El listón de la excelencia

Durante unos años, almorcé con Joan de Sagarra en el restaurante Casa Paloma. Tras los primeros tanteos, los camareros aprendieron a servirle el Jameson como le gustaba. Pero la covid se llevó por delante el local y él lo encajó mal; de nuevo, tendría que explicar el arte de servir bien... No era una pose. Este mismo nivel de excelencia se lo exigía al teatro, la literatura o el periodismo: “Parece mentira que no hayáis dedicado ni una línea a la muerte de...”. Así solían empezar nuestras comidas, que siempre acababan bien.
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