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Los festivales de música son cada vez más grandes en el Reino Unido, mientras los pequeños y medianos mueren

Los festivales de música son cada vez más grandes en el Reino Unido, mientras los pequeños y medianos mueren

La desigualdad es el signo de los tiempos, cada vez más millonarios a costa de unas clases medias empobrecidas, restaurantes con chefs reputados con listas de espera de meses y facturas de más de mil euros por pareja, mientras las casas de comida de toda la vida luchan por sobrevivir con menús a precios accesibles y no ser compradas por chinos. Igual ocurre en el mundo de la música.

Nadie diría que el circuito de festivales veraniegos del Reino Unido (y de rebote de todo el mundo) está en crisis, después de que 200.000 personas llenaran a petar hace tres fines de semana la granja de Somerset donde se celebra Glastonbury, y de que sus ganancias del año pasado fueran el doble que las del 2023. La otra cara de la moneda son los doscientos eventos que se han cancelado o pospuesto desde el 2019, y los muchos más que se encuentran en peligro de extinción.

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Motivos hay muchos, empezando por el incremento del coste de la vida, que ha disminuido tanto la capacidad de inversión de los organizadores como la de comprar entradas por parte de los aficionados (un buen show que costaba 75 euros pasa ahora de los 300 con toda facilidad, lo cual hace que la exigencia sea también mayor, y los fans más selectivos). A ello hay que añadir el Brexit, por su impacto sobre las cadenas de suministros de materiales necesarios para montar los escenarios, las tarifas más altas que exigen los artistas, el precio de la energía, el parón de la pandemia (que agotó las reservas de dinero de los festivales medianos y pequeños para sobrevivir) y una saturación del mercado.

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Festival Exit Serbia

El problema es que el mundo de la música es un delicado ecosistema en el que, para que haya un Glastonbury, tiene que haber también festivales independientes pequeños y medianos, con asistencia de unos pocos miles de personas, donde los artistas noveles se den a conocer, como fueron los casos de Taylor Swift, Lady Gaga, Kesha, Ed Sheeran y tantos otros. Su desaparición es como si el Barça cerrara La Masía. ¿De dónde saldrían los Lamine Yamal, Pedri o Gavi?

A las dificultades económicas se suman las de organización, porque la competencia por los artistas capaces de atraer a las masas y cobran entradas de cientos de euros es brutal, y algunos festivales los contratan con hasta dos años de antelación, en muchos casos apostando por figuras emergentes del momento que luego se desinflan, y cuando llega la hora ya no suscitan mayor interés. Es como dejar la tarjeta de crédito para una mesa de restaurante que no se sabe si se va a aprovechar o no.

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Asistentes al último festival de Glastonbury

Scott A Garfitt / Ap-LaPresse

Los grandes festivales como Glastonbury son cada vez más exitosos mientras el resto languidece o muere, y lo mismo ocurre con los artistas. Los nombres reconocidos pueden actuar donde quieran y por el caché que quieran, mientras que los medianos (cuya contribución es imprescindible a la hora de completar programas) tienen cada vez mayores problemas. Los agentes reciben ultimátums de cuarenta y ocho horas para que sus clientes acepten un contrato a precio de ganga.

Los tours de superestrellas por grandes estadios, o los conciertos en la ciudad donde reside un artista conocido, siguen siendo una gran fuente de ingresos, pero las giras de las clases medias del mundo de la música yendo a festivales se han complicado por el coste adicional de los visados para entrar en los Estados Unidos y la desaparición de la libertad de movimiento entre Gran Bretaña y la UE, con las formalidades y gastos añadidos que ello entraña.

El mundo es cada vez más para los ricos y menos para las clases medias. También en la música.

lavanguardia

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