El Real aplaude al Ballet de Viena en una velada que homenajea a su director, Martin Schläpfer

El mundo del danza despide al suizo Martin Schläpfer, importante director y coreógrafo jefe de compañías de ballet que ha pasado los últimos cinco años al frente del Estatal de Viena, o lo que es lo mismo, el Ballet de la Ópera de la capital austriaca. En cuatro semanas cogerá el portante y se retirará a las montañas, dice. “Ya tengo 65 años y llevo 35 dirigiendo ballets...y yo ni siquiera quería ser coreógrafo, empecé porque no había dinero para pagar una creación”. Antes de que esto suceda, el Teatro Real ha apostado por mostrar su último legado, esa pieza titulada 4 que creó en plena pandemia sobre la música de la Cuarta Sinfonía de Mahler.
Lee tambiénAcababa de incorporarse a la plantilla de Viena y quería familiarizarse con todos y cada uno de los bailarines, de ahí que haya viajado una abultada compañía. Por lo que no extraño que tratándose de un programa contemporáneo -que completa el mítico Concertante de Hans van Manen- permanezca en Madrid sólo tres días, del 23 al 25 de mayo, con un total de cuatro funciones, que se llenan con el público abonado a la temporada de danza. Porque no es fácil alcanzar una buena ocupación con este tipo de propuestas en el Real. Y es lástima, porque algunos incunables de la reciente historia de la danza no volverán a ver la luz probablemente, como es el caso de este abstracto Concertante que Van Manen -ahora nonagenario- creó en 1994 para la compañía joven de Netherlands Dance Theatre.

Aleksandra Liashenko y Géraud Wielick en 'Concertante' de Hans van Manen
Javier del Real / Teatro RealLa pieza no ha perdido encanto, con esa frialdad del neoclásico con la que construye un juego atemporal de relaciones esquemáticas, ora a dúo, ora a trío. Al fin y al cabo, hablamos del coreógrafo que junto con Jiří Kylián es el principal exponente de la escuela neerlandesa de ballet, un corpus que contribuyó al devenir de la creación contemporánea del último medio siglo. Y con justicia y claridad lo defienden en Madrid los bailarines de Viena, ataviados con el icónico diseño de Keso Dekker, eterno colaborador de Van Manen, y deslizándose sobre la Petite Symphonie Concertante del compositor suizo Frank Martin que desde el foso interpreta la Orquesta del Teatro Real. Un lujo.
Aunque ambiciosa y de gran precisión, esta '4' no acaba de convertirse en una pieza determinante que capture las alegrías y los tormentos del MahlerNo obstante, el plato principal de la velada que propone el coliseo lírico capitalino es ese 4 mahleriano de Schläpfer que, aunque ambicioso y de gran precisión, no acaba de convertirse en una pieza determinante que capture las alegrías y los tormentos del compositor, que es lo que en realidad encierra esta Sinfonía.
La visita de la muerte que expresan los macabros violines y los grotescos glissandi de los cellos en el segundo movimiento no halla digna semblanza en la danza, como si el desarrollo de esta quedara varado en lo estético a fin de no caer -y con razón- en una danza dramatúrgica. Pero no llega a sacudir al espectador. Porque acaso es eso lo que se espera al final de una carrera tan notable como la de Schläpfer, que además ha imprimido un nuevo impulso creativo y contemporáneo a la muy clásica compañía vienesa: en 2022 fue elegida como 'Lo mejor de la temporada' por la revista Tanz.

Claudine Schoch y Marcos Menha en '4', de Martin Schläpfer, que combina trabajos con punta, media punta y a pie descalzo
Javier del Real / Teatro RealEn ese último lustro ha introducido en Viena nuevas producciones de La dama de las camelias, de John Neimeier, Cuento de invierno, de Christopher Wheeldon, y su propia versión de La bella durmiente. ¿Seguirá creando aunque retirado?, le preguntamos. “Tal vez escriba, porque no quiero crear más. Yo de hecho nunca quise coreografiar: empecé porque no había dinero para pagar un nuevo trabajo”, dice mientras la última luz del día redibuja su amable rostro en la terraza del Teatro Real.
Tal vez escriba, porque no quiero crear más. Yo de hecho nunca quise coreografiar: empecé porque no había dinero para pagar un nuevo trabajo”
El de Martin Schläpfer no es un nombre conocido, como tampoco lo sería el de tantos entrenadores de equipos de fútbol si no se hubiera apostado tanto por el balompié en los medios el último medio siglo. Pero en su haber hay más de 80 piezas, desde Lagos de los cisnes y Bellas durmientes a creaciones propias sobre obras sinfónicas, como esta de Mahler o la tan emocional Pathétique de Chaikovski, que el Ballet de Viena puso en escena junto con el Divertimento mozartiano de George Balanchine y el Summerspace de Merce Cunningham, con seis bailarines avanzando cual pájaros al son de los atmosféricos pianos de la música de Morton Feldman.

Martin Schläpfer en el Teatro Real
M. Ch.“Lo más importante es programar”, advierte el coreógrafo suizo, como implorando una respuesta efectiva al derecho del público a ser cultivado. Él lo ha hecho durante décadas, programar. Primero al frente del Ballet de Berna, luego con el de la ciudad alemana de Maguncia y, antes de llegar a Viena, con el Ballett am Rhein de Düsseldorf que dirigió durante diez años. Y en todos ellos marcó una diferencia.
Este repertorio de ballets estatales que sigue el circuito de las casas de ópera no lo ha tenido fácil para llegar a los teatros españolesCuriosamente, este repertorio de ballets estatales que sigue el circuito de las casas de ópera no lo ha tenido fácil para llegar a los teatros españoles, mancos de compañías propias y con temporadas de ópera que dejan poco espacio para la danza. De manera que cuando por fin se rescata, corre el riesgo de parecer obsoleto, vocabularios para los que sí ha transcurrido el tiempo. El repertorio contemporáneo va pasando a ser un clásico del que sólo son rescatables los auténticos hitos.
En cualquier caso, merece la pena que el trabajo de Schläpfer haya tenido su ventana en el Real. Y es encomiable la apuesta del teatro por un programa de danza contemporánea y con implicación de la propia orquesta, que además cuenta con una espectacular Marina Monzó en el lied de júbilo para soprano del último movimiento de la Sinfonía de Mahler.

Liudmila Konoválova en la copa posterior al estreno que el Real ofreció a la compañía
M. Ch.Schläpfer no ha tardado ni un lustro en despedirse de Viena. “Es muy cansado, es un mundo muy conservador”, argumenta. En su lugar, la Ópera austriaca está feliz de recibir a la estelar Alessandra Ferri, que llega en septiembre con los laureles de “la más grande bailarina italiana del último medio siglo”. También la bailarina Liudmila Konovalova (Moscú, 1984), principal del Ballet de la Ópera de Viena, se ha ganado una cierta independencia para poder poner en marcha algún proyecto propio. Y Ferri no puede negarse, pues ella hizo lo mismo en cuanto tuvo ocasión.
Konovalova, que en junio de 2019 fue honrada por la embajada rusa en Viena por su contribución a las relaciones culturales entre Rusia y Austria (¡qué tiempos!), está decidiendo ya el cartel para su inminente película y tiene planes para una producción propia que verá la luz dentro de un año. En la actualidad, obviamente, es una artista que representa a Austria, y tiene la nacionalidad.
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