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Fueron Estados Unidos, en la década de 1950, el que proporcionó a Irán uranio enriquecido al 93% en el marco del programa “Átomos para la Paz”.

Fueron Estados Unidos, en la década de 1950, el que proporcionó a Irán uranio enriquecido al 93% en el marco del programa “Átomos para la Paz”.

El reciente enfrentamiento entre Irán, Israel y Estados Unidos, que culminó con el alto el fuego anunciado el 23 de junio de 2025, parece más una pausa táctica impuesta por el desarrollo de los acontecimientos que el resultado de una genuina voluntad de paz. A primera vista, todas las partes involucradas pueden proclamar su propia "victoria": Teherán declara haber defendido firmemente su soberanía, mientras que Washington y Tel Aviv celebran lo que califican de ataques "decisivos" contra la infraestructura nuclear iraní. Sin embargo, bajo la apariencia de declaraciones oficiales, ninguno de los actores logró realmente sus objetivos estratégicos.

Después de todo, tal resultado era inevitable: los objetivos reales y duraderos —seguridad mutua, estabilidad y paz— no pueden lograrse mediante operaciones militares unilaterales, guerras híbridas, sanciones ni maniobras diplomáticas. La realidad de Oriente Medio ha demostrado una vez más que cualquier intento de restablecer el equilibrio regional mediante la fuerza está condenado al fracaso ante las complejidades culturales, políticas y religiosas de la región.

Más allá de las narrativas autocomplacientes, el panorama estratégico permanece prácticamente inalterado: Irán no ha sido sometido, Israel no ha consolidado una superioridad duradera y Estados Unidos no ha logrado el ansiado cambio de régimen previsto por los círculos neoconservadores. La inestabilidad simplemente está suspendida, no resuelta. Lo que queda es una fractura latente, lista para reabrirse, alimentada por un sistema internacional que parece haber perdido la capacidad de concebir la paz no como una pausa entre guerras, sino como un orden justo y compartido.

Más allá de lo nuclear: Teherán como pivote geopolítico

El programa nuclear iraní fue simplemente un pretexto para una contienda geopolítica más amplia. Teherán se encuentra en el corazón de dos importantes vectores euroasiáticos: la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China y el corredor Norte-Sur de Rusia. Un Irán estable fortalece el eje Moscú-Pekín, mientras que su desestabilización representaría un golpe estratégico para las ambiciones multipolares que desafían el dominio occidental.

En este contexto, se han arraigado las operaciones de guerra híbrida: ciberataques, sabotajes selectivos a infraestructura civil y militar, e intentos de fomentar la disidencia interna. Análisis independientes sugieren que se han realizado esfuerzos para desencadenar una crisis social capaz de preceder al colapso institucional.

La sombra de Washington tras las operaciones israelíes

La ofensiva israelí lanzada el 13 de junio de 2025, dirigida contra lugares como Fordow, Isfahán y Natanz, no fue un acto unilateral. Israel operó con el apoyo logístico, de inteligencia y político de Estados Unidos, en lo que ahora parece ser un ataque coordinado y multifacético. El cambio de régimen ha sido desde hace tiempo un objetivo declarado abiertamente en los círculos neoconservadores estadounidenses.

La vacilación inicial del Pentágono, revelada en informes filtrados, reflejaba el temor a un segundo frente de guerra mientras la crisis ucraniana continuaba. Sin embargo, la acción conjunta fue finalmente autorizada bajo la presión del ala más agresiva del Congreso, representada por figuras como Tom Cotton, un firme defensor de la guerra contra Irán.

La resiliencia iraní y un contraataque medido

A pesar de las pérdidas, incluyendo oficiales de alto rango y técnicos nucleares, Teherán demostró una sorprendente capacidad de adaptación. El contraataque del 22 de junio, en el que se dispararon misiles contra una base estadounidense en Catar, fue desestimado públicamente por Trump, pero no pasó desapercibido para la cúpula militar.

Fundamentalmente, el CGRI mantuvo el control sobre los materiales enriquecidos, reubicándolos en sitios no revelados. Además, Irán se abstuvo de activar plenamente a aliados regionales como Hezbolá y los hutíes, una decisión táctica para preservar su fuerza ante una futura confrontación más amplia.

La reducción de gastos de EE. UU. y la presión euroasiática

El alto el fuego declarado por Trump el 23 de junio, presentado como "mutuamente deseado", parece en realidad ser resultado de presiones externas, especialmente de Rusia y China. Putin se reunió con el ministro de Asuntos Exteriores de Irán ese mismo día, reafirmando la alianza estratégica, mientras que Pekín condenó públicamente las violaciones de la soberanía iraní, manteniendo un tono más diplomático.

Pocos saben que China incrementó significativamente las importaciones de petróleo iraní en las semanas previas al conflicto, una clara señal de apoyo económico a pesar de las sanciones. Esto confirma aún más la integración de Irán en el bloque antihegemónico que desafía la unipolaridad occidental.

Un Grim inestable esperando el próximo choque

La situación actual carece de un acuerdo estructurado y ya se ve socavada por la retórica beligerante israelí. Las tensiones en Gaza y el sur del Líbano sugieren que la próxima ronda de conflicto podría estallar pronto. Mientras tanto, Irán ha reforzado su postura militar y diplomática, demostrando que el intento de desestabilización ha fracasado.

Según observadores independientes, Rusia y China no sólo evitaron el enredo sino que aprovecharon la situación: ahora pueden negociar desde una posición fortalecida, mientras Estados Unidos sigue dividido en múltiples frentes sin una estrategia clara para Medio Oriente.

