Cittiglio - Binda, cien años después: el albañil de Cittiglio que se convirtió en leyenda - - Noticias de Varese

Cittiglio, mayo de 1925. En una Italia todavía envuelta en la retórica de la marcha y el orden, el decimotercer Giro de Italia comienza en Milán. Doce etapas, 3.520 kilómetros. Los ciclistas afrontan el viaje con bicicletas de acero, frenos de pastillas, piñones fijos y botellas de agua de aluminio. Esa mañana en la parrilla estaba también un joven albañil de Varese. Se llama Alfredo Binda, tiene 22 años, viene de Cittiglio y aún no ha comprendido que está cambiando la historia.
Una familia de trabajo, música y silencio . Binda nació el 11 de agosto de 1902 en Cittiglio, la décima de catorce hijos. Su padre Maffeo es albañil, su madre Martina mantiene una casa donde trabajan mucho y tocan música más que hablan. Alfredo aprendió a tocar la trompeta desde muy joven, lo que lo acompañaría durante toda su vida, junto con sus bicicletas. Entre sus hermanos, Albino se convertirá en ciclista profesional y también ganará una etapa del Giro. Pero Alfredo es diferente. Silencioso, meticuloso, testarudo. A los dieciséis años emigró a Niza, Francia, con su hermano Primo. Trabaja como yesero, pedalea por necesidad, luego por una apuesta. Y empieza a ganar.
El Giro de 1925: la rosa que floreció en el polvo . En 1925 fichó por el Legnano y participó en la salida del Giro de Italia. Las etapas tienen una longitud de más de 300 kilómetros y se pedalea durante doce horas al día, sin coches de equipo ni cambios de marcha. Cuando necesitas cambiar a una marcha más baja, te bajas, quitas la rueda trasera, giras la rueda dentada y te vuelves a subir. Y ahí te vas. Binda gana cuatro etapas y la clasificación general. Terminó en 137 horas, 31 minutos y 13 segundos por delante de Costante Girardengo. Él no levanta los brazos. Él no habla. Pero desde aquel día, el ciclismo tiene un nuevo lenguaje: el del trabajo bien hecho, el del gesto claro, el de una frialdad que quema bajo la piel.
El campeón que ganó demasiado . En 1930 le ofrecieron una enorme suma de dinero para que no corriera el Giro: temían que con él en carrera nadie mirara las clasificaciones. Aceptar. Todo lo demás gana. Cinco Vueltas a Italia, tres Campeonatos del Mundo, dos Sanremos, cuatro Vueltas a Lombardía. Nunca fue un héroe popular. Pero fue el primer profesional moderno. Entrenamiento, nutrición, táctica, recuperación. Habló poco, pero pedaleó en otra época. En la década de 1920, la nutrición deportiva estaba lejos de las estrategias sofisticadas que es hoy. Los ciclistas dependían de alimentos sencillos y ricos en calorías para superar las agotadoras etapas de las carreras.
Una anécdota emblemática se refiere a Binda. Durante el Giro de Lombardía de 1926, se dice que consumió hasta 28 huevos crudos antes y durante la carrera, que tuvo lugar en condiciones climáticas prohibitivas y terminó con una ventaja de casi media hora sobre sus perseguidores.
El regreso a Cittiglio . A pesar de todo, Cittiglio nunca lo perdió. Regresó allí con frecuencia y hoy la ciudad alberga el Museo Binda, con sus bicicletas, camisetas, trompeta y trofeos originales. Aquí arranca cada año el Trofeo Alfredo Binda, carrera internacional femenina que rememora su legado y abre uno nuevo.
Maillot rosa: de Binda a Ulissi . Exactamente cien años después, el 17 de mayo de 2025, Diego Ulissi devuelve la camiseta rosa a un italiano, por primera vez desde 2021. Es una señal. El ciclismo nunca olvida. Hoy, Diego Ulissi monta una Colnago V3Rs de carbono, con un peso total de 6,8 kg, equipada con frenos de disco, grupo electrónico y ruedas de competición aerodinámicas. El cuadro pesa sólo 790 gramos, la horquilla alrededor de 340 y cada detalle está optimizado para obtener el máximo rendimiento. Mientras que Binda se abastece de botellas de agua y huevos crudos para sobrevivir, Ulissi se alimenta con geles energéticos y bebidas calibradas al mililitro. Pero en el fondo, entre estas dos épocas, sigue habiendo el mismo aliento ascendente, la misma chispa en los ojos, el mismo deseo de llegar a la cima por sí solo. Y quizás, con un poco de rosa.
Un recuerdo que hoy sigue vigente. Escribo este artículo desde Varese y siento firmemente que el ciclismo sigue siendo nuestro patrimonio cotidiano. Vivo en una familia en movimiento: tres niños nacidos en tres lugares diferentes, uno en Michigan, uno en Suiza, uno precisamente en Cittiglio, como para decir que las raíces no se plantan, se persiguen unas a otras. Gracias a mi amigo escritor Gianni Spartà que me presentó, desde 2007 formo parte del grupo amateur Sant'Ambrogio, un barrio de Varese que monta en bicicleta por pasión. ¡Al principio tenía una bicicleta a la que llamaban puerta, para sentirme cómoda! Con nosotros está Vittorino, uno de esos voluntarios silenciosos que siempre encuentras en el recorrido del Trofeo Binda y las grandes carreras de la provincia. Él no pide nada. Portador de cinta, guardia en las barreras.
Es conciencia cívica sobre dos ruedas. Y recuerdo bien el año 2008, cuando Varese albergó el Campeonato Mundial de Ciclismo: carreteras cerradas, cuestas animando, gente de toda Europa. Todo fue organizado por la Sociedad Alfredo Binda, presidida, entonces como ahora, por Renzo Oldani. Un hombre que dedicó su vida al ciclismo, y que en 2024 recibió el Premio Valcavi por su incansable pasión. Entre los principales patrocinadores Whirlpool, 1 millón de euros. Otros tiempos, quizá épocas. Me quedan recuerdos y además una bici nueva, que todavía hoy me da mucha satisfacción subiendo a Campo dei Fiori o bajando hacia Gavirate.
Cien años, pero sólo el primer kilómetro . Alfredo Binda fue mucho más que un campeón. Fue el primer arquitecto de la modernidad ciclista. Un niño que salió con un martillo en la mano y regresó con una rosa en el pecho. Y durante cien años nos ha enseñado que se puede llegar lejos partiendo de lugares como Cittiglio, sin hacer ruido.
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