JUVENTUD Y TRABAJO/ Una perspectiva cambiante sobre el desafío NEET

Desde hace varios años se habla de los NiNis y no es fácil afrontar el reto que representan estos jóvenes que ni estudian ni trabajan.
En 2013, la Unión Europea lanzó el ambicioso proyecto «Garantía Juvenil» que, basándose en algunas buenas prácticas aplicadas en Alemania, por ejemplo, tenía como objetivo combatir el desempleo juvenil y promover al mismo tiempo el empleo, preferiblemente de alta calidad, para los jóvenes.
En particular, surgió la cuestión de los NEET , es decir, aquellos jóvenes que no trabajan ni buscan trabajo ni están inscritos en un itinerario de formación o educación.
Estas cifras, ya de por sí críticas, se han agravado aún más a raíz de la importante crisis socioeconómica vinculada al Covid-19 y de las implicaciones que tienen para nuestros mercados laborales las transformaciones ecológicas y digitales de época que están actualmente en curso.
En este contexto, se han multiplicado los estudios e investigaciones que exploran el tema desde diversas perspectivas. Uno de los más recientes, por ejemplo, es el publicado por el centro de investigación de Gi Group, una de las principales agencias de empleo de Italia.
El estudio refleja el análisis de lo surgido en el Portal Dedalo, un foro de discusión virtual creado por la propia agencia, junto a diversas instituciones pero también importantes empresas privadas, para reflexionar sobre un fenómeno que, hoy por hoy, se estima que afecta, solo en nuestro país, a 1.337.000 jóvenes de entre 15 y 29 años, ascendiendo a 2.079.000 en el caso de los “jóvenes” de entre 15 y 34 años (¿aún jóvenes?).
De hecho, corremos el riesgo de no aprovechar al máximo el potencial que las nuevas generaciones pueden aportar a nuestras comunidades y, al mismo tiempo, limitar sus legítimas aspiraciones de crecimiento personal y profesional. Para ello, podríamos analizar las mejores prácticas que se están implementando actualmente en todo el mundo en este ámbito e intentar copiarlas y adaptarlas a diferentes contextos.
Se recomienda, sin embargo, en primer lugar, cambiar la perspectiva de 360 grados, no partiendo del hecho de que estos jóvenes "no están trabajando, ni estudiando, ni formándose", sino pensando en la contribución que, sin embargo, pueden hacer a través de habilidades ciertamente "diferentes" de las que poseen las generaciones más maduras y responsables, al menos en el documento de identidad.
Es necesario entonces trabajar con soluciones innovadoras para abordar las causas más profundas de este fenómeno, repensando, entre otras cosas, el sistema de orientación profesional y la gestión de la transición entre la escuela y el trabajo.
Una dimensión en la que, sin duda, las entidades privadas, como las agencias de empleo, también pueden hacer una valiosa contribución apoyando, en lugar de oponerse, a los organismos públicos implicados en diversas funciones en la definición e implementación de políticas en este ámbito tan sensible.
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