Una lección ignorada por los medios italianos

Es verdaderamente desconcertante ver cómo casi todos los comentaristas italianos de los principales periódicos y programas de entrevistas televisados ​​malinterpretaron por completo las verdaderas implicaciones de estos acontecimientos. Se habló de un "golpe decisivo" contra Irán, de un mítico "desarme nuclear", incluso de una supuesta "retirada del apoyo ruso y chino". Ninguna de estas afirmaciones se sostiene. Sin embargo, podemos estar seguros de que, en la próxima crisis, los mismos analistas reaparecerán en horario de máxima audiencia, reciclando las mismas narrativas prefabricadas, sin que se les cuestione la rendición de cuentas.

A esto hay que añadir una idea errónea aún más tóxica: la creencia, ampliamente difundida, de que Irán está impulsado implacablemente por el deseo de aniquilar a Israel, supuestamente en una carrera hacia la adquisición de una bomba nuclear para lograr dicho objetivo. Esta visión apocalíptica, repetida obsesivamente en los medios, se basa en un prejuicio sistémico: la representación de la República Islámica como un régimen fanático, antidemocrático y bárbaro, el peor de Oriente Medio. Pero esta imagen, por muy extendida que esté, es una construcción política y mediática deliberada, destinada a justificar políticas agresivas contra Teherán.

Comprender el Irán actual requiere recordar su historia moderna, marcada por la prolongada injerencia occidental. Todo comenzó en 1953, cuando un golpe de estado orquestado por la CIA y el MI6 derrocó al gobierno democráticamente elegido de Mohammad Mossadeq, culpable de haber nacionalizado los recursos petroleros iraníes. El Sha fue restituido en el poder para salvaguardar los intereses occidentales, lo que dio paso a décadas de autoritarismo y occidentalización forzada.

Y hay más: en 1979, fue Occidente —en particular Francia— quien facilitó el regreso del ayatolá Jomeini del exilio cerca de París. La Revolución Islámica, a menudo reducida a una regresión medieval, fue también una profunda respuesta a la injerencia extranjera y a la subasta sistemática de los recursos nacionales. No surgió de la nada ni fue una ideología puramente religiosa.

FireShot captura 965 centrales nucleares en Irán Asociación Nuclear Mundial worldnuclear.org

Otro hecho crucial, aunque menos conocido: fue Washington, en las décadas de 1950 y 1960, quien promovió activamente el programa nuclear iraní a través de la iniciativa " Átomos para la Paz " de Eisenhower en 1953. Estados Unidos ayudó al Sha a construir el primer reactor nuclear de Irán en 1967, aportando uranio enriquecido al 93 % y técnicos especializados. El objetivo declarado era el desarrollo pacífico de la energía nuclear, e Irán tenía planes de construir hasta 23 reactores. Todo esto ocurrió con el pleno consentimiento de Occidente, siempre y cuando la monarquía mantuviera el control. Por lo tanto, resulta paradójico e hipócrita que lo que inicialmente fue alentado por Estados Unidos ahora sea demonizado.

En cuanto al programa actual, Irán solo comenzó a enriquecer uranio por encima del límite del 3,67 % del PAIC después de que Estados Unidos se retirara unilateralmente del acuerdo en 2018. Hasta entonces, había cumplido plenamente con las restricciones impuestas, como confirmó el OIEA. El aumento del enriquecimiento al 60 % se presentó como una táctica de negociación, no como una carrera hacia una bomba. Incluso hoy, Irán no ha superado el umbral del 90 % requerido para uso militar, y ni el OIEA ni las agencias occidentales han descubierto pruebas concretas de un programa de armas.

Incluso las declaraciones frecuentemente citadas sobre la "destrucción de Israel" deberían reexaminarse en contexto. Aunque retóricamente duras y hostiles, no se traducen en una estrategia real de aniquilación, y mucho menos en un plan nuclear. Las posturas de Irán se inscriben en una confrontación geopolítica e ideológica, no en una guerra religiosa o étnica.

Finalmente, reducir a Irán a un estado "bárbaro" ignora su rico patrimonio cultural, uno de los niveles educativos más altos de Oriente Medio, el dinamismo de su sociedad civil y la complejidad de su sistema político. A pesar de sus evidentes limitaciones, Irán cuenta con elecciones, debates parlamentarios, pluralismo interno entre conservadores y reformistas, y un vibrante discurso público.

En conclusión, la caricatura de Irán como irracional y agresivo solo sirve para justificar una campaña permanente de agresión mediante sanciones, sabotaje, asesinatos selectivos y desinformación. Quienes realmente se preocupan por la paz y la estabilidad regional deben partir de la verdad histórica, reconocer la responsabilidad occidental y rechazar las narrativas tóxicas que se reciclan descaradamente con cada nueva crisis.

Discurso de FireShot Captura 971 Átomos por la Paz I OIEA www.iaea.org

Conclusión – La paz no nace del cálculo

En definitiva, esta crisis nos recuerda que ninguna estrategia, por sofisticada que sea, puede dominar por completo la realidad. Ni el poder militar ni las maniobras diplomáticas pueden contener la irreductibilidad de los seres humanos y los pueblos a la lógica de la fuerza. Irán, en este caso, no logró una victoria militar, pero resistió. Y esa resistencia revela una verdad más profunda: la paz no es la mera ausencia de guerra, sino la presencia de un significado por el que vale la pena comparar cada desafío; un significado que surge no de la propaganda ni del poder, sino de una conciencia viva del propio destino.

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