Woodstock, 1969: y la contracultura se convirtió en cultura

Historia Al hacer de la rebelión no una herramienta política sino una actitud, la sociedad estadounidense del espectáculo ha encontrado una herramienta formidable para prosperar y crecer.
Abonado
Aviones en picado, bombas silbantes, explosiones que desgarraban la tierra... Al amanecer del 18 de agosto de 1969, vestido de blanco y azul en un escenario de fin del mundo, Jimi Hendrix recreó la guerra con su guitarra. Frente a él y su nueva banda, Gypsy Sun and Rainbows, los 25.000 espectadores que quedaban entre los cientos de miles que acudieron al festival de Woodstock no soñaban. A pesar de las drogas, el alcohol y el cansancio, oyeron un eco alucinante del conflicto que se desarrollaba en Vietnam. Como provocación final, estos sonidos estridentes brotaron del himno estadounidense, el "Star-Spangled Banner". El joven de ascendencia afroamericana y cherokee, dos minorías martirizadas por el Tío Sam, no repitió la música que se suponía debía unir al pueblo: la reinventó, la amasó, la retorció.
Tras ver a decenas de artistas y otras tantas muestras de valentía desfilar, esta juventud acaba de encontrar su símbolo, su puño en alto, su dedo medio dirigido al resto del país. En particular, a Richard Nixon, el nuevo inquilino de la Casa Blanca en Washington, culpable ante sus ojos de haber enviado a más de 500.000 soldados a la ruina en una guerra injusta, y al triunfante estilo de vida americano , una odiada mezcla de capitalismo puro…
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