La gran deuda del Papa Francisco: el día que se negó a recibir al sobreviviente de un cura argentino abusador

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Cuando tenía 13 años y mientras estudiaba en el Colegio Marianista (Caballito, CABA), Sebastián fue abusado por el cura Fernando Picciochi. Recién diez años después, Cuattromo pudo denunciar penalmente a su abusador, quien fue condenado en 2012 a 12 años de prisión por el delito de corrupción de menores.
"Cuando me recibió y le pregunté si ellos avalaban o desautorizaban la pretensión de silenciamiento que querían imponernos el Marianista, tomando (o no) una postura de protección y solidaridad con las víctimas, me dijo abiertamente que no iban a decir nada públicamente. No solo que Bergoglio me esquivó, sino que avalaron lo que pasó", rememora Cuattromo.
En 1993, cuando Cuattromo recibió la Confirmación en el colegio, fue el propio Jorge Bergoglio quien encabezó la ceremonia.
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Sebastián Cuattromo es de Buenos Aires y, durante su adolescencia, vivió en el barrio de Caballito. Allí se encuentra también el colegio donde completó su primaria y secundaria, el Colegio Marianista, perteneciente a la orden de hermanos que llevan ese mismo nombre.
Entre fines de 1989 y comienzos de 1990, en reiteradas oportunidades, Sebastián fue víctima de múltiples abusos cometidos por el sacerdote Fernando Picciochi, quien también daba clases en el nivel primario.
"Era todavía un colegio exclusivo de varones y, por entonces, estaba naturalizada y legitimada esa cultura machista y violenta, y donde se reflejaban permanentemente la desigualdad de poder en la relación entre los adultos y niños. De hecho, dentro de las familias que enviaban a sus hijos a esa escuela, esta era también la realidad", rememora Sebastián cuando se remonta a los primeros abusos de los que fue víctima.
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Incluso, reconoce que en el seno familiar también había violencia de su padre. Era tal la toxicidad del ambiente en su hogar que, incluso con esas situaciones de violencia y abuso de autoridad, Cuattromo prefería estar por momentos en el colegio y no en su vivienda.
"Estábamos más en el colegio que en nuestros hogares. Era el centro de nuestra vida", acota. Y es que el Colegio Marianista ya tenía un régimen de doble escolaridad.
Entre tantas costumbres a las que ya se habían (mal) acostumbrado quienes asistían al establecimiento religioso, una de ellas era la de la "limpieza" que se anunciaba al final de cada ciclo. Las propias autoridades ya habían hasta institucionalizado la costumbre de expulsar a estudiantes que, de acuerdo a su criterio, no coincidían con el "ideario marianista".
Cuattromo estaba terminando séptimo grado en 1989 y a partir del año siguiente se incluiría en el nivel secundario a las primeras estudiantes mujeres. Ello, sumado a que Sebastián encuadraba en lo que se consideraba como "descartable", comenzarían a definir el triste y nefasto destino del estudiante de 13 años.
"A raíz de unos conflictos entre compañeros del Séptimo A, que era mi curso, el docente decidió separarme a mí y a mis cuatro amigos. Una violenta tradición de la escuela consistía en hacer toda la puesta en escena de un juicio en el curso y al frente de todos nuestros compañeros. En esa puesta nos 'condenaron' por haber tenido malas actitudes con los otros compañeros y el 'veredicto' fue echarnos", reconstruye Cuattromo sobre aquel momento desagradable. Y hasta recuerda las palabras que utilizó su maestro: "A la manzana podrida y que pudre a las demás hay que sacarla del cajón".
La suerte estaba echada, Cuattromo y sus amigos habían sido "condenados" a ser expulsados del colegio. Pero sería aquí donde entraría en escena Picciochi, el futuro abusador de Sebastián.
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El Colegio Marianista tenía una colonia de vacaciones en las sierras de Córdoba, en la localidad de Casa Grande. Y una de las tradiciones por entonces era que, al finalizar el cursado, alumnos de sexto y séptimo grado -y algunos curas- pasaran unos días de vacaciones en este sitio.
Fernando Picchiochi era el encargado de administrar esta colonia. En la previa al viaje de Sebastián Cuattromo y sus compañeros de séptimo, Picchiochi fue un día a hablar a su curso para explicarles cómo era el lugar y las actividades programadas.
"Después de exponer, se acercó a hablar conmigo y con mi amigo. Y nos dijo: 'Yo sé que a ustedes los están por echar, pero a mí me parecen buenos pibes. Les pido que vengan a la colonia, yo los voy a observar de cerca y voy a hacer un informe completo para que no los echen' ”, rememora el hoy referente de "Adultxs por los derechos de la infancia".
En un contexto tan hostil, estas palabras asomaron como la soga que les arrojaba alguien que quería rescatarlos. Inevitablemente, sintieron alivio.
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Así fue como, en diciembre de 1989, Sebastián y su amigo fueron parte del contingente que viajó a la colonia de Casa Grande. Pero para el resto de los alumnos, ellos ya habían quedado con el mote de "expulsados", tanto que los miraban y los trataban como parias, excluyéndolos de planes y conversaciones.
