el creacionismo, la geología y el Diluvio Universal. Además, exploró las barrancas de arroyos y ríos mesopotámicos y otras reservas paleontológicas del país y de América del Norte.
El director del Centro –que abre todos los días salvo los viernes y es de entrada gratuita– es Samuel Abdala, quien colabora con los investigadores del Conicet de Diamante, Entre Ríos, estudió geología en la Universidad de San Pablo (Brasil) y se doctoró en el GRI de Loma Linda. Autor de una saga de aventuras geológicas-creacionistas (Intriga en el Castillo Hearst fue presentado en la feria internacional del libro de este año), se mudó a la Argentina para dirigir este centro que atesora piezas esqueletarias y modelos de los grandes mamíferos pampeanos: gliptodontes, tigres dientes de sable y un mastodonte, cuyas defensas se exhiben en el museo. Todo, con excepción de un huevo de dinosaurio patagónico y las rocas de Stegers, es de origen local.
Son piezas que el Centro custodia etiquetadas, sin interpretación religiosa y citando a Darwin, como en el caso del toxodonte que, fechado en las “formaciones del cuaternario”, se describe como uno de los mamíferos fósiles que más llamó su atención. El modelo que se exhibe se basa, por su parte, en la imagen publicada en 1988 en la Illustrated Encyclopedia of Dinosaurs and Prehistoric Animals: A Visual Who's Who of Prehistoric Life, obra coordinada por el divulgador escocés Dougal Dixon. Abdala no es responsable ni del montaje del museo ni de los modelos, que ya estaban a su llegada y fueron hechos en Rosario y otras ciudades argentinas.
Museo. Réplica de cráneo de tigre dientes de sable y mamíferos extinguidos.
La visión de la evolución adventista aparece separada de los fósiles, en paneles que, en otra pared, explican la Creación desde el punto de vista del diseño inteligente y la cronología de los siete días. Y es aquí donde vale la pena referirse al historiador estadounidense Ronald Numbers (1942-2023) quien en 1992 publicaba The Creationists, un trabajo sobre el anti evolucionismo de algunos grupos protestantes anglófonos y su geología estructurada alrededor del Diluvio bíblico.
La segunda edición de 2006 destacaba la importancia que, en ese mismo contexto, había adquirido la idea que la evolución, lejos de regirse por la contingencia, estaba gobernada por el plan maestro del Creador. Uno de los capítulos más interesantes trataba sobre la fundación del Institute for Creation Research (ICR) en las afueras de San Diego y del Geoscience Research Institute (GRI). Estas iniciativas de fines de la década de 1950 se debían a un grupo geólogos y paleontólogos bautistas y adventistas que deseaban explorar esas áreas desde el punto de vista confesional.
Emociones en el Museo Adventista del Plata en la ciudad entrerriana de San Martín.
En la actualidad el GRI de Loma Linda –donde trabajó Rhys y se formó Abdala– se ha transformado en el centro más importante de investigación creacionista, incluyendo laboratorios y doctorados. Rhys, desde allí, promovió simposios de geociencias en países de habla hispana y la apertura del GRI entrerriano que dirigió Stegers.
Cuando Numbers publicó su obra en 1992, la Iglesia Adventista sumaba 5 millones de seguidores en todo el mundo, hoy ya son 25. Esos años coinciden con la emergencia de las instalaciones que utilizan el formato del museo de historia natural como púlpito del creacionismo y del diseño inteligente. Pero también con un cambio demográfico en la religiosidad latinoamericana que se ha ido volcando a las distintas ramas evangélicas y, con ello, a temas hasta ahora ausentes de la arena pública.
El catolicismo romano, recordemos, no se ha inmutado por el origen o la edad de la Tierra, o mejor dicho, hace más de un siglo que no interviene en cuestiones relativas a la evolución. No por nada, la obra de Numbers se centraba en los Estados Unidos, Australia y Gran Bretaña, una geografía donde surgieron esos museos que comprenden salas modestas, pero también instalaciones monumentales al estilo de Disney World.
América del Sur no tenía nada semejante hasta hace un lustro. Si bien la Sociedad creacionista brasileña data de 1972 y Stegers dirigía el GRI desde 1991, los primeros museos adventistas empezaron a proliferar en 2020. Al día de hoy, la lista incluye el Centro Orígenes en Galápagos, Cooksonia en Cochabamba y los centros de Chillán (Chile), Ingeniero Coelho y Cachoeira (Brasil). El de Galápagos, a pocos metros de la Fundación Darwin, ofrece una alternativa a los turistas que no desean asimilar las islas a “la cuna de la evolución”.
Pero nuestro viaje fue más modesto y concluyó con una escala en Diamante, donde un monumento recuerda la ingresión marina del Mioceno, un tiempo que, para muchos, nunca existió. Como la aduana y el ferrocarril del puerto, que ahí están, aunque nadie los vea y muchos se pregunten si son otro resto de cuando el río era un mar.
Clarin