Cómo China trasladó sus minas más sucias a Birmania devastada por la guerra

Conectadas a generadores de presión, las largas tuberías penetran la tierra como vías intravenosas. El agua fluye hacia una gran cuenca rectangular. Allí, se mezcla con ácido en polvo, distribuido en grandes bolsas industriales blancas almacenadas bajo un refugio. La solución se inyecta en el suelo a través de la malla de tubos grises, blancos y azules que atraviesan la ladera deforestada de la colina.
La tierra se disuelve bajo el efecto del ácido antes de ser recogida en depósitos metálicos vigilados de cerca, en este caluroso día de verano, por un puñado de empleados. De aquí se extraen los metales esenciales para la mayoría de los coches, teléfonos inteligentes y sistemas de guiado de misiles: las tierras raras. Estos son los metales que Pekín utiliza ahora como palanca en el gran juego de las relaciones comerciales, y que son el centro de una cumbre que promete ser tensa entre China y la Unión Europea el jueves 24 de julio.
Jiangxi, una provincia rural del sur de China, es el centro de la producción mundial de algunos de estos metales, las llamadas tierras raras "pesadas" debido a su masa atómica. Se trata de siete elementos, como el terbio y el disprosio, cuyas exportaciones Pekín ha restringido severamente desde abril, hasta el punto de que se han cerrado las líneas de montaje de Suzuki en Japón, Ford en Estados Unidos y algunos fabricantes de equipos europeos.
Trasladadas desde las minas a Ganzhou, una importante ciudad de la región, las tierras raras se refinan y, al mezclarse con otros metales, se transforman, entre otras cosas, en imanes con propiedades magnéticas inigualables. China tiene ahora un monopolio virtual en el refinado y la transformación de imanes: domina el 90 % de su mercado global.
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Le Monde