La música vence al teatro en el jardín perdido de Peralada

Los tenores Christoph y Julian Prégardien han alcanzado esta noche un momento de emoción, en la iglesia del Carme de Peralada, como colofón de la primera semana de festival. Esa nostalgia romántica, ese viaje hacia la muerte a cuenta de Schubert y Liszt, era otro encargo del festival y por tanto estreno absoluto, como el Genius loci del sábado, una propuesta metateatral de Rafael R. Villalobos y el contratenor Xavier Sabata, cuya adaptación libre de El jardín perdido , del jardinero ficticio –o no– Jorn de Précy, del siglo XIX, se saldó con gran éxito musical y una factura teatral muy menor.
El público ha podido ver esta noche por primera vez juntos en un escenario peninsular a los Prégardien, padre e hijo, abordando en este nuevo espectáculo In Paradisum un programa schubertiano sobre el tránsito entre la vida y la muerte que era pura poesía, comenzando por el emblemático Der Wanderer (El caminante), Frühlingsglaube (Fe de primavera) o Im Abendrot (En el resplandor de la tarde). Ataviados el padre como peregrino –túnica y candil– y el hijo como barquero fúnebre encapuchado, los tenores han mostrado unas voces que comparten algo más que ADN al interpretar al alimón músicas que se deslizan sobre bellas aguas sepultureras como Meeres Stille (Silencio del mar) o Auf dem Wasser zu singen (Cantando en el agua). O que miran de frente a Caronte, el barquero de almas, léase Totengräbers Heimweh .
La editora Clara Pastor introdujo in situ al autor que se esconde detrás del heterónimo Jorn de PrécyLa góndola mortuoria la ha conducido a su vez la pianista Saskia Giorgini con piezas de Liszt, su especialidad, que no han desentonado con la acústica de la nave. Y en comunión europea, se ha escuchado la voz de un miembro de la Escolania de Montserrat, Miquel Genescà, que ha cerrado la velada con el canto gregoriano que da lugar al título In Paradisum . Pero el contrapunto lo ha puesto la actriz catalana Alba Pujol, conocida por su capacidad de aportar vulnerabilidad y exponerse sin artificios. Y nada menos –ni más– exigía el programa de canción poética en una tarde lluviosa como la de hoy, con la vegetación mediterránea transmutada en verdor del paisaje romántico alpino y germano, para solaz del público. Pujol ha leídolos fragmentos que Julian Prégardien Prégardien ha escrito para el programa, textos pertinentes y concisos que ubicaban la búsqueda de ese hogar espiritual que Schubert anhelaba y que ambos Prégardien, sabios liederistas, llevan en el tuétano.

Christoph Pregardien con Alba Pujol
Toti FerrerA Xavier Sabata, por su parte, le sentó la mar de bien una fina amplificación de su voz de contratenor. Pocas veces sus Purcell han sonado tan divinos como este sábado en el escenario de El Mirador, ante 325 personas. La trama iba salpicada de música vocal de autores ingleses, desde John Dowland (siglo XVII) a Ralph Waughan Williams (principios del XX). Esa búsqueda de la honestidad a través del jardín que arma De Précy, ese anhelo de un talante humanista, alejado de la maquinaria productiva capitalista que aparta al ser humano de su realidad y su presente, partía de un concepto escénico postapocalíptico, con una vasta sábana de arena –en realidad piedrecitas negras de plástico– y unos neones en lugar de árboles, además del socorrido sillón rodeado de libros desde el que Sabata dialogaba –con un exceso de afectación y en castellano redicho– con el fornido tiorbista Jonas Nordberg, dando ambos vida al propio De Précy y su jardinero Samuel, respectivamente.

Xavier Sabata y Jonas Nordberg, en una escena de 'Genius Loci'
Miquel Gonzalez/Shooting / Otras FuentesMás reveladora resultó la mesa redonda previa en la Biblioteca del Castell, en la que Clara Pastor, directora de Elba Editorial, contó cuán sorprendente fue enterarse de que De Précy no era sino un pseudónimo, que el autor islandés del siglo XIX no era otro que el escritor, jardinero y editor Marco Martella. Y que también es imaginario ese Greystone, el jardín perdido, que habría construido con su jardinero Sam. Martella se presentó, humilde, en la biblioteca. ¿Y por qué un heterónimo islandés? El país le impresionó hace tres décadas: “Es Europa pero está lejos de todo. Y esta cultura tan aislada ha mantenido una relación animista con la naturaleza”.
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