Tumores: Cómo la actividad física puede ayudar al sistema inmunitario

Es bien sabido que la actividad física es un aliado para la salud. Y esto no se limita al ámbito de la prevención: cada vez más estudios demuestran los beneficios del ejercicio en la supervivencia de los pacientes con cáncer, así como en la reducción del riesgo de recurrencia de la enfermedad. Existen diversas hipótesis sobre los posibles mecanismos subyacentes a esta asociación, y un pequeño estudio piloto publicado en el Journal of Sport and Health Science parece confirmar el papel de la actividad física en la estimulación de la respuesta inmunitaria. Los resultados, que incluyeron a 22 pacientes con cáncer de esófago, sugieren que seguir un programa de ejercicio estructurado durante la quimioterapia (que en algunos casos precede a la cirugía) puede favorecer la infiltración de células inmunitarias específicas en el tejido tumoral. Con un efecto positivo adicional: mejorar la función cardiorrespiratoria de los pacientes, facilitando así la recuperación de la cirugía.
Datos preliminares pero interesantesEl estudio es interesante porque parece demostrar un concepto que ha sido objeto de debate en los últimos años. En el caso de los pacientes con cáncer, este es un punto muy importante, ya que potencialmente significa aumentar la respuesta a la terapia contra el tumor —comenta Massimo Di Maio , presidente electo de la Asociación Italiana de Oncología Médica (Aiom) y profesor del Departamento de Oncología de la Universidad de Turín—. Queda por demostrar en qué medida este efecto se traduce en un mejor resultado clínico. En primer lugar, porque la investigación se centra principalmente en análisis moleculares y no en resultados clínicos, y en segundo lugar, porque hablamos de datos bastante preliminares, como subrayan los propios autores.
El estudioComo se anticipó, se trata de un pequeño estudio piloto con 22 pacientes con adenocarcinoma de esófago, divididos aleatoriamente en dos grupos de 11 personas. Uno de ellos participó en un programa estructurado de actividad física de 16 semanas de duración, mientras que el otro grupo constituyó el grupo de control. El programa incluyó dos sesiones semanales de ejercicios supervisados y tres sesiones en casa. Esto durante toda la duración de la terapia neoadyuvante (en este caso, la quimioterapia previa a la cirugía, que duró aproximadamente ocho semanas). A esta fase le siguió una segunda fase de ejercicio físico como preparación para la cirugía de extirpación del tumor. «La fase dedicada a la terapia neoadyuvante es una ventana de tiempo muy útil —añade Di Maio—, que puede utilizarse para la actividad de precalificación para la cirugía sin tener que considerar tiempo extra».
Los resultadosTras la cirugía, los autores del estudio examinaron muestras de tejido tumoral de cada paciente en el laboratorio y observaron que quienes habían seguido el programa de actividad física presentaban una mayor concentración de células inmunitarias, en particular linfocitos CD8+ y células asesinas naturales (NK). Además, midieron la función cardiorrespiratoria de los pacientes (es decir, la eficiencia de los sistemas respiratorio y cardiovascular para transportar oxígeno a los tejidos), tanto antes como después de la cirugía. Esta última resultó ser, en promedio, mejor en quienes habían realizado actividad física antes de la cirugía.
Un estudio más amplio“Estos resultados preliminares son prometedores, pero necesitamos comprenderlos mejor, por lo que estamos animando a más pacientes a participar en el ensayo clínico en curso”, dice Nicola Annels , una de las autoras principales del estudio e investigadora de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad de Surrey. Se refiere específicamente al estudio Optimus, en el que los autores pretenden reclutar a 50 pacientes con cáncer de esófago que se someterán a terapia neoadyuvante antes de la cirugía. Nuevamente, los participantes se dividirán aleatoriamente en dos grupos: uno participará en un programa de actividad física similar al propuesto en el estudio publicado recientemente; al otro, en cambio, se le ofrecerá un programa más intensivo, con el objetivo de evaluar si aumentar la intensidad de la actividad física puede mejorar aún más la respuesta inmunitaria.
La importancia de los programas estructuradosUn concepto importante, enfatiza Di Maio, es que los resultados se relacionan principalmente con el hecho de proponer programas estructurados de actividad física. No solo esto, sino también otros estudios publicados previamente. Por ejemplo, en un gran estudio publicado en el New England Journal of Medicine , que involucró a casi 900 pacientes con cáncer de colon que se habían sometido a cirugía de extirpación y completaron quimioterapia adyuvante, se comparó el impacto de participar en un programa estructurado de ejercicio físico con indicaciones simples. Pues bien, la supervivencia libre de enfermedad a cinco años fue del 80,3% en el primer caso y del 73,9% en el segundo. Además, la supervivencia global a los ocho años fue del 90,3% en el grupo que participó en el programa de actividad física y del 83,2% en el que solo recibió el material informativo.
Inclusión de la actividad física en las vías de atenciónImplementar este aspecto en la práctica clínica debería convertirse en un objetivo, enfatiza el oncólogo: «Como mínimo, debemos ofrecer a todos los pacientes recomendaciones sobre la importancia de la actividad física, pero también debemos organizar programas estructurados. Somos conscientes —concluye Di Maio— de que no todos los pacientes están dispuestos a asumir este compromiso, pero también es cierto que si se explican las posibles ventajas y beneficios, el compromiso podría ser más aceptable y los pacientes podrían verse más motivados a participar».
repubblica