Horacio Quiroga inédito: textos censurados y olvidados que revelan su faceta más polémica

Cada libro que rescata los textos menos conocidos de un autor clásico puede iluminar su obra con una luz distinta; esos escritos, apartados del canon por desconocimiento o porque los criterios que consolidaron qué es lo esencial de ese escritor ya parecen sellados, en ocasiones hacen girar la parte que conocemos de esa persona y nos muestran otro relieve. Textos políticos, extraviados & dispersos (Caballo Negro) exhuma veinticuatro piezas de Horacio Quiroga, entre artículos periodísticos, cuentos y una particular reseña, con el plus de que cuatro de ellos no figuraban en las listas de obras del autor de Cuentos de amor de locura y de muerte y muchos otros que nunca había sido publicados en formato libro.
Horacio Tarcus, en un sólido prólogo a este volumen, avisa que quizá estos textos desconcierten a más de un lector de Quiroga, pero (o a lo mejor debido a) esa extrañeza permiten intuir en algunos casos y reforzar en otros, las características del pensamiento y la obra del autor.
Así, la simpatía con el anarquismo, la esperanza inicial en la Revolución Rusa, la denuncia de la deshumanización en y de las ciudades, el rechazo al exceso de industrialización y al embrutecimiento laboral y la crítica al sufrimiento provocado por las guerras despuntan a lo largo del libro.
La obra se abre con tres notas publicadas en Mundo Argentino, propiedad de la Editorial Haynes. En la primera de ellas, “Una cacería”, Quiroga narra el asesinato múltiple de indios guaycurúes en Misiones, fusilados por un terrateniente y sus secuaces, por haber robado maíz de una plantación. El autor, a seis años de ese crimen, recuerda: “Esto no pasó en un país lejano, sin embargo. Esto pasó el 25 de noviembre de 1911, a media hora de la línea del ferrocarril internacional que corre de Buenos Aires a la Asunción”.
Horacio Quiroga. Archivo Clarín.
En otro texto publicado en esa revista, inédito hasta ahora en libro, Quiroga reflexiona y elogia al cine, al que denomina “teatro mudo”. Allí lo separa del “teatro hablado”, es decir, el tradicional, y reivindica que el nuevo arte, que por entonces apenas supera los 20 años desde su creación, permite “un cuento maravillosamente ilustrado” y observar todos los matices de la expresión de un actor, sin que se nos pierda, gracias al primer plano, ningún detalle, “mínimo rictus de pasión” y “mínimo fulgor de la mirada”.
Entre los rescates también aparece un texto publicado en la fugaz Revista Popular, dirigida por Juan José de Soiza Reilly. “Una carta de amor” muestra a un adolescente desesperado porque un periodista al que admira le escriba las más conmovedoras líneas a su amada, cual Cyrano de Bergerac, tal como apunta Alejandro Ferrari, a cargo de un cuidadoso trabajo de selección y de las notas a pie de página.
Los artículos publicados en El Hogar, en tanto, recogen las vetas más contestarías de Quiroga. En “Lo que no puede decirse” arremete contra el alineamiento de los principales medios y partidos políticos argentinos frente a la consolidación de la Revolución Rusa. Por ese entonces el escritor abrigaba esperanzas en ese proceso que había terminado con los zares y que, en teoría, podía abrir el paso a un gobierno verdaderamente democrático y sin miseria.
Con todo, el autor reconoce que “las revoluciones queman a su contacto y solo alumbran a través del tiempo” y que “no ha habido jamás en la historia modo de contener una explosión reivindicativa en los límites de las evoluciones incruentas”.
En “Ante la hora presente” critica al sistema capitalista y afirma: “Si las argucias filosóficas nos prueban que el mundo debe marchar aplastando a los que lo hacen marchar, renegamos de esa civilización”. Quiroga lanza su anatema contra “acaparadores, especuladores, envenenadores irreprochables” y confiesa que somos “nosotros mismos, culpables e indiferentes, quienes desde hace mil años venimos adulterando, envenenando, matando, la dignidad humana”.
