El icónico 'DOOM' contraataca y regresa dispuesto a ser el juego de acción del año

La mejor defensa es un buen ataque. Esta celebre –y manida– frase que tanto podría atribuirse a Sun Tzu como a Hansi Flick, también le sienta como anillo al dedo a DOOM: The Dark Ages, la flamante nueva entrega dentro de la saga decana de la acción en primera persona. Disponible desde esta semana para PC, Xbox Series y PlayStation 5, el nuevo videojuego de id Software mantiene la ultraviolencia marca de la casa, pero reinventa su jugabilidad.
El tercer capítulo dentro del reinicio de la franquicia que desde 2017 se ha venido gestando en las oficinas del estudio tejano vuelve a ser un festín de velocidad, gore y heavy metal. La gran novedad es el escudo, en apariencia un arma defensiva que cambia por completo la dinámica de juego, pero que en manos del Doom Slayer acaba siendo una herramienta de destrucción implacable.
DOOM: The Dark Ages vuelve a ser un festín de velocidad, gore y heavy metal
Antes de continuar, la pregunta de rigor: ¿Es necesario haber jugado a las dos entregas anteriores? Para nada. Aunque el juego pone bastante énfasis en su historia, sigue siendo un mero pretexto para presentar el escenario en el que transcurre la acción. De hecho, durante las cinemáticas que suelen aparecer al principio y la final de las 22 misiones que componen la campaña para un solo jugador lo más llamativo no es el qué, sino el cómo.
Y es que de manera más acentuada que en las anteriores entregas, The Dark Ages es una fantasía de poder llevada al extremo. En la piel de un supersoldado capaz de acabar con un ejército entero es llamativo cómo el diseño artístico gira alrededor de estéticas que buscan potenciar la ilusión de un poderío sin límites. Su mundo de ciencia-ficción, mezcla un futurismo hipermilitarizado con construcciones barrocas y monumentales, también contribuye a esa sensación de grandeza.

Imagen del videojuego 'DOOM: The Dark Ages'
id SoftwareLa gran novedad es el escudo, un arma defensiva (y ofensiva) que cambia por completo la dinámica del juego
La última entrega de DOOM juega constantemente a transmitir una percepción de corpulencia, peso y fortaleza, y en todo esto es clave el uso del famoso escudo. Efectivamente, es una herramienta que puede utilizase para cubrirse de las ráfagas de disparo enemigas, pero también es un arma que puede lanzarse cual Capitán América, que permite desplazarse por el escenario y que, sobre todo, abre la puerta a un tipo de jugabilidad que no es la típica de los first person shooters, una más cercana a la de los juegos de combate con contragolpes.
Cuando analizamos DOOM (2017) destacamos que tenía un sistema de control “refinado, directo y muy satisfactorio”. Unos años después, con DOOM Eternal (2020) aplaudimos “el equilibrio entre el diseño de las armas, los enemigos y las habilidades del protagonista”. The Dark Ages mantiene todo eso, pero matiza el estilo de juego para subrayar esa sensación de robustez que transmite su protagonista. Aunque es un juego tan o más fluido que sus dos entregas anteriores, en esta ocasión los golpes y los tiroteos se efectúan más cerca del suelo, sin tanto salto y con unos niveles más abiertos, que se extienden en horizontal más que en vertical.

Imagen del videojuego 'DOOM: The Dark Ages'
id SoftwareLos nuevos escenarios son tan amplios que en muchas ocasiones ralentizan el ritmo del juego
Más que la nueva dinámica centrada en el escudo y el mangual, seguramente aquello que levante más suspicacias sean unos escenarios que, de tan amplios, a veces ralentizan el ritmo de la acción. Eso o que la IA enemiga no parezca demasiado preparada para estos escenarios abiertos. O que las fases de volar a lomos de un dragón sean un tanto mecánicas. O que las misiones a bordo de grandes robots de combate sean más una secuencia espectacular más que un reto trepidante...
Lee tambiénEs posible que el nuevo enfoque que Hugo Martin y su equipo le han dado a DOOM: The Dark Ages no sea aquello que esperan los fans de toda la vida, pero lo que no se le puede reprochar esta nueva entrega es su capacidad de mantener el carácter brutal y salvaje de la saga, así como su particular sentido del humor. Sorprende como el juego más zafio y desagradable puede ser también uno de los más refinados y bien medidos en cuanto a su jugabilidad.
lavanguardia