El agobio por el turismo

Cuando España era un país en blanco y negro, el turismo le puso una nota de color y le dio un aire de libertad. Sesenta años después, asentada la democracia y conquistadas las libertades, a los ciudadanos les empieza a sobrar el turismo, a pesar de que España se ha convertido en la primera potencia mundial, que atrae a más de 80 millones de visitantes. La gran contradicción es que los españoles son grandes viajeros, pero se sienten violentados por los extranjeros que desbordan los centros de las ciudades.
En los últimos días, se han producido manifestaciones contra el turismo, incluso en enclaves en los que es la primera industria, como Tenerife, donde salieron a la calle más de 15.000 personas o Gran Canaria, que congregó a 5.000. No estamos ante un fenómeno nuevo, lo que resulta una novedad es que la protesta haya pasado de las grandes metrópolis a enclaves que viven del turismo. En una de las pancartas de los concentrados en Las Palmas se leía: “El turismo de masas nos quita las casas”.
Las aerolíneas transportaron 5.000 millones de viajeros en el último añoHonoré de Balzac, que despreciaba a los turistas, escribió que “un viajero no ve nada a fondo, su mirada resbala sobre los objetos sin penetrarlos”. Olvidamos a menudo que el turismo es fuente de vida, pero su extensión sin freno empieza a convertirlo en fuente de conflictos. Las aerolíneas transportaron 5.000 millones de pasajeros en el último año, en 39 millones de vuelos. Una locura. Pero lo cierto es que los ciudadanos del siglo XXI están dispuestos a renunciar a casi todo, menos a viajar.
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Hay ciudades que han tenido que corregir su oferta turística para no colapsar. El caso más emblemático es Venecia, que ha perdido 125.000 habitantes desde la década de los cincuenta y se ha visto obligada a limitar el acceso. Barcelona también ha tomado medidas reguladoras, reduciendo los apartamentos turísticos, aumentando tasas de estancia, limitando los grupos en el centro. Está claro que la convivencia de nativos y turistas necesita de la intervención de los autoridades. Se buscan turistas más interesados por la oferta cultural y gastronómica, que por la selfie y la sangría. Para que el viaje sea una experiencia y no, como escribió Susan Sontag, sea solo una estrategia para acumular fotografías.
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