Horacio Quiroga. Archivo Clarín.
En “Asesino”, por su parte, glosa un capítulo de Hombres en la guerra, del hoy olvidado escritor Andreas Latzko, que narra el regreso de un soldado austríaco a su país, el racconto de víctimas de su bayoneta, las miradas de ellas antes de morir y cómo esa violencia se le había hecho carne al protagonista.
En otro tono, “Un fracaso absoluto” describe las expectativas y penurias ante la puesta de una obra teatral escrita por el propio Quiroga. Al día del estreno solo asisten trece espectadores y, deducidos los gastos, le quedan un peso con treinta y cinco centavos.
Otro rescate valioso lo compone el dúo de textos publicados en Insurrexit, una revista de izquierdas, conducida por una agrupación del mismo nombre. En “La propaganda posguerra” disecciona la idealización de la pasada Gran Guerra, como se había conocido a la Primera Guerra Mundial, y el intento de edulcorar para la niñez los horrores sembrados en trincheras y campos de batalla, donde murieron millones de hombres por balas de fusil o de cañón o por el gas mostaza.
Las colaboraciones en Babel también tienen su espacio. En esta parte aparece el cuento “El compañero Iván”, que narra el triángulo amoroso entre tres anarquistas, historia inspirada en Manuel Moscoso, redactor del legendario periódico ácrata La Protesta. De La Nación, en tanto, se rescatan un texto donde critica a Occidente porque “todo él es hambre: más industria, más riqueza, más territorio”, y vaticina una nueva guerra, tal como sucedería a partir de 1939.
Horacio Quiroga. Archivo Clarín.
“Nada separa a los pueblos, sino el Estado”, remarca, con subrayado anarquista. Un acento negativo libertario hacia al Estado que no implicaba descreer de la democracia, ya que un gobierno de esas características “es el único que nos da esperanzas, pues posee lo que no tiene ningún otro: un corazón”.
En “Nacionalismo imperial” arremete contra esa vertiente de la derecha y, sin decirlo, critica a Leopoldo Lugones, con quien años antes había compartido veladas y una amistad. Ese nacionalismo “se adjudica así un calculado destino de opresión y vasallaje hacia los países más débiles, que debemos empobrecer, anular, aplastar” afirma en ese texto de 1928, en un contexto internacional con la dictadura fascista de Benito Mussolini consolidada desde 1922 y un protonazismo que, inspirado en aquel, comenzaba a reptar en Alemania y que alcanzaría el poder en 1933.
Quiroga remarca que “la libertad es un privilegio sagrado”, pero “quien la desea para sí y la desdeña para otros es libre solo por casualidad”.
Los artículos de Vida Literaria, por su parte, incluyen el relato “Una noche de Edén”, un cuento fantástico con la Eva bíblica de protagonista, corporizada como una momia vestida de negro que se reencarna por algunas horas para otear cómo se visten las mujeres de la época.
Otros textos publicados en ese medio reivindican el arte “primitivo” por su “frescura primordial”, analizan la literatura rusa, la obra de Xul Solar y las características del relato breve estadounidense, como así también remarcan una vez más la distancia con Mussolini, luego de que este pronunciara que la libertad era un “cadáver putrefacto”.
Textos políticos, extraviados & dispersos es una obra tan colorida como atrapante para el admirador de Quiroga y de su obra. Pero también lo es para quien desee revivir los esbozos de anarquismo presentes en el autor, rasgo que compartió con otros colegas, siempre desde un lugar de honestidad intelectual y humanista. Por otro lado, sus alusiones a la crueldad de la civilización contemporánea resuenan con fuerza en la actualidad. Más allá de la historia trágica del autor, y de sus relatos plagados de víboras, riachos, arcilla, machetes, loros y armas de fuego, laten en sus textos una mirada inclasificable sobre el mundo y sus alrededores.
Textos políticos, extraviados & dispersos, de Horacio Quiroga (Caballo Negro).
Clarin