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Beatriz de Moura, la lectora que creó una editorial (de éxito) en el salón de su casa

Beatriz de Moura, la lectora que creó una editorial (de éxito) en el salón de su casa

Es una verdad universalmente reconocida que muchos de los niños que sufren una infancia difícil encuentran refugio en la lectura. Beatriz de Moura (Río de Janeiro, 1939) halló en la biblioteca familiar su “alimento”.

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Beatriz de Moura con Gabriiel García Márquez 1997

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La suya fue una niñez desarraigada. Su padre, Altamir de Moura, era diplomático y la familia vivió en Bolivia, Ecuador, Argel, Roma, Chile y Barcelona. “Cada dos o tres años cambiábamos de lengua, de amigos, de los siempre muy distintos modos de convivencia. Hay que aprender a sobrevivir a estos cambios tan brutales”, explicaba la futura editora al recordar sus tiempos mozos.

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Una época que estuvo marcada por la tragedia. La hermana de Beatriz, Elsa, cuatro años mayor de ella, “padecía una epilepsia incurable y se suicidó a los veinte años, un hecho que marcó abruptamente la vida de Moura”, según relata Carlota Álvarez Maylín en Una curiosidad sin barreras (Tusquets), una biografía de la fundadora de la editorial “cuyos libros nos volvieron modernos”.

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Beatriz de Moura con Fernando Aramburu

Terceros

La vida de hija de diplomático tiene esos muchos inconvenientes, pero también grandes ventajas. La joven Moura aprendió los idiomas de los países en los que vivió y al llegar a la veintena hablaba “inglés, italiano, castellano, portugués y francés”. Las lecturas de los días tristes y la versatilidad lingüística serían las perfectas herramientas para una mujer que creó una editorial en el salón de su casa y la hizo crecer hasta llegar a lo más alto.

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Pero la edición no fue la primera opción de Moura. Su madre la apuntó a clases de costura y mecanografía. Ella renegó de esas enseñanzas (y de sus padres) y se marcho a Ginebra para estudiar traducción. El rechazo fue mutuo y la familia de Moura dejó de pasarle su asignación por lo que Beatriz buscó en Suiza trabajos de “camarera, lavavasos, paseadora de perros o cuidadora de niños”.

La editora, hija de un diplomático brasileño, habla inglés, italiano, castellano, portugués y francés

No acabó los estudios y, cuando buscó un sitio para ubicarse de forma definitiva de los muchos en que había vivido, Moura escogió Barcelona. Allí tenía unos trabajillos en las editoriales de Gustavo Gili y Salvat. También tenía amigos como los fotógrafos Colita y Xavier Miserachs. Y fue haciendo nuevas amistades. A través de Oriol Maspons conoció al arquitecto Óscar Tusquets.

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“Era atractiva, desinhibida, inconformista, cosmopolita, leída, políglota y de buena familia, hija del cónsul de Brasil en nuestra ciudad, y claro, me enamoré de ella”, relataba el arquitecto. Óscar y Beatriz se fueron a vivir juntos a un piso de la avenida Hospital Militar y, en diciembre de 1964, contrajeron matrimonio.

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La relación fue más allá de lo sentimental. El padre de Óscar, Magín Tusquets, cedió a sus hijos, Óscar y Esther, la editorial Lumen en 1959 y Beatriz se incorporó al negocio. Carlota Álvarez Maylín se adentra en los motivos que llevaron al enfrentamiento entre Beatriz y Esther y que provocaron una ruptura inevitable.

Divertida, elegante y de izquierdas Por Sergio Vila-Sanjuán

En el año 2017, Beatriz de Moura donó los archivos de Tusquets Editores, perfectamente catalogados, a la Biblioteca Nacional de España (la de Catalunya no estuvo muy ágil dejándolos escapar). El recién aparecido estudio biográfico sobre la editora de Carlota Alvarez Maylín, Una curiosidad sin barreras, demuestra la utilidad de ese depósito. El libro hace un magnífico uso de esos archivos y de otros como los de autores latinoamericanos de la universidad de Princeton, para trazar un sustancioso retrato de la editora y del momento que le tocó vivir.De la Beatriz de Moura más privada se nos muestra cómo afianzó una vocación cultural a pesar de los reveses de una educación privilegiada: su relajado cosmopolitismo de hija de diplomático se ve empañado por el temprano suicidio de la hermana, y por la posterior ruptura con los padres. La independencia personal y los aires sesentayochistas favorecen una conducta refractaria al compromiso exclusivo, hasta que aparece en su vida Toni López Lamadrid, el mejor compañero y el mejor socio empresarial.En aquella Barcelona de los años 60 Beatriz de Moura aprendió el oficio en editoriales clásicas como Salvat o Gustavo Gili, antes de integrarse en Lumen, el sello que dirigía su cuñada, y de ahí a fundar su propio sello con su primer marido, Óscar Tusquets. Como editora la amplia cultura, la simpatía personal y el conocimiento de los idiomas; el buen gusto y el olfato le permitieron integrarse en la red de editores literarios europeos más influyentes, que ya no abandonará. Ese charme le facilita conseguir, en los inicios de su andadura, obras menores de dos grandes del boom, García Márquez y Vargas Llosa, que le brindan cierta solidez económica. Lo que viene a continuación –la voluntad de impulsar “una editorial divertida, de izquierdas y elegante a la vez”, y con autores de primera línea– ya es historia de la cultura española contemporánea.En los inicios de Tusquets confluyeron los representantes de una modernidad literaria, arquitectónica y visual que colocó a Barcelona en la vanguardia absoluta de la España de la época. El trabajo de Álvarez Maylín explica muy bien cómo fue posible ese momento dorado, y nos reafirman que no se trató de un espejismo.

Esther se quedó con Lumen. Óscar y Beatriz iniciaron en el salón de su casa una nueva aventura editorial: Tusquets. La presentaron en el Price en 1969 y la impulsaron con la colaboración de sus compañeros de la gauche divine y con las renovadoras ideas de Moura, que apostó por “un catálogo capaz de aportar una nueva visión vanguardista, de combinar la faceta marginada de autores de canon, conocidos y de renombre, con las publicaciones de noveles, y de situar en el centro los debates demandados por la España de los últimos años del franquismo”.

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Beatriz de Moura con varios autores en 35 aniversario de Tusquets 1994

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En el éxito del proyecto intervino, como suele ocurrir, también el factor suerte. Tusquets publicó “una de las obras marginales de Samuel Beckett, Residua (1969) y ese mismo año el dramaturgo ganó el Nobel de Literatura”. Las dotes de seducción de Beatriz hicieron el resto. La editora convenció “al chico colombiano que llegó aquí con una mano delante y otra detrás y que tenía una hierba estupenda” para que publicara Relato de un náufrago en Tusquest. Así fue como Gabriel García Márquez llegó a la editorial. Le siguieron Mario Vargas Llosa, Sergio Pitol, Carlos Fuentes...

En el éxito del proyecto de Tusquets intervinieron el factor suerte y las dotes de seducción de Moura

Los problemas financieros y la censura afectaron a un proyecto que, sin embargo, logró triunfar. Carlota Álvarez Maylín se adentra en esa historia de éxito en Una curiosidad sin barreras , una biografía repleta de vivencias y anécdotas que se lee de un tirón.

lavanguardia

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