Así es el B2 Spirit, el mortal bombardero furtivo con el que EEUU ha atacado instalaciones nucleares en Irán

En una operación militar sin precedentes, Estados Unidos ha desplegado su flota más avanzada de bombarderos furtivos, los B-2 Spirit, para atacar tres enclaves nucleares clave en Irán: Fordow, Natanz e Isfahán. La ofensiva ha sido confirmada por el Pentágono como la mayor misión jamás realizada con este tipo de aeronaves y marca un punto de inflexión en el conflicto creciente entre Washington y Teherán.
Además, tal y como explicamos en 20minutos, esta operación militar —denominada Martillo de Medianoche (Midnight Hammer en inglés)— ha sido una misión preparada durante meses y ha contado con señuelos para pillar a Irán fuera de juego.
Así es el B-2 Spirit, el avión más letal, invisible y caro jamás construido.
El Northrop Grumman B-2 Spirit es uno de los aviones más sofisticados del arsenal estadounidense. Diseñado para penetrar defensas aéreas ‘de alta densidad’ sin ser detectado, su peculiar forma de ala volante, junto con tecnología punta para ser furtivo, le permite eludir radares, sensores térmicos y otros sistemas de vigilancia.
Este bombardero estratégico, fabricado por Northrop Grumman Corporation, tiene un alcance de más de 9.600 kilómetros sin repostar, que se puede ampliar mediante reabastecimiento en vuelo. En la misión sobre Irán, siete B-2 volaron sin ser detectado durante 18 horas, minimizando las comunicaciones y reabasteciendo combustible en pleno vuelo, según reveló el ejército estadounidense el domingo.
Si nos fijamos en sus especificaciones, el B‑2 Spirit es una de las aeronaves más sofisticadas jamás construidas: con una envergadura de 52 metros y un diseño de ala volante que minimiza su huella en radar, este bombardero furtivo puede alcanzar un techo operativo de 15.240 metros y cubrir distancias intercontinentales sin ser detectado. Está propulsado por cuatro motores capaces de generar un empuje de más de 17.300 libras cada uno, lo que le permite transportar unas 18 toneladas de armamento, ya sean bombas convencionales o nucleares.
Cada unidad cuesta más de 2.000 millones de dólares, una cifra que lo convierte en el avión más caro del mundo.
Un poco de historia: según los datos oficiales, el primer B-2 se exhibió públicamente el 22 de noviembre de 1988, cuando salió de su hangar en la Planta 42 de la Fuerza Aérea, Palmdale, California. Su primer vuelo fue aproximadamente seis meses después, el 17 de julio de 1989. Sin embargo, no fue hasta 1999 cuando se probó por primera vez su capacidad: fue durante la Guerra de Kosovo, en la denominada ‘Operación Fuerza Aliada’, en la que seis bombarderos B‑2 partieron directamente —sin escalas— desde la base de Whiteman (Misuri) para lanzar bombas sobre objetivos en Yugoslavia. “Fue responsable de la destrucción del 33% de todos los objetivos serbios en las primeras ocho semanas”, aseguran en la página de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
Durante la operación Midnight Hammer, un total de siete B-2 lanzaron por primera vez en combate la bomba antibúnker GBU-57 MOP (Massive Ordnance Penetrator), un proyectil de 13.600 kilos diseñado para destruir instalaciones subterráneas protegidas con varios metros de hormigón armado.
Según revelan medios estadounidenses como The Wall Street Journal y Financial Times, fueron 14 las GBU-57 utilizadas para alcanzar los complejos de Fordow y Natanz. Mientras tanto, un submarino estadounidense lanzó misiles Tomahawk contra Isfahán, en una maniobra de despiste.
Ese es precisamente uno los detalles más sorprendentes de esta operación: su nivel de sigilo táctico. El Pentágono envió inicialmente seis aviones como señuelo hacia el Pacífico, mientras los siete B-2 destinados al ataque real se dirigían hacia Oriente Medio sin levantar sospechas.
Fuentes del Departamento de Defensa han descrito los daños como extremadamente severos, aunque Teherán ha restado importancia al ataque, asegurando que la infraestructura nuclear permanece operativa y que las explosiones fueron superficiales, indican medios iraníes.
Las imágenes por satélite muestran cráteres y estructuras destruidas en la superficie de Fordow, aunque los expertos advierten que la verdadera capacidad nuclear iraní está ubicada a decenas de metros bajo tierra. A falta de confirmación oficial, la IAEA (Agencia Internacional de Energía Atómica) no ha detectado liberaciones de radiación, lo que sugiere que no se dañaron materiales nucleares activos.
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