Los 17 países europeos que, según la OMS, tienen mejores resultados que Italia en materia sanitaria.


(Foto de archivo de LaPresse)
Se busca prioridad
Italia obtiene una puntuación de 69 sobre 100 en la nueva evaluación de la OMS sobre salud y medio ambiente: buena salud y biodiversidad, aire, agua y energía deficientes. Pero para alcanzar los mejores resultados en Europa, se necesitan políticas mucho más eficaces.
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La Organización Mundial de la Salud ha publicado las nuevas Tarjetas de Puntuación de Salud y Medio Ambiente 2025, un sistema de evaluación que captura el estado de la salud ambiental en países de todo el mundo. El objetivo es medir, con indicadores concretos, cómo los riesgos ambientales impactan la salud de la población y cuán efectivamente los gobiernos responden con políticas apropiadas. Las tarjetas de puntuación se dividen en tres dimensiones: exposición a riesgos ambientales, impacto en la salud y políticas públicas. A cada país se le asigna una puntuación de 0 a 100. El promedio mundial se sitúa en 51 puntos, con puntuaciones que van de un mínimo de 25 a un máximo de 81. La OMS aclara que estas no son clasificaciones: los números no tienen en cuenta las diferencias económicas, sociales y regionales . Más bien, deben servir como una brújula interna para comprender dónde se encuentra un país y dónde se pueden realizar mejoras. En el contexto europeo, las puntuaciones promedio superan el promedio mundial. Los países nórdicos – Noruega (81), Suecia (77), Finlandia (77), Alemania (76) – tienen un impacto positivo debido al alto nivel de políticas ambientales, baja exposición a contaminantes y sistemas de salud estructurados. Sin embargo, algunos países de Europa del Este se mantienen por debajo de los 50 puntos, lo que pone de relieve problemas críticos relacionados con la calidad del aire, la gestión de residuos o la seguridad del agua.
Con una puntuación general de 69, Italia se desempeña bien, pero no de forma excelente. Se encuentra por encima de la media mundial y de algunas economías similares, pero diecisiete países europeos tienen un rendimiento superior. Esto sitúa a Italia en un rango medio-alto, a pesar de sus fortalezas: otros países europeos están integrando la salud y el medio ambiente con mayor rapidez en sus políticas públicas. En concreto, Italia alcanza una puntuación en salud de 77 sobre 100, lo que sugiere que, a pesar de los desafíos ambientales, el sistema nacional de salud es capaz de mantener altos niveles de protección de la salud. El país ha adoptado herramientas regulatorias esenciales: normas legales para partículas finas (PM2.5), límites al plomo en la pintura y regulaciones sobre campos electromagnéticos y dispositivos de bronceado artificial. Un centro de control de intoxicaciones está en funcionamiento e Italia participa en el Convenio de Minamata sobre el mercurio. En cuanto a la radiación, la capacidad nacional de respuesta a emergencias (RSI) se sitúa en el 80 %, lo que indica una buena preparación. Otro aspecto positivo es la biodiversidad. Entre 1990 y 2020, la cubierta forestal aumentó un 26 %. Sin embargo, existen desafíos. Una de las preocupaciones más graves es la contaminación atmosférica: el promedio anual de PM2,5 es casi tres veces superior al valor recomendado por la OMS. Se estima que el 15 % de las muertes por ictus y cardiopatía isquémica son atribuibles a esta contaminación. A pesar de la normativa específica, Italia no cumple con las directrices de la OMS, lo que pone de manifiesto una brecha entre la legislación y su aplicación. El acceso al agua y al saneamiento también es problemático: el 7 % de la población carece de agua potable y el 21 % carece de saneamiento adecuado. Otro problema crítico es la dependencia energética: el 81 % de la energía consumida en Italia proviene de combustibles fósiles o biomasa tradicional. No existe una política nacional actualizada sobre energía doméstica ni, lo que es más importante, un plan nacional de salud para la adaptación al cambio climático. Por último, faltan datos actualizados sobre la mortalidad relacionada con el calor, la electrificación de los centros sanitarios o la plena aplicación de las normas WASH (agua, saneamiento e higiene). Subsanar estas deficiencias requerirá un mayor compromiso político e institucional, junto con inversiones específicas y una mayor recopilación de datos ambientales y sanitarios. El mensaje para Italia es claro: las bases están sentadas, pero se necesitan decisiones más audaces para alcanzar a los países europeos con mejor desempeño. Invertir en sostenibilidad ambiental puede considerarse una prioridad de salud pública.
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