Hermann Bellinghausen: Sadismo corriente

Hermann Bellinghausen
E
l espectáculo político actual mv *.xml ~/htdocs/2025/07/07/enseña que no hemos visto nada todavía. Los comportamientos de las personas en el poder global político, económico, comunicacional y bélico aparecen tan enfermos que quitan la respiración. El sadismo deliberado, gozoso y sin culpa que muestran gobernantes, magnates y figuras mediáticas hoy día no tiene paralelo en la historia. Ni siquiera Hitler, Goebbels, Mussolini o Franco admitían sus malas intenciones, los guiaba la voluntad
de algo: Dios, la raza
, el pueblo
. Stalin menos aún, el bien supremo justificaba los medios que empleara. Su sadismo no era exhibicionista, sino purificador.
¿Qué es el sadismo? Para irnos entendiendo, recurro a la definición práctica de la revista de divulgación Psychology Today: “Es la tendencia a obtener placer del dolor o sufrimiento ajeno. Algunas personas con personalidades sádicas pueden infligir dolor a otros, mientras otros simplemente lo presencian y lo disfrutan. Los sádicos pueden infligir dolor mediante la fuerza física, como la violencia, o la fuerza sicológica, como en relaciones emocionalmente abusivas. En entornos sociales, pueden buscar controlar a los demás y disfrutar humillándolos o degradándolos… La falta de culpa y la dificultad para empatizar con los demás son características del sadismo y otros rasgos de la tétrada oscura”.
Los sicólogos han acuñado recientemente el término tétrada oscura
para describir una personalidad que incluye sadismo, sicopatía, narcisismo y maquiavelismo. Psychology Today registra: Los investigadores han descubierto que estos cuatro rasgos aparecen juntos en individuos con mayor frecuencia de lo que se esperaría si fueran constructos no relacionados
.
Tres meses antes de que Donald Tump asumiera la presidencia de Estados Unidos, en octubre de 2024, The New York Times publicó los resultados de un estudio sobre su perfil siquiátrico, realizado por un panel de 235 profesionales. Éstos detallaban que el inminente mandatario manifestaba la sintomatología de llamado trastorno de personalidad narcisismo maligno
, concluyendo que tal condición lo volvía totalmente inadecuado para el liderazgo
. Citado y comentado por Jorge Retana Yarto (Contralínea, 21/4/25), el reporte alertaba de que se trata de un individuo mentiroso, destructivo, engañoso y peligroso
.
Ahora bien, el sadismo fue considerado un padecimiento hasta hace poco. En 2022, el autorizado Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), en su quinta edición lo eliminó de la lista de enfermedades y trastornos mentales, quizás en respuesta al hecho de que sus dos presidentes más recientes (Trump y Joe Biden) habían sido diagnosticados como sádicos. Así, mejor normalizar el sadismo, y Trump no tuvo impedimentos clínicos; esto, sin olvidar la cascada de escollos judiciales que libró para comprarse el poder.
Su show no para. Ahora es el Alcatraz de los cocodrilos y el júbilo con que el sujeto se burla de los migrantes y los denigra. Antes fue su Riviera Dorada en la futura Gaza, que hasta el nombre perdería. Exhibe un locuaz odio a los pobres, el amor al dinero, propio y de sus millonarios favoritos. Acusa sin pruebas, emplea los epítetos más espantosos con deleite. Ha convertido al Estado en un mall lleno de sótanos y torres donde todo tiene precio (altísimo, si no, qué chiste). Sus corifeos son sádicos entusiastas: Miller, Vance, Noem, De Santis. Su placer es inspirar miedo.
Tampoco es el primero: Andrew Jackson y Teddy Roosevelt fueron sicópatas clínicos. Pero ya no es un asunto de personalidad. Hoy el sadismo devino rasgo colectivo. Tras la guerra, los alemanes pudieron justificarse (es que no vi nada
, cumplía órdenes
). Los electores de Trump no tienen esa coartada. Ni la necesitan. Muchos disfrutan el sufrimiento de los migrantes perseguidos, como de juego.
No podemos dejar fuera lo que ocurre con los israelíes. Que su gobernante, el todavía útil Benjamin Netanyahu, y los miembros de su gabinete muestren de palabra y obra firmes rasgos sádicos no es lo más alarmante. Ya venía ocurriendo hace varios lustros, acuérdense de Avigdor Lieberman, aquel ministro de Relaciones Exteriores y de Defensa entre 2009 y 2018 llamando al exterminio palestino. El comportamiento cotidiano de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) es programáticamente sádico. Matan y humillan porque sí. Al hambriento, al bebé, al enfermo, a la madre, al periodista, al médico. Son profesionales en la deshumanización de los palestinos.
Circulan en redes sociales cínicos testimonios de los propios soldados cometiendo atrocidades, prometiéndolas o celebrándolas en hebreo e inglés. Uniformados, juegan al Apocalipsis zombi. Mientras, la oposición interna en Israel quedó atrapada en sus propios escombros, con el único argumento que les permiten, tan magro ante la escala de la catástrofe palestina: regresen a los rehenes
. No parecen tener tiempo para confrontar el sadismo sistémico de su economía, su academia, su industria, su Estado y su ejército, que crearon un sistema paralelo a Israel. Carcelario. Exterminador.
jornada