El editorial. En desafío a la ciencia

En los Estados Unidos de Trump, se están despidiendo investigadores y se están eliminando las menciones al cambio climático. En Francia, nos contentamos con ignorar las realidades científicas y hacer caso omiso del principio de precaución. Es mucho menos espectacular, pero igual de terrible.
Reciente manifestación en la Asamblea Nacional donde una mayoría de diputados votó a favor de la abolición de las zonas de bajas emisiones (ZFE) , de un retroceso en el sistema de artificialización neta cero (ZAN) y maniobró para obtener la posterior adopción en comisión restringida de la ley Duplomb , que prevé, en particular, la reintroducción de los neonicotinoides.
Más de 1.200 médicos, investigadores y científicos habían advertido de la amenaza que estos pesticidas representan para la biodiversidad y la salud humana. No se han tomado en consideración las 40.000 muertes anuales y la letanía de enfermedades respiratorias atribuibles a la exposición a partículas finas ni los efectos establecidos del hormigonado de los suelos, tanto en la destrucción de seres vivos como en la contaminación o el calentamiento global.
Lástima para el planeta, para nuestra salud y para las generaciones futuras que, no obstante, exigirían un enfoque político valiente, estructural y de largo plazo.
En el futuro inmediato, optar por la inacción o incluso la regresión parece mucho más rentable. Y encerrar la más mínima medida de transición ambiental a veces en el registro de la lucha de clases, a veces en el de la libertad de empresa, lo cual es mucho más conveniente.
Pero la ciencia no es una opinión. Y la catástrofe que nos espera a falta de un despertar colectivo no es ficción. Ambos exigen más, mucho más, de nuestros representantes.
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