¿Un champancito, hermanito?

Comenzamos la choza por el tejado del final: jueves, Casa Amèrica Catalunya. Un homenaje a Mario Vargas Llosa, fallecido en Lima el 13 de abril, empieza con música criolla en los altavoces – “será que fue sincero nuestro amor primerooooo”– y concluye, como ha de ser, con un brindis en su memoria. Uno (o varios) pisco sour al coleto. Aun cuando el aguardiente nacional no era del agrado del Nobel peruano, un investigador andino ha cifrado en más de un centenar las menciones al destilado en su obra, desde el piscosauer , así escrito en ocasiones, hasta el que se acostumbraba en las viejas trastiendas, “seco y volteado”; o sea, de un solo trago y con golpe sobre el mostrador.
Asisten el cónsul general de Perú, Luis Pablo Salamanca Castro, una nutrida representación de la colonia, el editor Miguel Aguilar y la plana mayor de la Agencia Literaria Carmen Balcells. Llenazo absoluto. El público departe amistosamente mientras aguarda la aparición de los ponentes tardones, quienes compensan al cabo la demora en arrancar con una charla amena, muy alejada de los topicazos de siempre. Hete aquí a los culpables: Dunia Gras, profesora de Literatura Hispanoamericana en la Universitat de Barcelona; el escritor peruano Santiago Roncagliolo; y el periodista Xavi Ayén, responsable de Cultura de esta santa casa, quien, por cierto, repara en la peruanidad del nuevo Papa cuando apenas acaba de salir la fumata blanca.
Varios autores brindan con pisco sour por la memoria de Vargas Llosa en Casa AmèricaMucho flow entre los tres ponentes y un sinfín de anécdotas jugosas. Roncagliolo recuerda la cantidad de periodistas que le telefonearon cuando a su compatriota se le acabó el amor, de tanto usarlo, con Isabel Preysler: “No tengo nada que declarar sobre la pichula de Mario Vargas Llosa”. También explica a la concurrencia en qué consiste la huachafería, un peruanismo cuya traducción queda más o menos a medio camino entre “cursilería” y “horterada”: la expresión “¿un champancito, hermanito?” sería un ejemplo preclaro.
Ayén relata al respetable aquella mágica mañana, en octubre del 2010, en que compartió con el autor de Conversación en la catedral , dentro del apartamento donde este se hospedaba, en Manhattan, la alegría por la llamada desde Estocolmo que le anunció la concesión del Nobel. Los oradores están en su salsa y el público, tan entretenido, que la anfitriona, Marta Nin, directora de Casa Amèrica, tiene que hacerles la señal de las tijeras, con los dedos índice y corazón, porque se aproximan las nueve de la noche.
El actor Martin Brassesco, como Mario Vargas Llosa, leyendo fragmentos de obras ante Roncagliolo, Ayén y Gras
Miquel Gonzalez / ShootingPor lo demás, la semana ha transcurrido bien cargadita de actos, como una ensalada ilustrada. El Festival Barcelona Poesia, sin ir más lejos, aunque en la tarde del martes me llevé un buen chasco al respecto: acudía como Caperucita a la librería Calders, con la intención de escuchar un debate-recital prometedor ( Poesia després d’Auschwitz? ), para toparme, ay, con el lobo de la persiana bajada. O me embarullé, o no estaba bien especificado en el programa dónde se celebraba el acto, o las dos cosas juntas. Total, que, para compensar el vacío, a la mañana siguiente, miércoles, subí al barrio de Vallcarca, donde una iniciativa vecinal ha llenado con versos de Bécquer balcones, vallas y ventanas de la calle homónima, por el 155.º aniversario de la muerte del poeta.
Más tarde, el mismo día, que diría Grace Paley, CaixaForum reunió a la escritora Sara Mesa, autora de novelas como Un amor y la reciente Oposición (Anagrama), y a la cineasta Alauda Ruiz de Azúa, directora de Cinco lobitos (premio Goya a mejor dirección novel). Mesa acudió con los deberes bien hechos, y a través de las letras del abecedario trató de hallar concomitancias entre la obra de ambas, quienes, encima, tienen querencia por la misma actriz: Laia Costa. Algunas similitudes: B de búsqueda (las dos entienden el acto de contar como ídem), D de desconcierto (los personajes se enfrentan a circunstancias complejas), E de elipsis (no nos lo cuentan todo, ¡albricias!), F de familia (la madre del cordero), G de grieta, y así hasta la zeta. El ciclo En otras palabras prosigue la semana próxima en el recinto de la antigua fábrica textil Casaramona.
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