Tulsi Gabbard en Hiroshima: Una voz valiente por la paz en un mundo al borde de una catástrofe nuclear

En el sagrado Parque de la Paz de Hiroshima, donde el tiempo se detiene en el recuerdo del holocausto atómico de 1945, Tulsi Gabbard ofreció un testimonio de extraordinaria profundidad humana. Expresó profunda compasión por las víctimas de la bomba, recordando que «al caminar por las calles de Hiroshima, uno siente una tristeza inquietante que lo envuelve. Es un recordatorio constante de las vidas perdidas, las familias destrozadas y el horror indescriptible causado por un arma nuclear». Pero ese dolor, enfatizó, no es para consolarnos, sino para advertirnos: la amenaza no es teórica, sino la cruda realidad de lo que nos espera si no cambiamos de rumbo.
Un vídeo escalofriante: una advertencia a los belicistas
En su mensaje de video, Gabbard yuxtapone imágenes de su visita a Hiroshima con escenas imaginarias de devastación. Una secuencia simula un ataque nuclear en San Francisco, mostrando la destrucción del puente Golden Gate, para que las consecuencias parezcan inquietantemente reales. «Una sola arma nuclear hoy podría matar a millones en minutos», advierte. Culpa directamente a las élites políticas y a los belicistas de «alimentar imprudentemente el miedo y las tensiones entre las potencias nucleares» (abcnews.go.com). Y añade algo escalofriante: «Quizás creen que estarán seguros en búnkeres nucleares con sus familias, mientras que el resto de nosotros no podemos permitírnoslo».
Recientemente visité Hiroshima y estuve en el epicentro de una ciudad marcada por el horror inimaginable causado por una sola bomba nuclear lanzada en 1945. Lo que vi, las historias que escuché y la tristeza inquietante que permanece, permanecerán conmigo para siempre. pic.twitter.com/TmxmxiGwnV
— Tulsi Gabbard (@TulsiGabbard) 10 de junio de 2025
Su objetivo no es el sensacionalismo, sino una llamada de atención. «Debemos alzar la voz y exigir el fin de esta locura», insta. «Debemos rechazar el camino hacia la guerra nuclear y trabajar por un mundo donde nadie viva con el temor de un holocausto nuclear». Estas palabras, agudas y urgentes, son la esencia de su mensaje: el silencio es complicidad. Ahora más que nunca, debemos concienciar a la opinión pública, exigir tratados de paz y desarme, y dejar de enviar soldados al infierno. La concienciación debe convertirse en un cambio concreto.
Las ganancias de la guerra, el Estado profundo y el cierre de la conciencia
La amarga ironía no tardó en llegar. Según informó Jewish Insider , el senador republicano John Kennedy se burló de Gabbard: «Obviamente necesita cambiar su medicación» (jewishinsider.com). Y la senadora Susan Collins casi elogió la bomba atómica al afirmar que Hiroshima «salvó muchas vidas». Estos comentarios cínicos y desdeñosos demuestran el argumento de Gabbard: una «camarilla elitista de belicistas» (como ya describió al sistema político estadounidense en Responsible Statecraft ) desestima los riesgos reales mientras sueña con un conflicto perpetuo.
Y los hechos económicos la respaldan. No se trata de una conspiración, sino de una realidad económica documentada. Según el SIPRI, en 2023 las 100 principales empresas armamentísticas del mundo obtuvieron 632 000 millones de dólares en ingresos, con aumentos masivos en las regiones devastadas por la guerra. Solo los gigantes estadounidenses —Lockheed Martin, Raytheon y Boeing— obtuvieron 318 000 millones de dólares. Las guerras en Ucrania, Oriente Medio y las tensiones en Asia incrementaron las ganancias militares de Rusia e Israel en un 40 %. Es pura economía de guerra: mientras millones se enfrentan a la muerte, una élite financiera se las arregla. Gabbard nos advierte: políticos y generales ven esta «locura» como un juego del que se lucran, dejando que el pueblo pague el precio final.
Despertando Conciencias
Ante tal cinismo, la voz de Tulsi Gabbard es una llamada de atención sobre nuestra responsabilidad compartida. Incluso la ciencia confirma el peligro: el Reloj del Juicio Final marca 89 segundos para la medianoche, lo más cerca que la humanidad ha estado jamás de una catástrofe nuclear (euronews.com). Todo indica que nos encontramos en la era más peligrosa de la historia. Y, sin embargo, el hombre anhela la verdad, la justicia y la belleza, no este abismo de locura. Su mensaje nos insta a no aceptar la guerra interminable como algo inevitable. Nosotros, los ciudadanos conscientes, debemos romper la espiral retórica de los belicistas.
Solo la conciencia y la acción colectivas —que rechazan la división y reconocen la urgencia de las prioridades— pueden cambiar nuestro rumbo. Como pide Gabbard, nos corresponde a nosotros:
- Romper el silencio : hablar públicamente sobre la amenaza nuclear, organizar debates, exigir transparencia a las autoridades militares y políticas.
- Rechace el camino de la guerra : apoye los acuerdos internacionales de desarme; vote por líderes que prioricen la diplomacia y la ayuda humanitaria sobre las armas.
- Exponer los intereses económicos detrás de la guerra : destacar la conexión entre los lobbys militares y los conflictos; exigir que los recursos se destinen a necesidades humanas reales (asistencia sanitaria, educación, medio ambiente) y no a fábricas de muerte.
Este mensaje no es un sueño ingenuo, sino un llamado moral. Como dice Gabbard: «Depende de nosotros alzar la voz, exigir el fin de esta locura y trabajar por un mundo libre del miedo al holocausto nuclear» (abcnews.go.com). En tiempos de retórica bélica y crisis espiritual, la claridad de su voz es tanto un regalo como una advertencia: la paz no es una utopía, es una necesidad. Debemos aprovechar este momento de despertar colectivo para construir un futuro de seguridad y prosperidad digno de nuestra humanidad. Lo que necesitamos ahora es acción decidida para que la voz de la paz suene más fuerte que cualquier cañonazo.
Reconociendo las señales
El Papa Benedicto XVI enfatizó una vez que «la paz solo es posible si el hombre reconoce que está hecho para la verdad y para Dios», advirtiendo contra la reducción de la política a una mera técnica de poder. La verdadera paz, dijo, surge del respeto a la ley moral natural común a toda la humanidad y de ver al otro como un hermano, no como un enemigo.
Esto no es idealismo espiritual, sino una necesidad racional y concreta: o construimos una humanidad basada en la justicia y la verdad, o estaremos condenados a vivir en el miedo, la sospecha y la destrucción. Tulsi Gabbard, como laica y política, encarna precisamente esta visión integral de la paz: arraigada en la conciencia, orientada al bien común, capaz de romper las cadenas de la indiferencia y la costumbre.
Necesitamos más valentía, no más bombas. Necesitamos líderes que escuchen el corazón de la humanidad y respondan con decisiones justas, no con estrategias apocalípticas. Se acabó la era de la cobardía. Es hora de volver a ser humanos.
En el video publicado en redes sociales, Tulsi Gabbard declara: «Hoy estamos más cerca del borde de la aniquilación nuclear que nunca» (abcnews.go.com). Sus palabras, pronunciadas solemnemente ante los monumentos de una ciudad martirizada, conmueven la conciencia: esto no es ciencia ficción; es una amenaza muy real.
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