Neguémonos a alimentar a la bestia ChatGPT, por Paul B. Preciado
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El lenguaje se descarrila, se desconecta, muta. Deja de ser un saludo, un grito, un regalo, una oda, una promesa, una alarma. Y se convierte en moneda y dron. Está en marcha un doble proceso de captura mercantil y de resignificación política. Por un lado, el lenguaje, el más abstracto de los bienes comunes, está siendo colonizado por empresas tecno-cibernéticas. Por otra parte, los nuevos discursos fascistas se reapropian de palabras (antisemitismo, memoria, mujer, feminismo, violación, incesto, etc.), que hasta ahora habían servido como instrumentos de emancipación política de los subalternos, para iniciar un nuevo exterminio.
En primer lugar, una valla digital, similar a la establecida en las tierras comunes a fines de la Edad Media, que precipitó la transición del feudalismo al capitalismo, se está construyendo ahora en las tierras comunes de los sistemas de comunicación verbal. El capitalismo en su fase cibernética penetra así en el último territorio que le fue negado: el espacio inmaterial de las relaciones humanas codificadas por medio de signos construidos culturalmente, el continente desconocido e insondable de cerebros que burbujean palabras día y noche, la sociedad entera como reservorio de creatividad lingüística.
Este proceso de captura no se produce a través de la exterioridad de la institución gubernamental, de la fábrica o del supermercado. La administración se ha convertido en un teléfono móvil, la fábrica en un ordenador y el supermercado en una aplicación. Los tres se fusionaron y tomaron la forma y
Libération