Cuando completaron el viaje en colectivo desde Buenos Aires hasta el viejo caserón ubicado en las sierras de Córdoba, llegó el momento de distribuir las habitaciones. Una de las alas tenía las habitaciones de los curas y unas con muy pocas camas para algunos, mientras que la otra era exclusivamente para los estudiantes.
A Cuattromo, su amigo y otros chicos que habían quedado marginados los asignaron a las habitaciones del mismo sector de los curas.
"En esa habitación de la colonia empezaron a tener lugar los abusos sexuales, y se extendieron durante toda la quincena. Todos sabíamos lo que estaba sufriendo el otro, pero no lo podíamos hablar entre nosotros. Por la noche poníamos mesas y sillas en la puerta para que nuestro abusador no pudiese entrar, pero él tiraba todo y entraba igual", cuenta.
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El inicio de 1990 encontró a Sebastián Cuattromo bloqueado. Finalmente no lo expulsaron del colegio, pero no había podido hablar con nadie de lo que había vivido.
"Sufrí más abusos, ya en la sede de la escuela y -que yo recuerde- fueron, al menos, dos veces más. Picciochi aprovechaba cuando nos quedábamos en la biblioteca de la escuela y volvió a atacarnos", relata.
Aunque Cuattromo no pudo poner en palabras lo que había sufrido hasta ese momento, otro alumno del Colegio Marianista había comentado en su casa que Picciochi había abusado de él, esa familia había ido a exigir explicaciones al instituto, por lo que las autoridades decidieron trasladar al cura acusado a la Patagonia.
El hecho de que, de un día para el otro su abusador ya no estuviese más en la escuela, llevó a que Sebastián bloqueara estas situaciones. No obstante, diez años después -en el 2000- no solo se animó a hablar, sino que logró dar con varias víctimas más que habían sido abusadas por Picciochi.
"Presenté una denuncia penal en la Justicia porque me di cuenta que había sufrido un delito. En el camino me encontré con otra víctima, quien me acompañó. Y al abusador lo procesaron y le dictaron prisión preventiva", resume Cuattromo.
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Picciochi se fugó en aquel momento, por lo que se libró una orden de captura nacional e internacional contra el sacerdote abusador.
Detenido en Estados Unidos con una falsa identidad y la condenaSebastián Cuattromo activó una búsqueda casera de quien había arruinado su infancia. Y así fue como, tras entablar confianza con un amigo de Picciochi, en 2007 supo que el cura abusador estaba viviendo en Estados Unidos. Y aportó esa información a la Interpol, quien lo encontró viviendo en aquel país con una identidad falsa.
Previa detención en el país del norte y juicio de extradición, en 2010 Picciochi fue trasladado a Argentina. Aquí, condenado a 12 años de prisión en un juicio oral y público, condena que fue ratificada en 2016.
En simultáneo a la causa penal, el sobreviviente de abuso sexual eclesiástico inició un juicio civil contra el colegio y la congregación religiosa.
"En 2001 se abrió una instancia de mediación en la demanda civil y, finalmente, el Colegio Marianista propuso asumir la responsabilidad civil de lo ocurrido y cumplir con un resarcimiento, aunque fijò como condición incluir una cláusula para que las víctimas nos comprometiéramos a ‘guardar la confidencialidad’ sobre esa misma asunción de responsabilidad civil. En pocas palabras, el colegio quería silenciarnos", recapitula Cuattromo.
Y aunque Sebastián no estaba de acuerdo con ello, a raíz de que la demanda era compartida junto a otra víctima de Picciochi y que la condición para llegar a ese acuerdo fuese que lo firmaran ambos denunciantes, Cuattromo finalmente accedió.
La ayuda que no llegóSintiendo que algo le quemaba por dentro, Sebastián Cuattromo no tardó demasiado en recurrir a la Justicia en búsqueda de impugnar la cláusula del acuerdo que lo obligaba a mantener silencio. Y luego de que la Defensoría del Pueblo de CABA hiciera lugar a su pedido, comenzó con la búsqueda de ayuda de la Iglesia Argentina, encabezadas por entonces por Jorge Bergoglio.
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Aquí fue donde solo encontró evasivas de parte de Bergoglio y la denunciada complicidad de Poli.
"No se han producido cambios sustantivos. Cuando hice pública mi historia en 2012, Bergoglio aún no era Papa. En 2013 lo designan y, a partir de eso, siempre lo invitamos a que convocara públicamente a las víctimas de abusos eclesiásticos. Pero nunca nos convocó, ni a los sobrevivientes del Próvolo. Y, por ejemplo, Julio Cesar Grassi sigue siendo cura", resume el activista y sobreviviente.
En ese sentido, destaca que Francisco recibió a todo tipo de figuras y personajes de Argentina (deportistas, políticos, famosos), pero jamás tuvo una foto con víctimas de abusos sexuales dentro de la Iglesia.
Para contactarse con la Adulxs por los derechos de la infanciaLa asociación civil "Adultxs por los Derechos de la Infancia" tiene los siguientes contactos:
(+549) 11 69729541
Instagram: @adultxs1
X: @adultxs
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