Josep Maria Pou: “Roald Dahl no se retracta de su crítica a Israel, aunque le quieran retirar los libros”

La fascinación de Josep Maria Pou (Mollet del Vallès, 1944) por el teatro no tiene freno y, a pesar de su dilatada carrera, sigue buscando las mejores obras, tanto como director artístico del Romea, como como intérprete para hacerlas él: La cabra, El pare... y ahora estrena Gegant. La función explica una tarde de 1983 del escritor Roald Dahl, el autor de Matilda y las Historias imprevistas, en que sus editores le piden que se retracte de una reseña en la que critica a Israel por haber atacado a Líbano. La Vanguardia habla con el actor sobre esta obra de Mark Rosenblatt, en la que lo acompañan Victòria Pagès, Pep Planas, Clàudia Benito, Aida Llop i Jep Barceló, y dirige Josep Maria Mestres. En el Romea, del 5 de julio al 3 de agosto.
La obra se estrena en Londres al principio de temporada y nueve meses después llega a Barcelona, con traducción de Joan Sellent. ¿De dónde sale esta iniciativa tan inmediata?
Es mía y asumo toda la responsabilidad. Lo primero que hago cada mañana es leer toda la información de los estrenos en París, Londres, Nueva York... The New York Times, The Times, La Vanguardia... En julio del año pasado, leí que el Royal Court programaba una obra de Rosenblatt sobre este episodio de Roald Dahl, y pedí que me la dejaran leer. Pero me dijeron que hasta que no se estrenara no era posible.
¿Roald Dahl en medio de un conflicto entre Israel y Líbano?
Aquí no se conoció mucho, pero tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos fue un descalabro. Y es un tema muy actual: Palestina, el antisemitismo y demás. A nivel particular, me llamó mucho la atención que era un señor que medía 1,98 m de altura.
Hacemos una función de urgencia sobre árabes e israelíes, que sacude al espectador Josep Maria Pou
¿Y usted cuánto mide?
Yo, 1,95, por eso parece como si el autor la hubiera escrito para mí. De muy joven ya le llamaban gigante, hay todos estos cuentos que titula con esa palabra, y pensé que podía ser un buen personaje. Cuando leí el texto, me pareció una función extraordinaria y, sobre todo, me pareció la función que se tenía que hacer en este momento. Ojalá la hubiéramos podido montar en 24 horas, porque es una función de urgencia. Por desgracia, el conflicto arabo-israelí continúa muy vigente.
¿Cómo fue el estreno de Londres?
Vi como vibraba al público, estaba enfervorizado. La función parecía casi un debate público más que una obra de teatro, que es una de las finalidades del teatro en este momento: abrir debate. Lo que pasa en la función te sacude tanto, que te obliga a no estar pasivo. En Londres la siguen haciendo.
Lee tambiénRosenblatt ficciona una tarde de 1983 en casa de Dahl con sus editores, a partir de unos hechos reales.
Roald Dahl ya era una superfigura literaria, pero se encuentra en un momento de su vida complicado. Se acaba de divorciar, vive con la que ha sido su amante y tiene mucho dolor físico por las heridas de guerra. Fue piloto de la RAF en la Segunda Guerra Mundial y lo derribaron tres veces. Todo eso marca su carácter. A raíz de la invasión de Líbano por Israel, se publica un libro de fotografías que él reseña, y se despacha a gusto contra Israel. Aquello llamó tanto la atención, que todos los diarios de Londres y Nueva York reprodujeron su artículo. Fue un escándalo mayúsculo, hasta el punto de que hubo librerías, sobre todo judías, que empezaron a decir que no venderían más sus libros.
¿Y los editores le piden que se retracte para no perder ventas?
Exacto. Pero se niega, porque es lo que él cree. Le llaman de todos los diarios, pero no cede. Y eso es lo que explica Rosenblatt, mezclando personajes reales y de ficción.
Me llamó la atención que medía 1,98 m, y yo 1,95, por eso parece un papel hecho para mí Josep Maria Pou
La cultura de la cancelación mucho antes, pero en un mundo diferente del de ahora.
Ahora el mundo está mucho más radicalizado y globalizado.
Pero Rosenblatt no era dramaturgo.
No, él es un director de teatro muy reconocido y ha sido director adjunto del Teatro Nacional de Londres. Él quería hacer una función sobre este tema y la propuso a varios autores, pero a los autores les daba mucho miedo, no querían entrar en eso. Y vio que no le quedaba otro remedio que escribirla él mismo.
¿También es buen dramaturgo?
Se nota mucho que es una obra escrita por un hombre que es director de teatro, que domina muy bien la carpintería teatral. Está escribiendo y a la vez está haciendo una puesta en escena. Se inventa una reunión urgente en casa de Roald Dahl convocada por su editor inglés, Tom Maschler, que era el gran editor del momento, el hombre que se inventó el Booker Prize. También está su mujer actual y la editora americana. Se proponen no salir de allí hasta que no lo hayan convencido de que escriba un escrito de disculpas. La escenografía presenta una casa en obras, porque es un momento de cambio.
¿Roald Dahl fue coherente hasta las últimas consecuencias?
Sí, él sí. La paradoja es que sus herederos, la fundación que gestionan sus hijos y nietos, acabó pidiendo disculpas en su nombre hace unos pocos años. Cabe recordar que, después de Shakespeare, Dickens y él son los autores en inglés que más libros venden.
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