Desapariciones, asesinatos: ¿por qué nos resultan tan atractivos los criminales y los fugitivos?

Desde la primavera de 2011, el nombre de Xavier Dupont de Ligonnès aparece en uno de los casos criminales más inquietantes de Francia. El 21 de abril de ese año, la policía hizo un descubrimiento macabro en el número 55 del bulevar Robert-Schuman en Nantes: bajo una losa de hormigón recientemente vertida en el jardín, yacían los cuerpos de Agnès, su esposa y sus cuatro hijos, Arthur, Thomas, Anne y Benoît. Todos fueron asesinados a tiros, presumiblemente mientras dormían. Xavier Dupont de Ligonnès ha desaparecido.
Desde entonces, todo tipo de teorías e hipótesis han seguido floreciendo en los medios de comunicación y en las redes sociales. Hace unos días, el influencer Aqababe incluso inició una investigación en las redes sociales con el objetivo de encontrar al fugitivo. Catorce años después de los hechos, el caso sigue fascinando.
“Algunos crímenes confrontan lo impensable, y eso fascina”Las historias de crímenes son tan cautivadoras porque reactivan ansiedades profundamente arraigadas en nosotros : la vulnerabilidad a la violencia, la pérdida de control y la ruptura de las normas sociales. Pero en el papel de un simple espectador, lo que podría ser aterrador se vuelve soportable, incluso fascinante. “Al explorar estas historias desde una posición segura, el público puede enfrentar estas ansiedades sin peligro real”, explica la psicóloga clínica Johanna Rozenblum .
Desde un punto de vista psicológico, esta fascinación casi obsesiva se explica por lo que se llama la “tentación del mal” . Se trata de una 'atracción ambigua hacia aquello que transgrede las normas'. Algunas personas buscan comprender qué diferencia una mente criminal de la de una persona común, en un intento de racionalizar lo irracional», explica el especialista. Estas figuras criminales también pueden ejercer una forma de poder simbólico, fascinando especialmente a individuos que se sienten fuera de control o que tienen dificultad para expresar sus emociones o impulsos.
¿Podría el éxito de la novela negra ser una salida para nuestros impulsos inconscientes? Ciertamente. “Ver o escuchar historias de crímenes puede ser catártico, ya que permite proyectar miedos latentes en un entorno controlado”, continúa. “Es un proceso de confrontación controlada”.
En un mundo que genera ansiedad, estas historias actuarían como simuladores emocionales, enfrentando lo peor, pero desde la distancia. Y esto nos permitiría regular nuestros propios miedos.
Efectos “perversos” muy realesPero esta exposición repetida a la violencia puede tener consecuencias psicológicas. La exposición repetida a narrativas violentas puede provocar una forma de desensibilización emocional. La violencia se convierte en un espectáculo, una fuente de entretenimiento, desconectada de su realidad traumática. Este proceso puede conducir por tanto a una disminución de la empatía hacia las víctimas reales , o incluso a una forma de cansancio o saturación emocional ante el sufrimiento humano .
Y algunas personas tienen más probabilidades que otras de sentirse atraídas por estas narraciones. ¿Los perfiles más afectados? Individuos ansiosos, curiosos o que buscan el control. “Las personas ansiosas pueden buscar comprender los mecanismos criminales para sentirse más preparadas”, afirma la psicóloga. “Otros, con gran curiosidad intelectual, exploran estas historias para descifrar sus motivos subyacentes”. Estos casos se convierten entonces en una herramienta para tranquilizarse, anticiparse o simplemente intentar comprender un mundo a veces preocupante.
¿Interés sano u obsesión problemática?¿Cómo podemos distinguir la curiosidad legítima de la fascinación excesiva? La línea puede ser delgada. “Un interés sano se basa en el deseo de comprender, sin minimizar los crímenes ni identificarse con los perpetradores”, explica Johanna Rozenblum. “Se vuelve problemático cuando hay una absorción compulsiva, una empatía equivocada hacia los criminales o una percepción alterada del peligro”.
En resumen, mientras el crimen siga siendo un espejo de nuestros miedos o un tema de análisis, todo está bien. Pero tan pronto como se convierte en un modelo, una obsesión o un refugio, es hora de dar un paso atrás.
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