Fantásticas siluetas danzarinas

Ahí estaban...
No supo cómo reaparecieron en su habitación.
Veinte años habían pasado desde la última vez que subió con ellas a un escenario.
Extraño, pero aún conservaban su rosado tono.
Las colocó tiernamente contra su pecho.
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Era indescriptible el caudal de sensaciones que ese simple acto revivió en ella.
Una lágrima descendió presurosa por su mejilla.
Me miró y sonrió ilusionada.
Afortunado fue su reencuentro, no planeado. Yo lo vi.
Recordó cuando, juntas, dibujaban fantásticas siluetas en la nada.
Giraban, giraban, giraban incansablemente, bañadas por la plata de la Luna.
Ella, loca de alegría, parecía colgarse de las notas musicales que impregnaban el ambiente.
Hasta que un día... “¡Levántenla! ¡Levántenla! ¡Llévenla a revisión!”.
Días después, la sentencia del médico: “Eso ha sido todo; no deberá volver a intentarlo”.
Fue ahí donde la separación hizo su arribo.
Desde entonces, su madre evitó hablarle de ellas.
Pero ahora estaban de vuelta.
“¿Empezar otra vez?”, les preguntó, mirándolas atentamente.
“¡Por supuesto!”, se respondió a sí misma.
Enseguida, se desplazó lentamente en su silla de ruedas, hasta alcanzar la orilla de su cama.
Ahí se apoyó y, como pudo, tomó en sus manos sus lánguidos pies, otrora esculpidos y resistentes.
Logró ajustar en ellos el par de viejas zapatillas.
Cerrando los ojos, se transportó de súbito a un mundo paralelo.
Se vio de pie, incólume, inspirada, como en sus mejores días.
Sus graciosos y elegantes movimientos surgieron de entre quiméricas bambalinas.
Se dejó llevar por una enigmática melodía que enervaba sus sentidos.
Su corazón se aceleró mientras un incontrolable llanto de felicidad la tomaba presa.
Ella y las recién llegadas, ya en sus pies, volvieron a girar, girar y girar incansablemente.
Locas de alegría, de nuevo se colgaron de las notas musicales que impregnaron el ambiente.
Y dibujaron, como nunca, fantásticas siluetas en la nada.
Un nuevo escenario, un debut que nadie aplaudió.
Música, giros, vuelos, estampas, un espíritu indomable.
¿Empezar otra vez? “¡Por supuesto!”, se repitió a sí misma.
La visión fue tan real que quedó atrapada en ella... para no despertar.
¿Volverá a ver el rosado tono de sus zapatillas en sus lánguidos pies?
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