Bienal, Kraus di Latella denuncia la estupidez belicista

Treinta y cinco años después del épico espectáculo de Luca Ronconi en los almacenes turineses de Lingotto, otro director, Antonio Latella, asume el reto, involucrando a algunos actores de los cursos de especialización de la Accademia D'Amico y comparándose con la desbordante obra "Gli ultimi giorni dell'umanità" del vienés Karl Kraus (1964-1936), llevando a la Bienal el resultado, de una duración de unas cuatro horas. El texto, escrito en 1919 y publicado en 1922, de unas setecientas páginas (Ed. Adelphi - traducción de Ernesto Braun y Mario Carpitella), tiene como tema la Primera Guerra Mundial y fue juzgado ininterpretable por el propio autor, tanto que en vida se negó a ceder los derechos a un director como Max Reinhardt, respondiendo provocativamente que solo podía representarse en Marte. Más de la mitad se compone de citas, textos extraídos de diversos materiales, boletines, despachos, discursos oficiales, charlas escuchadas en el café, artículos de periódico del período de la guerra, construyendo un rompecabezas que da una imagen del absurdo de los acontecimientos, de la retórica construida alrededor de ellos, de las falsedades y exaltaciones que los acompañaron, con el añadido de intervenciones, comentarios, monólogos que subrayan esa realidad, que marcó la disolución del Imperio austrohúngaro y más en general la tragedia de la humanidad que se descompone, la de su humanidad. El historiador Alessandro Barbero señaló recientemente cómo la actitud hacia el rearme y los titulares de prensa en vísperas de 1915 son los mismos que escuchamos hoy, y las Ediciones Especiales, proclamadas por Kraus, que abogaba por la paz «pero no a cualquier precio», con todo lo que siguió, parecen confirmarlo y, por lo tanto, hacernos comprender cómo este espectáculo, por desgracia, nos habla directamente, y la salvaje zarabanda con la que Latella lo concluye, la diabólica danza de Walpurgis sobre las ruinas del imperio austrohúngaro al ritmo del himno nacional «Deutschland über alles», resulta más inquietante que liberadora. Después de todo, «La tercera noche de Walpurgis» es el título del volumen en el que Kraus recopiló sus escritos sobre el advenimiento y la barbarie del nazismo. Un espectáculo siempre válido, como lo fue en la intención del autor, ya que la historia nunca ha sido maestra de vida, reducido a seis actores, seis voces que representan coralmente ese febril fervor patriótico por la guerra, de la estupidez humana que parece complacerse y correr temerariamente hacia su propia ruina gracias a quienes especulan sobre la bestialidad de las personas. Ora cuentan, ora citan, pasando de situaciones públicas a privadas, de relatos de atrocidades bélicas a la estupidez belicista personal, en una cotidianidad cada vez más absurda, que empuja a curar a los heridos y luego a enviarlos de vuelta al frente, a sentirse liberado de responsabilidades al tener que acatar órdenes. Así es como la obra se nos presenta no como una crónica histórica, sino como un relato visionario dirigido a conciencias dormidas que no se dan cuenta. Y por eso Massimo Cacciari, de nuevo aquí en Venecia, en enero ofreció una lectura pública de este texto de Kraus. Los seis jóvenes intérpretes, sometidos a una prueba extenuante, llena de ritmo y exasperación vocal, pero también con momentos de pausa donde cada uno desempeña un papel, son verdaderamente buenos y merecen la misma mención: Eva Cela, Pietro Giannini, Fabiola Leone, Irene Mantova, Riccardo Rampazzo y Daniele Valdemarin. Poseen una vitalidad y un compromiso físico admirables y cautivadores, con zapatos de suela metálica para bailar o marcar ritmos de marcha que inducen ansiedad, ropa vagamente tirolesa, y camisetas que gradualmente muestran la identidad de su personaje, que va del Optimista al Maestro, de la Clase al Ejército, y así sucesivamente, en una galería infinita. Una prueba, una prueba final de laboratorio, un desafío exitoso y aplaudido, que lamentablemente parece terminar aquí, ya que no hay réplicas planeadas en ningún otro lugar.
ansa