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¿Corre peligro la tercera persona?

¿Corre peligro la tercera persona?

Aunque siempre va a haber valientes que se atrevan con la segunda persona del singular (Lorrie Moore, Leila Guerriero) y con la primera del plural (Jeffrey Eugenides en Las vírgenes suicidas), por lo general quien empieza a escribir algo de ficción tiene que plantearse si escribe en la primera o la tercera del singular. Según una polémica reciente que se dirime en redes, los adolescentes lectores de ahora tienen problemas con el narrador omnisciente en tercera persona, porque casi todos los libros románticos o para jóvenes adultos que se promocionan en Book Tok tiran de una estricta primera persona y no pueden entender por qué alguien cuenta cosas desde un lugar que no sea el yo. En la newsletter de la escritora Ottessa Moshfegh (muy recomendable y fabulosamente titulada It’s Ottessa, bitch) hace poco un lector le preguntaba cómo se decide entre la primera y la tercera cuando empieza una novela y ella contestaba: “Decidir si escribo como ‘yo’ o como ‘él/ella’ es un momento mágico. Depende de dónde me lleven los primeros movimientos de la novela. Para mi novela Eileen, el primer borrador estaba en tercera persona y en tiempo presente. Daba asco. Lo que sí saqué de esa versión fue una especie de sarcasmo desagradable, que era interesante. Cuando la reescribí en primera persona y tiempo pasado, la voz se convirtió en la de una mujer mayor mirando hacia atrás, hacia su juventud. De manera que la narradora es a la vez la protagonista y no es la protagonista. Sentimos lo que le pasa pero también nos reímos de ella”.

PEDACITOS DE DAVID LYNCH
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David Lynch en el Festival de Cannes en el 2017

Valery Hache / AFP

David Lynch falleció el pasado enero y a sus herederos no les ha llevado mucho tiempo organizar una subasta con más de 450 lotes de objetos que pertenecían al director. Algunas pujas ya han empezado online en la web de Julien’s, la casa de subastas que se especializa en la memorabilia de nombres famosos. Hay piezas que ya despuntan como grandes éxitos, como la clásica silla de director, en piel roja y con el nombre de Lynch escrito en el respaldo. Partía de los 5.000 dólares y ya anda por encima de los 17.000. Es fácil reconocer la cortina de terciopelo rojo y la alfombra de zigzag blanquinegro (se venden juntas) que aparecían en Mulholland Drive pero los lynchianos profundos probablemente prefieran cosas menos obvias, como alguna de las muchísimas máquinas para hacer café –el realizador era un obseso y tuvo su propia marca de café molido– que se ofrecen, las cajas de cerillas que se crearon para el set de Carretera perdida, o los muebles que él diseñó y construyó. También se subastan, agrupados por lotes, muchos de los libros que guardaba en su casa de California, y que dejan constancia clara de sus intereses variadísimos, desde la meditación trascendental a la obra de Max Ernst pasando por la vida de Lyndon B. Johnson. Quien tenga dólares para gastar puede también intentar llevarse el guion de Twin Peaks en el que aparece en la primera página el título del proyecto escrito en boli, y el título inicial tachado: Northwest Passage. Que no suena ni la mitad de bien.

PELÍCULAS DE MENTIRA
Uno de los pósters promocionales.

Cartel de la serie 'The Studio'

Apple TV

La telecomedia Rockefeller Plaza, de Tina Fey, se emitió del 2006 al 2013 y uno de los motivos por el que más se la recuerda y añora es por las películas falsas que aparecían en la serie, porque en la década larga que ha pasado desde entonces se han estrenado muchos productos en el cine y sobre todo en plataformas que parecen parodias de Rockefeller Plaza. La reciente The Studio, que también ofrece comentarios insider sobre la industria audiovisual, no llega a los niveles de absurdo de la serie de Fey pero recoge ese testigo de inventar películas falsas que podrían ser reales. Por ejemplo, un refrito de Chinatown dirigido por Olivia Wilde que en realidad es un plagio. O una comedia de terror sobre un zombi que escupe diarrea (que en la serie le adjudiquen ese bodrio a Spike Jonze lleva a preguntarse si Seth Rogen, el creador y protagonista de la serie, tiene algo contra el director de Her) y, sobre todo, The Kool-Aid Story, la película de mentira que articula toda la primera temporada y propicia uno de los mejores capítulos, en el que los jefes del estudio se desquician intentando crear un reparto tan racialmente equilibrado que nadie pueda criticarlo.

EL DINERO COMO GÉNERO LITERARIO
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'Diario del dinero'

Cuando se leen diarios y correspondencias de autores, uno de los aspectos más interesantes y reveladores suele ser cuando el escritor en cuestión habla de dinero, de cuánto lo necesita, de por qué lo merece. Más que los otros autores, en todo caso. Menos habitual es leer todo un libro dedicado a eso. El de Rosario Bléfari que publica Ediciones Comisura se llama así, Diario del dinero, y sirve para introducir en España la figura de Bléfari, fallecida en el 2020 y muy conocida en Argentina como actriz, cantante del grupo Suárez y escritora. Este diario, con prólogo de Julieta Venegas y collages de Susana Blasco, sirve para saber de una vida a partir de los gastos mundanos (bocadillos, un Uber, clases particulares para la hija) y dejar que eso lleve a muchos otros lugares. Sobre la especial volatilidad que adquiere el concepto dinero en Argentina también se acaba de publicar una interesante novela, La ficción del ahorro (Gatopardo), en la que Carmen M. Cáceres parte del corralito, esa palabra que Argentina legó al mundo y que, según la autora, “hace pensar en una aspereza periférica y rural”, para explicar el desencaje de una familia.

lavanguardia

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