Islandia: Haz una parada en Reikiavik y disfruta de los encantos de los confines de la tierra.
Mientras la multitud desciende del avión y se precipita hacia los paisajes lunares de Islandia, es bueno hacer una parada en la capital para disfrutar de sus sutiles placeres.
Para ir más allá
Al llegar al aeropuerto Roissy-Charles-de-Gaulle, un breve repaso de las tropas que se preparan para embarcar en el vuelo FI543 de Icelandair con destino a Reikiavik permite a los pasajeros que nunca han pisado Islandia comprender que se dividen en dos clanes: los que viajan con ropa de diario y los visitantes que ya cuentan con equipo de senderismo de competición. Forro polar grueso, pantalones impermeables con rayas fluorescentes, bastones y botas de montaña; solo les faltan arneses, cuerdas y crampones para el hielo. «La tribu quechua y los demás», se burla el citadino, poco acostumbrado a la globalización del senderismo.
Tres horas y media de vuelo después, al salir del encantador aeropuerto de Keflavik, el chico listo se ríe mucho menos cuando tiene que recoger el coche de alquiler. La joven del mostrador de Europcar nos había advertido: «Cuidado con el viento...». Eso se queda corto; pensamos más bien en una ventisca. A principios de junio, la temperatura era de 7 °C, con una sensación térmica de -11 °C, nos advirtió nuestro móvil. Al abrir la puerta del coche...
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